jueves, 28 de abril de 2011

Por qué luchar si todo seguirá de mal en peor?

Por muchos años un sector de la comunidad evangélica de la República Dominicana (en realidad no sé si este dicho es popular por lo menos en otros países de la región) se ha caracterizado por insistir y reiterar que la Biblia sustenta que «las cosas irán de mal en peor» (el que la existencia humana va de más a menos, de bien a mal, de mal a peor). Obviamente, este discurso matiza inevitablemente su actitud y accionar frente a las distintas problemáticas que agobian al ser humano y su existencia.

En este tipo de enfoque ciertamente no parece fácil obviar una especie de fatalismo intrínseco, es decir, la idea que da por sentado el que no hay forma de lograr ciertas mejoras en nuestra efímera existencia, ni tiene sentido el luchar por la superación de una serie de males; pues de manera irremediable «todo va de mal en peor». Además y, después de todo, es la Biblia (cual bola de cristal) la que lo dice. En este discurso la única opción válida es esperar (haciendo algo, o nada por el aquí, por el ahora) la irrupción del reino de Dios en el escenario de la historia, el cual habrá de poner fin a todas las vicisitudes y desesperanzas del ser humano.

Pero me pregunto: ¿Es cierto que la Biblia dice, por lo menos en un solo texto (AT o NT), que «las cosas irán de mal en peor»?

Haciendo un detenido recorrido por la Biblia, lo que en verdad encontramos es que hay un solo texto en la Biblia que tiene parte de la terminología que emplea el discurso en cuestión; pero sin apuntar a la idea básica que sustenta.

Ese único texto es 2 Timoteo 3.13, cito: “Mas los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo.”

En la versión popular Dios Habla Hoy, se lee: “Pero los malos y los engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados”

Como se ve, no hay forma legítima de usar este pasaje para darle sustento a la idea de que «las cosas irán de mal en peor».

Ahora bien, se nota que tanto en la versión Reina Valera 1960, como en la versión popular Dios Habla Hoy, este pasaje inicia con una conjunción adversativa (mas, pero). Esto supone un contraste con la idea expresada por el texto que lo antecede.

Pues bien, 2 Timoteo 3.12 afirma “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (Reina Valera). En la versión popular: “Es cierto que todos los que quieren llevar una vida piadosa en unión con Cristo Jesús sufrirán persecución.”

Entonces, la idea de 2 Timoteo 3.13 es que, en conexión al versículo 12, las personas que desechen la vida de piedad, su condición moral será cada día peor; no obstante, los piadosos, sufrirán (al optar por la vida de piedad) persecución.

Al respecto, el Nuevo Comentario Siglo 21 comenta:

“A partir de una referencia a su propia experiencia de persecución, Pablo asegura a Timoteo que cualquiera que quiera vivir una vida piadosa será perseguido (v. 12). En esto no está haciendo más que repetir la enseñanza de Jesús. Pablo sabe que los impostores continuarán en esta época. Es natural que los engañadores vayan de mal en peor (v. 13). Una vez que el proceso haya comenzado, es difícil pararlo. Aquellos que engañan a otros terminan engañándose a sí mismos. Esto es verdad en todas las etapas en que se desarrollan las falsas enseñanzas.”

Y el Comentario Bíblico San Jerónimo:

“Principio generalizado: todos los verdaderos cristianos sufrirán persecución. Vivir piadosamente: Véase Tito 1.l; 2.12. 13. La penosa situación de los falsos maestros, hechiceros: Es decir, son como Janés y Jambrés (3,8). Esta palabra es también un epíteto aplicado corrientemente a los adversarios filosóficos, extraviándose: Están en la misma situación que los no creyentes (véanse 3.6; Tito 3.3).”

De todos modos, a pesar de lo que en realidad diga 2 Timoteo 3.13, la otra hipótesis tesis es que las cosas realmente deben ser así, deben seguir por este derrotero, pues cuando el mundo entero llegue a una especie de crisis o encrucijada económica a escala mundial, entonces es cuando aparecerá el anticristo. El objetivo y logro número uno del anticristo será (según el dispensacionalismo) el resolver dicha crisis y el poner lacas en orden.

No obstante, el proyecto del anticristo también será un proyecto fallido, y en poco tiempo (tres años y medio literales) éste habrá de desatar un persecución brutal contra el pueblo físico de Israel (la iglesia estará en las bodas del cordero); las cosas se complican, y no mucho después (tres años y medio igualmente literales) entra en escena la manifestación definitiva del Reino de Dios (por lo menos en su etapa mesiánica).

Entonces, el que las cosas vayan de mal en peor, no es, consecuentemente, nada malo. Esto así, pues lo que en realidad está ocurriendo es que nos estamos acercando a la consumación final de los tiempos, de las profecías. Así las cosas, ¿por qué luchar contra la corriente?

A pesar de esto, lo cierto es que no toda la cristiandad piensa así. Precisamente ante la disyuntiva y tensión entre la manifestación presente y la futura del Reino de Dios, muchas congregaciones han hecho suya, en su discurso y en su forma de dar expresión concreta al testimonio cristiano, la famosa frese de Oscar Cullmann: “Ya y todavía no”.

Ante Dios y la sociedad, se espera mucho de nosotros, en el aquí y en el ahora; pues, al fin y al cabo, la Biblia no dice que «las cosas irán de mal en peor». Además de que tampoco es una «bola de cristal».

Concluyo con la interesante perspectiva de José M. Castillo:

“Lo primero que se ha de tener presente, cuando hablamos del Reino de Dios, es que este asunto está en el centro mismo del Evangelio. Hasta el punto de que el Evangelios consiste, en su núcleo más esencial, en la realización del Reino de Dios. Y hago notar, desde ahora, que intencionadamente hablo de realización, no simplemente de predicación. Porque el Reino de Dios que presentó Jesús, no se reduce a una doctrina, una enseñanza o una teoría. También l actuación de Jesús, lo que hacía y cómo lo hacía, las personas con quienes convivía y, naturalmente, las reacciones que todo eso provocaba, son cosas indispensables, enteramente esenciales, para enterarse de lo que el Evangelio nos enseña cuando habla del Reino de Dios” («El Reino de Dios, por la vida y la dignidad de los seres humanos», página 34).

¡Que Dios nos ayude en esta tarea!

domingo, 24 de abril de 2011

La resurrección de Jesús y el cristianismo

Al margen de la forma en que se entienda la resurrección de Jesús, el valor que le demos al sepulcro vacío y qué concepto tengamos de las apariciones y el encuentro con el resucitado; lo cierto es que no parece legítimo el que pueda hablarse con propiedad de «Cristianismo», sino hasta después de la muerte y resurrección de Jesús.

Es más, llama la atención el nombre de la religión que se funda en la persona de Jesús de Nazaret. Digo esto pues si bien el nombre de ese particular hijo de José y María, fue Jesús; es curioso que el nombre de la religión que se sustenta en él no sea, por ejemplo, «Jesuísmo», como quizás habría de esperarse, sino «Cristianismo». Pero, ¿qué entraña el nombre «Cristianismo»? ¿No supone ya una valoración de Jesús que en cierto modo va mucho más allá de la valoración que él mismo tuvo de sí antes del histórico y trascendental hecho pascual?

Formas distintas en que se ha interpretado la resurrección de Jesús

En la obra «El Jesús histórico» Gerd Theissen y Annette Merz mencionan y explican las principales interpretaciones que se han hecho de la resurrección de Jesús. Cito:

1) “La hipótesis del engaño, propuesta por H. S. Reimarus (1994-1768). Reimarus se hace eco de Mateo 28.11-15 y concluye que los discípulos sustrajeron el cadáver de Jesús y crearon las bases para anunciar su resurrección.

2) La hipótesis de la muerte aparente, sugerida por H. E. G. Paulus (1761-1851). La interpretación de Paulus es que Jesús murió sólo aparentemente y recuperó la vida por algún tiempo. También plantean Theissen y Merz que esta interpretación estuvo fue muy difundida entre los teólogos, y que entre éstos fue tomada en serio por los teólogos K. A. Hase y F. D. E. Schleiermacher. También sugieren Theissen y Merz que el texto de Marcos 15.43-45 muy posiblemente sirvió para rechazar la presunción de que Jesús no hubiera fallecido.

3) La hipótesis del traslado. Esta interpretación sugiere que José de Arimatea había enterrado provisionalmente a Jesús en el sepulcro cercano, pero que una vez hubo transcurrido el descanso sabático lo trasladó a otro sitio sin el conocimiento de los discípulos. Se plantea que esta hipótesis fue defendida por primera vez en 1799 en un artículo anónimo. Esta postura encontró algunos defensores autorizados como J. Holtzman (1832-1910) y J. Klausner. Pero al mismo tiempo Theissenn y Merz sostienen que Juan 20.2, 14 y siguientes, rechaza implícitamente esta hipótesis.

4) La teoría de la visión subjetiva en D. F. Strauss y en la teología liberal. D. F. Strauss (1808-1874) hace tres aportaciones importantes que se repiten desde entonces en distintas formas:

a) Las tradiciones sobre las apariciones contrastan con la tradición legendaria sobre el sepulcro vacío. El origen histórico de la fe pascual reside en las visiones de los discípulos en Galilea, algo que va mucho más allá del sepulcro de Jesús, que sólo una leyenda secundaria convierte en sepulcro vacío.

b) Los relatos de las apariciones sugieren que los discípulos tuvieron efectivamente visiones, pero unas visiones caracterizadas por las formas míticas de representación; por ejemplo, cuando en ellas un ser divino traspasa las puertas cerradas y desaparece repentinamente.

c) Las visiones que sirven de fundamento a la fe pascual pueden explicarse psicológicamente por el conflicto entre la fe mesiánica y la crucifixión: el trauma de la cruz es superado, por una parte, con la interpretación de la muerte de Jesús como un acontecimiento (soteriológico) necesario, acorde con la Escritura (Isaías 53; Salmo 22) y por otra, con unas visiones que el entusiasmo religioso puede provocar en situaciones extremas” (páginas 526-528)

Siguiendo en la línea de la interpretación sicológica y subjetiva, Thorwald Lorenzen plantea: “Se afirma que el recuerdo de Jesús se apoderó de nuevo de sus corazones y mentes cuando la desilusión asociada con su prendimiento y su muerte se fue desvaneciendo: su impresionante personalidad, su enseñanza y predicación con autoridad, sus anuncios de su propio prendimiento, muerte y resurrección (Marcos 8.31; 9.31; 10.33-34), y la intensa comunión con él que vivieron en la cena pascual… Según esta opinión, pues, la continuidad entre Jesús de Nazaret y la fe en él después de su crucifixión no se debe buscar en un acto nuevo de Dios, sino que se puede explicar desde la propensión y experiencias psicológicas de los discípulos” («Resurrección y discipulado, modelos interpretativos, reflexiones bíblicas y consecuencias teológicas», páginas 167 y 168).

Naturaleza de la resurrección de Jesús

Ahora voy a compartir dos interpretaciones de la resurrección de Jesús, obviamente asumida como un hecho cierto, desde una perspectiva exegética e histórica, tomando en serio los datos del NT.

En primer lugar, comparto la opinión de Raymond E. Brown de que la resurrección de Jesús fue «corporal», pero no «física».

Consideremos la explicación de Brown: “Pablo (1 Corintios 15.42-50) piensa en la resurrección corporal, pero la transformación indicada por sus palabras parece sacar el cuerpo resucitado del dominio de lo físico para introducirlo en el dominio de lo espiritual.

Del mismo modo, mientras que los pasajes del evangelio describen claramente la aparición de Jesús resucitado como una aparición corporal, se le atribuyen propiedades que no son propiedades de un cuerpo físico tal como lo conocemos, por ejemplo, la capacidad de atravesar una puerta cerrada, de desplazarse de un lugar a otro con increíble rapidez y de aparecer repentinamente… Todo esto se puede expresar en dos factores de la resurrección: continuidad y transformación.

La continuidad es tal que el cuerpo de Jesús que fue enterrado en el sepulcro ha resucitado verdaderamente. La transformación es tal que el cuerpo resucitado es casi indescriptiblemente distinto del cuerpo físico que anduvo por esta tierra” (101 preguntas y respuestas sobre la Biblia», páginas 82 y 83).

Ahora traigo a colación la explicación de Thorwald Lorenzen: “… Las referencias explícitas a la huida de los discípulos y a las primeras apariciones a discípulos varones en Galilea indican que la huida de los discípulos no es una leyenda creada por algunos estudiosos del Nuevo testamento, sino que sigue siendo la mejor explicación de los indicios existentes.

Para nuestra investigación, esto significa que la configuración psicológica de los discípulos –huida, crisis teológica, decepción, temor, tristeza- era tal, que una afirmación de la resurrección de Cristo crucificado no podía ser el producto de sus corazones y mentes. Para ellos, la cruz de Jesús supuso su crisis de fe. Huyeron. La resurrección fue para ellos un novum inesperado” («Resurrección y discipulado, modelos interpretativos, reflexiones bíblicas y consecuencias teológicas», páginas 166 y 167)

El hecho de la tumba vacía

Si bien el hecho de la tumba vacía forma parte de los relatos evangélicos, lo cierto es que en los mismos evangelios se puede percibir el reconocimiento de que la tumba vacía no prueba la resurrección. En efecto, la tumba vacía puede recibir diversa interpretaciones. Mencionemos las más relevantes:

“11Mientras ellas iban, he aquí unos de la guardia fueron a la ciudad, y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido. 12Y reunidos con los ancianos, y habido consejo, dieron mucho dinero a los soldados, 13diciendo: Decid vosotros: Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos. 14Y si esto lo oyere el gobernador, nosotros le persuadiremos, y os pondremos a salvo. 15Y ellos, tomando el dinero, hicieron como se les había instruido. Este dicho se ha divulgado entre los judíos hasta el día de hoy” (Mateo 28.11.15)

A la luz de este relato que sólo conserva el evangelio de Mateo, son comprensibles las siguientes interpretaciones:

Si de veras murió:

1) El cuerpo de Jesús pudo ser robado.

2) El cuerpo de Jesús pudo ser enterrado en una tumba provisional, y luego ser movido de allí.

3) Que viéndose en la encrucijada, y sabiendo que no saldría con vida de ella, Jesús habría panificado con el círculo más íntimo de discípulos, el hacer desaparecer su cuerpo, e inventarse el cuento de la resurrección.

4) Pero si en realidad no murió, el mismo Jesús, no habiendo muerto en realidad, huyó de allí en componenda con los suyos.

Ahora bien, lo cierto es que todas estas conjeturas no van más allá de eso, simples conjeturas. Pero no es menos cierto que tales hipótesis tienen en común un fundamento legítimo cierto, el que la tumba vacía no conduce automáticamente a la idea o conclusión de la resurrección.

Para cerrar esta sección, quiero traer a colación el comentario de Raymond E. Brown, respecto a la historicidad o no del relato de Mateo de la guardia en el sepulcro de Jesús, cito:

“Si por un lado me he negado a considerar la cuestión desde esas bases apriorísticas, por otro no siempre me impresionan los argumentos a posteriori contra la historicidad. Por ejemplo, a veces se tacha de absurda la mentira que, a cambio de plata, se manda decir a los soldados ("Sus discípulos, habiendo venido de noche, lo robaron mientras nosotros dormíamos").

Se argumenta que dormirse en una guardia era en el ejército romano una falta punible con la pena capital y que los soldados, por tanto, difícilmente habrían aceptado un trato que podía llevarlos a la destrucción, pese a la promesa de las autoridades judías de convencer al gobernador y librarlos así de problemas. Pero en el plano de la narración mateana, como he apuntado, los jefes de los sacerdotes son corruptos; y se supone que los lectores los imaginarán mintiendo a Pilato e incluso sobornándolo para que no castigue a los soldados. Y

en el plano de las realidades históricas no es claro que dormirse estando de guardia fuera siempre castigado con la muerte. Tácito (Historias 5.11) habla de una guardia realizada negligentemente en la que el sueño de los soldados permitió al enemigo capturar al general; pero, al parecer, ellos se escudaron en la conducta escandalosa de su jefe (no estaba en su puesto, sino durmiendo con una mujer) para disminuir la propia culpa. E

n otras palabras: se podía llegar a arreglos. Además es concebible que Pilato no fuera tan estricto con unos soldados puestos temporalmente al servicio de las autoridades judías, si éstas se no mostraban interés en el castigo.

Pero contra la historicidad hay un argumento de verdadero peso. Los otros evangelios no sólo no mencionan la guardia, sino que la presencia de ella habría vuelto casi ininteligible lo que narran en la escena del sepulcro. Los otros tres evangelios canónicos hablan de mujeres que van al sepulcro el domingo, y como único obstáculo para su entrada en él se menciona la piedra.

Ciertamente, los evangelistas habrían tenido que explicar cómo las mujeres esperaban entrar en la tumba si había una guardia precisamente para impedir el acceso58. En los otros evangelios, la piedra ya ha sido retirada cuando llegan las mujeres.

¿Cómo se concilia esto con Mateo, donde, estando las mujeres ante el sepulcro, un ángel baja del cielo y rueda la piedra? En el relato mateano hay otras inverosimilitudes (p. ej., las autoridades judías conocían las palabras de Jesús sobre su resurrección y las interpretaron correctamente, cuando los discípulos no habían sabido; los guardias fueron capaces de mentir después de su reacción ante la portentosa intervención divina); pero conciernen a detalles menores. Es la falta de armonía con los otros evangelios lo que afecta a lo esencial, a la misma existencia de la guardia.

¿Podemos salvar la historicidad remontándonos a una situación pre-evangélica y suponiendo que el miembro del sanedrín judío que dio sepultura a Jesús, José de Arimatea, pudo tomar alguna precaución para proteger el sepulcro, y que el recuerdo de ello fue desarrollado hasta producir el relato que ahora nos ofrece Mateo? Eso es demasiado suponer, sin embargo, porque que ni Mateo ni el Evangelio de Pedro conectan la guardia con José, e incluso una pequeña precaución habría quedado reflejada en los otros evangelios como un obstáculo para las mujeres en su visita del domingo al sepulcro.

Las declaraciones negativas absolutas (p. ej., el relato no tiene ninguna base histórica) muy a menudo van más allá de los indicios de que pueden disponer los estudiosos Como sucede con otro material mateano (v. gr., la matanza de los niños en Belén ordenada por Herodes y la huida a Egipto [relato funcionalmente paralelo en ciertos aspectos al aquí estudiado]), sería más exacto afirmar que no hay base interna ni externa sobre la que sostener su historicidad” («La muerte del Mesías», tomo II, páginas 1, 541 y 1542).

Finalmente, en torno al papel de la tumba vacía en la fe cristiana en la resurrección de Jesús, concluyo con las palabras de N. T. Wright: “De hecho, podemos insistir en que, independientemente de lo que hubiera sucedido además, si el cuerpo de Jesús de Nazaret hubiera permanecido en la tumba, no habría habido una creencia paleocristiana del tipo de la que hemos descubierto.

De nada servirá decir, por ejemplo, que, debido a que los discípulos vivían en un mundo en el cual se esperaba la resurrección, esto explicará por qué aplicaron este lenguaje a Jesús. Muchos otros líderes, héroes y aspirantes a Mesías judíos murieron dentro de ese mismo mundo, pero en ninguno de esos casos dijo nadie que habían sido resucitados de entre los muertos. Cabría imaginar otras clases de fe primitiva que se podrían haber generado a raíz de acontecimientos que no llevaran aparejada una tumba vacía.

Pero la fe concreta de los primeros cristianos no pudo tener su origen en una serie de circunstancias en las cuales una tumba vacía no desempeñase ningún papel. Considero, por tanto, la tumba vacía como una condición necesaria (aunque por sí misma, como hemos visto, insuficiente) para la aparición de la creencia paleocristiana con toda su concreción” («La resurrección del hijo de Dios», página 845).

Los encuentros con el resucitado

Desde la perspectiva puramente histórica, encontramos posturas distintas entres lo historiadores respecto de la interpretación de los encuentros con el resucitado.

Por un lado, tenemos la opinión de Antonio Piñero, cito: “El hecho de la resurrección, un acontecimiento de un carácter tan marcadamente sobrenatural y por encima de las leyes de la naturaleza, no pertenece al ámbito de la historia, sino de la fe. El historiador no puede ni afirmarlo ni negarlo… Mientras que para los creyentes la diversidad es debida a tradiciones diferentes, conservadas por grupos diversos de cristianos, para los escépticos es una prueba de la inconsistencia de la tradición en un punto importantísimo y crucial para la fe.

Mientras los creyentes ven en las diferencias –mejor que una uniformidad artificialmente elaborada- una prueba de la antigüedad y de la veracidad histórica, los críticos estiman que esta inconsistencia hace imposible considerar como algo fundamentalmente histórico el hecho de la resurrección” («Guía para entender el Nuevo Testamento», páginas 222 y 223).

Por otro lado, traigo ahora a colación la opinión del no menos crítico y perspicaz que Antonio Piñero, E. P. Sanders, cito:

“No considero que el fraude deliberado sea un explicación digna de mención. Muchas personas mencionadas en esas listas iban a pasarse el resto de su vida proclamando que habían visto al Señor resucitado, y varias de ellas morirían por su causa. Además, un engaño premeditado había producido una unanimidad mayor, en vez de eso, parece que hubo competidores: «¡Yo lo vi primero!»; «¡No!, fui yo». La tradición de Pablo de que quinientas personas vieron simultáneamente a Jesús ha llevado a algunos a sugerir que los seguidores de Jesús sufrieron una histeria colectiva. Pero la histeria colectiva no explica las otras tradiciones”.

“Para muchos, los datos de Pablo resultan muy sugestivos. No distingue éste, en cuanto a la especie, entre la aparición del Señor que él experimentó y las demás. Si tuvo una visión, puede ser que ellos también tuvieran visiones. Pero entonces, ¿por qué insiste Pablo en que vio un cuerpo espiritual? Podría haber dicho un “espíritu”

“Que algunos seguidores de Jesús –y más tarde Pablo-tuvieron experiencias de la resurrección es, a mi juicio, un hecho. Cuál fue la realidad que originó tales experiencias, no lo sé” («La figura histórica de Jesús», página 303).

Gerd Theissen y Annette Merz, haciendo referencia a los relatos de los encuentros con el resucitado, sostienen: “Pero los relatos difieren luego porque, tras el relato del sepulcro, la base común desaparece. Justamente por eso, los relatos de las apariciones poseen un gran valor en el aspecto histórico. Particularmente en la aparición de los once discípulos, las diferencias entre las diversas versiones son demasiado notables para poder depender literariamente unas de otras. Pero las coincidencias son suficientes, sin duda, para poder inferir unos hechos reales detrás de los relatos” («El Jesús histórico», páginas 544 y 545)

Finalmente, quiero cerrar esta sección con las palabras de N. T. Wright: “Por todas estas razones concluyo que el historiador, sean cuales sean sus creencias, no tiene más opción que la de afirmar la tumba vacía y los "encuentros" con Jesús como "acontecimientos históricos" en todos los sentidos esbozados en el capítulo 1: tuvieron lugar como acontecimientos reales; fueron acontecimientos importantes; son, en el sentido normal requerido por los historiadores, acontecimientos demostrables; los historiadores pueden y deben escribir sobre ellos. Sin ellos no podemos dar razón del cristianismo primitivo.

La hipótesis de "tumba más encuentros" queda garantizada, en efecto, por esa doble semejanza y doble desemejanza (con el judaísmo por un lado y con la iglesia primitiva por otro) que he defendido anteriormente como control metodológico en el estudio de Jesús68. Unas historias como éstas, con el tipo de explicación que los primeros cristianos ofrecían, tienen el sentido que tienen dentro del judaísmo del siglo I (semejanza), pero nadie dentro del judaísmo del siglo I esperaba algo así (desemejanza).

Unas historias como éstas sí explican, en efecto, la aparición del cristianismo primitivo (semejanza), pero no se pueden explicar como la proyección retrospectiva de la fe, la teología y la exégesis paleocristianas (desemejanza)” («La resurrección del hijo de Dios», página 862).

El papel de Jesús en la génesis del Cristianismo

¿Confirma la resurrección el mesianismo de Jesús? ¿Por qué el nombre de la religión que se fundamenta en la persona de Jesús de Nazaret no es «Jesuísmo», sino «Cristianismo»? ¿No entraña ya el nombre «Cristianismo» una valoración de Jesús que en cierto modo va mucho más allá de la que al parecer tuviera de sí mimo el Jesús histórico?

La palabra «Cristo»

La palabra Cristo, no es tanto un nombre como un adjetivo, y significa “ungido”. Viene siendo el equivalente griego del hebreo “mashiaj”, igualmente ungido.

Algunos ejemplos del uso de la palabra griega “jristós” en la Septuaginta son:

Levítico 4.5 “Y el sacerdote ungido tomará de la sangre del becerro, y la traerá al tabernáculo de reunión”

Aquí la expresión “el sacerdote ungido” es en hebreo “ha-kohen ham-mashiaj”, y en la Septuaginta “jo jiereús jo jristós”.

Levítico 4.16 “Y el sacerdote ungido meterá de la sangre del becerro en el tabernáculo de reunión”

Aquí la expresión “el sacerdote ungido” es en hebreo “ha-kohen ham-mashiaj”, y en la Septuaginta “jo jiereús jo jristós”.

Levítico 6.15 “Y tomará de ella un puñado de la flor de harina de la ofrenda, y de su aceite, y todo el incienso que está sobre la ofrenda, y lo hará arder sobre el altar por memorial en olor grato a Jehová”

Aunque en la versión Reina Valera de 1960 no aparece la expresión “el sacerdote ungido”, en cambio en el texto hebreo sí se la encuentra, o sea, “ha-kohen ham-mashiaj”, y en la Septuaginta “jo jiereús jo jristós”.

Levítico 21. 10 “Y el sumo sacerdote entre sus hermanos, sobre cuya cabeza fue derramado el aceite de la unción, y que fue consagrado para llevar las vestiduras, no descubrirá su cabeza, ni rasgará sus vestidos”

Aquí la expresión “el sumo sacerdote” (que se considera ungido) es en hebreo “ha-kohen ha-gadól” (el gran sacerdote), y en la Septuaginta “jo jiereús jo mégas”. Pero en este pasaje la palabra “jristós” es usada en conexión al aceite de la unción, en hebreo aquí, “shemén ham-mishjáh”, y en la Septuaginta “tu eláiu tu jristú”.

Levítico 21.12 “Ni saldrá del santuario, ni profanará el santuario de su Dios; porque la consagración por el aceite de la unción de su Dios está sobre él. Yo Jehová”

En este pasaje tenemos la misam situación del pasaje anterior, sólo que esta vez cambia la morfología de las formas hebreas y griegas por razones sintácticas.

1 Samuel 24.6 “Y dijo a sus hombres: Jehová me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi mano contra él; porque es el ungido de Jehová”

Aquí la expresión “el ungido de Jehová” es en hebreo “li-meshiaj adonay”, y en la Septuaginta “to jristó kuríu”.

Amós 4.13 “Porque he aquí, el que forma los montes, y crea el viento, y anuncia al hombre su pensamiento; el que hace de las tinieblas mañana, y pasa sobre las alturas de la tierra; Jehová Dios de los ejércitos es su nombre”

Aquí la expresión “al hombre” es en hebreo “le-adam”, pero en la Septuaginta va un poco más allá, y habla de “su ungido” (“ton jristón autú”).

Después de este análisis, pienso que estamos mejor preparados para comprender el hecho de considerar el Jesús como “el Cristo”.

Para mostrar la combinación Jesucristo como Cristo jesús, voy a quedarme dentro de los límites del considerado primer escrito de Pablo y del Nuevo Testamento, 1 Tesalonicenses.

Como ejemplos del empleo de la expresión «Jesucristo», consideremos a:

1 Tesalonicenses 1.1 “Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios Padre y en el Señor Jesucristo: Gracia y paz sean a vosotros”

1 Tesalonicenses 5.9 “Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo”

1 Tesalonicenses 5.28 “La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros. Amén”

Como ejemplos del empleo de la expresión «Cristo Jesús», consideremos a:

1 Tesalonicenses 2.14 “Porque vosotros, hermanos, vinisteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea; pues habéis padecido de los de vuestra propia nación las mismas cosas que ellas padecieron de los judíos”

1 Tesalonicenses 5.18 “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”

Estas dos formas, «Jesucristo», y «Cristo Jesús», en esencia comunican la misma idea (puesto que «Jesús es nombre», y «Cristo», adjetivo): «Jesús que es el Cristo», o sea, «Jesús el ungido», «el Mesías». De la misma forma, «Cristo Jesús», apunta a «el Cristo» («el Mesías») que es «Jesús». En consecuencia, tenemos que admitir que el nombre “Cristianismo” es el adecuado respecto de las pretensiones cristianas relativas al mesianismo de Jesús. En resumen, el nombre «Cristianismo» supone la confesión de que «Jesús el Cristo», o sea, «Jesús es el Mesías».

Ahora bien, ¿confirma la resurrección el mesianismo de Jesús? La opinión de N.T. Wright es que no, cito:

“La resurrección y la encarnación se confunden con frecuencia. Los teólogos hablan a menudo de la resurrección como si ésta connotara directa y necesariamente la divinidad de Jesús, y como si de hecho connotara poco más. La objeción a una investigación histórica de la resurrección resulta, pues, evidente: las flechas simplemente no alcanzarán el Sol. No se puede montar una argumentación histórica y terminar demostrando a "dios", o demostrando que Jesús fue la encarnación del Único Dios Verdadero53.

El historiador ni siquiera debe intentar pronunciarse sobre un tema que llevaría tan directamente a la cuestión de si este dios estaba en Cristo. Incluso Pannenberg, quien por supuesto sí piensa que podemos hablar históricamente de la resurrección, va, a mi parecer, demasiado lejos en la dirección de establecer un vínculo directo entre la resurrección y una cristología de la encarnación”

“Parte del problema que aquí se plantea -y sobre el cual hemos de volver- estriba en la confusión que sigue existiendo acerca del significado de la condición mesiánica. Desde una perspectiva del siglo I, decir que Jesús es "el Cristo" equivale a decir que es ante todo el Mesías de Israel, y no a decir que es el Logos encarnado, la segunda persona de la Trinidad, el hijo unigénito del padre. Durante el ministerio de Jesús y en el cristianismo más antiguo, ni siquiera la expresión "hijo de dios" significa lo que vino a significar en la teología posterior, aunque ya en tiempos de Pablo se puede observar una ampliación de su significado.

Pero, aun cuando nos hayamos recordado todo esto, la resurrección no tiene por qué entrañar necesariamente la condición mesiánica.

Si se hubiera descubierto con vida tres días después a uno de los dos bandidos crucificados con Jesús, o si uno de los mártires macabeos (que, según se cuenta, murieron con la promesa de la resurrección en los labios) hubiera sido resucitado a los pocos días, ello habría llenado de alegría a sus familiares y de asombro a sus amigos; se habría producido un gran agujero en la expectativa judía del segundo Templo, por no hablar ya de las cosmovisiones no judías; pero nadie habría concluido que esa persona era el Mesías, y mucho menos que él (o ella, ya que al menos un notable mártir macabeo fue una mujer) fuera en sentido alguno un ser divino encarnado” («La resurrección del hijo de Dios», páginas 52 y 53)

A pesar de que probablemente a la mayoría de los cristianos le parezca extraña la interpretación de N. T. Wright, lo cierto es que, desde la perspectiva del judaísmo, la resurrección no vino a confirmar que Jesús es el Mesías que, por cierto, todavía están esperando.

Por otro lado, precisamente por la peculiaridad y distinción que comporta el mesianismo que los cristianos le atribuyen a Jesús, en contraste con las históricas y tradicionales perspectivas mesiánicas judías, Charles Harold Dod, plantea:

“Excepto en un pasaje del cuarto Evangelio, nunca se presenta a Jesús reivindicando tan prolijamente que él es el Mesías, y ni siquiera aquí se trata de una reivindicación pública. Más aún: parece que Jesús mismo trató de disuadir a otros que querían darle tal título, aunque quizá no siempre se halla en condiciones de hacerlos callar. Sólo en dos casos parece, algo dudosamente, haberlo aceptado.

En la primera ocasión, tal como lo describen los tres primeros Evangelios, Jesús se halla solo con sus discípulos más allegados, en un lugar fuera de los límites de Palestina, conocido como Cesarea de Filipo. Jesús preguntó a los discípulos quién decían las gentes que era él. Ellos dieron diferentes respuestas. Luego preguntó: «y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Pedro respondió: «Tú eres el Mesías.» Desde este punto divergen nuestros informadores. Según Marcos (seguido de cerca por Lucas), Pedro no obtuvo respuesta alguna, sino que Jesús «les advirtió severamente que a nadie dijeran nada acerca de él.»

Mateo se expresa de otra manera. Según él, Jesús hizo buena acogida a la aserción de Pedro, pero, con todo, después de alabarlo, pasó (como en el relato de Marcos) a advertirles que no dijeran a nadie que él era el Mesías.

En Juan (para completar nuestro examen) tenemos la sensación de contemplar la misma escena, aunque quizá a través de un medio menos transparente, pero que nos permite ver sus grandes líneas. Según Juan, Pedro ni usó realmente el término «Mesías»; sino que dijo: «Nosotros sabemos bien que eres el santo de Dios.» La diferencia puede ser puramente verbal: la «unción» (que constituye en Mesías) es consagración, y la persona consagrada es «santa» por definición. En esta escena hay algo extrañamente enigmático.

¿Quiso o no quiso Jesús aceptar el título? Si nos atenemos a Mateo, lo quiso, aunque con cierta reserva. Si nos atenemos a Marcos, Lucas y Juan, todo lo que podemos decir es que no lo rechazó”

“Examinemos ahora la otra ocasión. Según los tres primeros Evangelios, cuando Jesús compareció ante el tribunal de Pilato, se le preguntó a bocajarro: « ¿Eres tú el Mesías?» Según Marcos, respondió sin ambages: «Sí, lo soy». Según Mateo. la respuesta fue: «Son tus palabras» (literalmente: «Tú lo has dicho»; no hay una prueba suficiente de que esto fuera una forma reconocida de afirmación, ni en griego ni en hebreo o arameo; podemos parafrasear: «Puedes pensarlo así, si te parece»).

En Lucas leemos que Jesús se negó absolutamente a responder. «Si tú eres el Mesías, dínoslo», dice el sumo sacerdote. Jesús replica: «Si os lo digo, no creeréis; y si os pregunto, no responderéis.» Juan no describe la escena ante el sumo sacerdote, pero parece haber un eco de ella en un pasaje donde se requiere públicamente a Jesús con palabras semejantes a las escogidas por Lucas: «Si tú eres el Mesías, dínoslo claramente.» Jesús replica: «Os lo dije ya, pero no queréis creerlo» (dando a entender, como se ve, que diferentes cosas que había dicho y hecho podían sugerirles la respuesta apropiada). Aquí volvemos a encontrarnos con el mismo problema: ¿quiso o no quiso Jesús aceptar el título de «Mesías» cuando se le preguntó públicamente?”

“Ciertamente Jesús era Mesías, pero en el sentido que él mismo daba al término. Así pues, debemos formular de otra manera la cuestión y preguntar no si Jesús pretendió ser el Mesías, sino « ¿qué clase de Mesías entendía ser?» No sería el Mesías de la expectación popular. ¿Cuál, pues? En Cesarea de Filipo, Pedro ensalzó a Jesús como Mesías. Jesús, después de advertir a sus discípulos que no dijeran nada de esto en público, abruptamente cambió de tema, o así les pareció a ellos: «Comenzó a enseñarles sobre que el Hijo del hombre tenía que padecer mucho y que había de ser reprobado.» (La expresión enigmática «Hijo del hombre» será examinada en otro lugar; aquí podemos tomarla sencillamente como una circunlocución en el sentido de «yo»). Pedro se escandalizó y trató de poner las cosas en su punto: « ¡Dios no lo quiera! ¡No, Señor, esto no te debe suceder!» Jesús replicó en términos de una aspereza inusitada: « ¡Quítate de mi presencia, Satanás, porque no piensas a lo divino, sino a lo humano». Bajo la radical permutación latía una profunda diferencia de puntos de vista.

Para Pedro, aquel hablar de sufrimiento y de reprobación estaba en absoluta contradicción con cualquier idea mesiánica; la mayoría de los judíos de aquel tiempo habrían pensado también de aquella manera. El Mesías había de ser un conquistador, no tenía que sufrir ni ser reprobado, sino aclamado como rey de Israel. Así parecían afirmarlo las Escrituras” («El fundador del cristianismo», páginas 116-120)

Ahora pienso que son importantes aquí la perspectiva de un judío confesante de la línea del judaísmo rabínico u ortodoxo: “Escribí este libro para arrojar alguna luz sobre las razones por las que, mientras que los cristianos creen en Jesucristo y en las buena noticia de su entronización en el reino de los Cielos, los judíos creen en la Torá de Moisés y forman en la tierra y en su propia carne el reino de Dios de sacerdotes y santos. Y esta creencia exige que los judíos fieles disientan de las enseñanzas de Jesús, por la razón de que dichas enseñanzas, en puntos importantes, contradicen a la Torá. Donde Jesús discrepa de la revelación de Dios a Moisés en el monte Sinaí, que es la Torá, está equivocado, y Moisés tiene razón” (Jacobo Neusner «Un Rabino habla con Jesús», página 199).

Previamente, Jacobo Neusner había planteado: “¿Pretendo yo que, después de leer mi libro, revisen los cristianos sus convicciones acerca del Cristianismo? En absoluto. La fe cristiana encuentra una legión de razones para creer en Jesucristo, (no simplemente que Jesús era y es Cristo); todo lo que yo afirmo y defiendo es que, puede ser, pero no porque diera cumplimiento a la Torá, o sostuviera la Torá, o se ajustara a la Torá; no porque mejorara la Torá. Según ese criterio, no habría seguido a Jesús entonces, y no aconsejaría a nadie seguirlo ahora” («Un Rabino habla con Jesús», página 26).

Como se ve por las expresivas palabras de Jacobo Neusner, la resurrección de Jesús podría haber originado un tipo de mesianismo al cual se aferra el Cristianismo, pero no ha logrado el que la persona, enseñanza y obra de Jesús de Nazaret satisfaga las más amplias expectativas judías en torno figura que, aún esperan, del Mesías.

Ahora bien, ¿fundó Jesús el Cristianismo? ¿Qué relación podemos establecer entre la resurrección de Jesús y los orígenes del Cristianismo?

Al respecto, Bart D. Ehrman se pronuncia en la siguiente manera: “El cristianismo es una religión arraigada en la creencia en la muerte de Jesús y su resurrección de entre los muertos. No obstante, parece que ésta no fue la religión que Jesús predicó a los judíos de Galilea y Judea. Si usamos un formulación que los estudiosos han propuesto a lo largo de los años, diremos que el cristianismo no es tanto la religión de Jesús (es decir, la que él mismo proclamó) como la religión sobre Jesús (es decir, la religión basada en su muerte y resurrección)”

Mi tesis es que, para e historiador, el cristianismo empieza después de la muerte de Jesús, no con la resurrección, sino con la creencia en su resurrección” («Jesús el profeta judío apocalíptico», páginas 285 y 286).

Después de considerar el punto de vista de Bart D. Ehrman Consideremos cómo en el Nuevo Testamento mismo se evidencia la crisis de fe y teológica en la que entraron los discípulos y discípulas de Jesús, con el prendimiento y muerte de Jesús:

“13Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. 14E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. 15Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. 16Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen. 17Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes? 18Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días? 19Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; 20y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron. 21Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido” (Lucas 24.13-21).

¿Habremos llegado, tal vez, a la más clara percepción y entendimiento de la frustración y crisis en la que entraron los seguidores y seguidoras de Jesús al enfrentarse con la muerte de éste?

A la pregunta de si Jesús fue el fundador del Cristianismo, Antonio Piñero responde:

“El Cristianismo es la teología del Nuevo Testamento y ésta sólo fue formulada por los discípulos de Jesús, no por Jesús mismo. Por tanto, una primera respuesta: desde este punto de vista objetivo y sencillo, obvio y veces olvidado, Jesús no pudo ser el fundador del Cristianismo ya que éste nace más tarde que él”

“La cuestión debería formularse, pues, de otro modo: ¿fue Jesús el impulsor de una ideología religiosa que posteriormente, gracias a sus ideas, y sin cambios sustanciales, se convertiría en el cristianismo? O ¿tiene esta religión unas características tan peculiares respecto a la religión de Jesús y su concepto de la salvación del ser humano que debe considerarse como una entidad en muchos e importantes puntos nueva y casi «autónoma»?”

“¿Fue realmente Jesús el fundador de un culto nuevo? Dado el pensamiento religioso de Jesús, no fue éste el fundador del cristianismo, sino su primer impulsor. Esta frase debe entenderse del siguiente modo: Independientemente de de lo que el Jesús histórico pudo o no haber hecho. Es incuestionable que él inició el proceso que se convirtió en el Cristianismo. Jesús, con su genio religioso, reflexionó profundamente sobre la religión judía e hizo un especia hincapié en ciertos aspectos de ella que lo situaron en un punto aparte dentro del panorama de la religiosidad judía del primer siglo (compárese el punto de vista expresado por Jacobo Neusner)”

El cristianismo no se entiende sin Jesús de Nazaret, cierto, pero más como condición y fundamento que como su fundador estricto” («Guía para entender el Nuevo Testamento», paginas 300 y 301).

Continúa Pinero diciendo: “Si por definición se admite que la teología cristiana constituye la esencia de la nueva religión, es evidente que ésta sólo se plasmó después de la muerte de Jesús. Visto desde afuera no hay fe cristiana hasta después de la Pascua, por tanto, sólo hay cristianismo tras la muerte de Jesús, no antes” («Guía para entender el Nuevo Testamento», pagina 299).

Desde esta perspectiva, concluimos que con la muerte y resurrección de Jesús se dieron las condiciones para que efectivamente surgiera el Cristianismo; no obstante, sin lograr que el judaísmo desapareciera, perdiera su vigor, o se sintiera sustituido o desplazado por el Cristianismo, por la fe que entiende que Jesús es el Cristo, el Mesías.

No existe, pues, Cristianismo sin Jesucristo, cierto, pero sólo con un Jesús que realmente vive. No puede haber Cristianismo sin Jesús de Nazaret, sí, y sólo sí, con un Jesús de Nazaret, que vive, y que es confesado por aquellas personas que creen en él, como el Cristo, como el Mesías.

Concluyo con las elocuentes palabras de Pablo:

“Y si Cristo no resucitó, el mensaje que predicamos no vale para nada, ni tampoco vale para nada la fe que ustedes tienen. 15Si esto fuera así, nosotros resultaríamos ser testigos falsos de Dios, puesto que estaríamos afirmando en contra de Dios que él resucitó a Cristo, cuando en realidad no lo habría resucitado si fuera verdad que los muertos no resucitan” 1 Corintios 15.14-15

“Pero lo cierto es que Cristo ha resucitado. Él es el primer fruto de la cosecha: ha sido el primero en resucitar” 1 Corintios 15.20

“Por lo tanto, mis queridos hermanos, sigan firmes y constantes, trabajando siempre más y más en la obra del Señor; porque ustedes saben que no carece de fundamento el trabajo que hacen en unión con el Señor” 1 Corintios 15.

¡Bendiciones y saludos fraternales!

Las 7 palabras de Jeús en la cruz (6 y 7)

Originalmente tenía planificado publicar un artículo por cada una de las siete palabras, pero luego, considerando la estrecha relación que Juan 19.30 (texto de la sexta palabra) establece con la situación en que la tradición sinóptica ubica la séptima, decidí analizar y publicar la sexta y séptima palabras en conjunto.

La sexta palabra de las siete pronunciadas por Jesús en la cruz, pero la séptima según el orden en que aparece en el NT, es: “Consumado es” Juan 19.30.

El texto completo de Juan 19.30, en la versión Reina Valara de 1960, dice: “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.”

Como se ve por Juan 19.30, en el contexto en que el cuarto evangelio sitúa la sexta palabra, es el mismo en que la tradición sinóptica coloca la séptima y última palabra. Es más, se podría decir que para el evangelio de Juan «consumado es», viene a ser la última palabra expresada por Jesús en la cruz.

La séptima palabra de las siete pronunciadas por Jesús en la cruz, pero la cuarta según el orden en que aparece en el NT, es: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” Lucas 23.46.

Consideremos ahora, los textos que nos proporcionan el contexto en que la tradición sinóptica ubica la séptima palabra:

“33Cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. 34Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? 35Y algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: Mirad, llama a Elías. 36Y corrió uno, y empapando una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a bajarle. 37Mas Jesús, dando una gran voz, expiró. 38Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo” (Marcos 15.33-38)

“45Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. 46Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? 47Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama éste. 48Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. 49Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle. 50Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. 51Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; 52y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; 53y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos” (Mateo 27.45-53)

“44Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. 45Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. 46Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró” (Lucas 23.44-46)

Ahora bien, dado que en relación a la sexta y séptima palabra los textos muestran problema alguno de crítica textual, nos vamos a ahorra la comparación de versiones.

Análisis comparativo de los detalles que acompañan la muerte de Jesús

Pasemos, pues, al análisis comparativo del contexto y los detalles en que tanto la tradición sinóptica como Juan se ubica la muerte de Jesús

1) El evangelio de Lucas (que por cierto no hace referencia a la quinta y sexta palabras), ubica la séptima palabra alrededor de la “hora novena” (cerca de las tres de la tarde) en armonía con Marcos y Mateo, un poco después (no sabemos qué tanto) de Jesús haber pronunciado la que analizamos en este serie como la segunda palabra (“Hoy estarás conmigo en el paraíso” Lucas 23.43).

2) El evangelio de Lucas, en armonía con el evangelio de Mateo, pero a diferencia de los evangelios de Marcos y Juan; menciona una serie de fenómenos que antecedieron la muerte de Jesús (en Mateo posteriores a). Entre estos, las tinieblas, el cielo se nubló, y el velo del templo se rasgó en dos.

3) La tradición sinóptica se muestra uniforme (Marcos, Mateo, Lucas) en afirmar que hubo “tinieblas” desde la hora sexta hasta la novena.

4) El evangelio de Mateo que, por cierto, tampoco hace referencia a la quinta y sexta palabras, ubica la muerte de Jesús igual que Marcos y Lucas, alrededor de la “hora novena”, un poco después de haber pronunciado la que analizamos en esta serie como la cuarta apalabra (“Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?” Mateo 27.46; Marcos 15.34). Mateo también establece cierta cercanía entre la muerte de Jesús y el haberle dado a Jesús vinagre a beber.

5) El evangelio de Mateo, en armonía con el evangelio de Lucas, y a diferencia de Marcos y Juan, menciona una serie de fenómenos que se conectan con la muerte de Jesús. La diferencia entre Mateo y Lucas, en este aspecto, es que Mateo sitúa dichos fenómenos como posteriores a la muerte de Jesús y agrega varios que no menciona Lucas (que por cierto los ubica antes de la muerte de Jesús).

6) Los fenómenos que según el evangelio de Mateo tuvieron lugar después de la muerte de Jesús, son: el velo del templo se rasgó en dos (y de arriba abajo), tembló la tierra, las rocas se partieron, se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron.

7) El evangelio de Marcos, en armonía con Juan, y a diferencia de Mateo y Lucas, no menciona los fenómenos que acompañaron la muerte de Jesús (en Lucas ante de; pero después de, en Mateo).

8) El evangelio de Marcos, en armonía con el evangelio de Mateo, afirma que el velo del templo se rasgó “de arriba abajo”; y a diferencia con Lucas que sólo afirma que “y el velo del templo se rasgó por la mitad”

9) El evangelio de Juan, a diferencia de la tradición sinóptica, no dice nada respecto de la hora en que Jesús murió. Tampoco dice nada (en armonía con Marcos y a diferencia de Mateo y Lucas) de una serie de fenómenos que hayan acompañado la muerte de Jesús (ni antes como en Lucas), ni después (como en Mateo).

Explicación sintética respecto de la naturaleza de los fenómenos que acompañaron la muerte de Jesús en la tradición sinóptica

Dado el poco espacio y la naturaleza de este trabajo, a manera de una explicación orientadora, respecto de los fenómenos que según la tradición sinóptica acompañaron la muerte de Jesús; traigo a colación una interesante síntesis que plantea Raymond E. Brown, después de haber realizado un análisis minucioso de cada uno de estos fenómenos, cito:

“Todos los fenómenos que hemos examinado en esta sección representan una interpretación teológica del significado de la muerte de Jesús, efectuada con el lenguaje y las imágenes de la apocalíptica. Ya he señalado en el COMENTARIO que convertir en una cuestión de principal interés su historicidad literal es no haber entendido su carácter de símbolos ni el género literario en que son presentados93. Un ejemplo comparable sería el debate, hacia 4000 d. C., sobre la historicidad literal del libro de George Orwell 1984. Orwell supo reflejar con agudeza extraordinaria las fuerzas destructivas desatadas en su tiempo; pero en esa obra plasmó una visión personal, no la historia real de lo que pasó un determinado año. (O, si se prefiere un ejemplo de la época neotestamentaria: difícilmente es postulable la historicidad literal de las señales apocalípticas que Pedro ve realizadas en Pentecostés [Hch 2.19-20], p. ej., la conversión de la luna en sangre) Dado que para la fe cristiana la autodonación del Hijo cambió la relación de los hombres con Dios y transformó así el cosmos, las imágenes apocalípticas eran de muchas maneras un medio más eficaz de comunicar esas verdades situadas más allá de la experiencia ordinaria que lo habría sido la disquisición discursiva. Los apocalípticos, pese a toda la fuerza de sus imágenes, se expresan todavía dentro de la limitada esfera de la aproximación humana; en sus escritos muestran conciencia de no haber agotado la riqueza de lo ultramundano, y esa conciencia queda a veces oscurecida por una exposición más precisa y prosaica” («La muerte del Mesías», tomo II, páginas 1,338, y 1, 339).

La muerte de Jesús expresada en palabras de cada evangelio

En Marcos “Mas Jesús, dando una gran voz, expiró” (15.37)

En Mateo “Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu” (Mateo 27.50)

En Lucas “Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró” (Lucas 23.46)

En Juan “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu” (Juan 19.30)

Comentario sintético de la sexta palabra “Consumado es” Juan 19.30

Cierro esta sección con palabras propias de Raymond E. Brown:

"Cuando, pues, hubo tomado el vino agrio, Jesús dijo: 'Está concluido'" (19.30a). La idea recién apuntada de que Juan interpretaba positivamente el ofrecimiento de vino agrio en un hisopo explica no sólo que Jesús provocase el ofrecimiento diciendo, "Tengo sed", sino también que él tomase el vino al serle acercado a la boca (algo que menciona sólo Juan). En 18,11, Jesús dijo que quería beber la copa que el Padre le había dado; por tanto, al tomar el vino que le ofrecen, ha cumplido el compromiso contraído al comienzo del relato de la pasión. Cuando Jesús bebe el vino de la esponja puesta en un hyssop, está desempeñando simbólicamente el papel escriturístico del cordero pascual anunciado al comienzo de su carrera; por tanto, ha cumplido el compromiso contraído cuando la Palabra se hizo carne. En 19.28a hemos leído: "Jesús, habiendo sabido que ya todo estaba concluido"; ahora, en 19.30a, Jesús lo expresa directamente: "Está concluido". Estos dos pasajes con tetelestai flanquean la declaración "Tengo sed", estructura que cuenta con un paralelo marcano en la exclamación "Dios mío, Dios mío, ¿por qué [razón] me has abandonado?" flanqueada por sendas apariciones de "fuerte grito" en Marcos 15.34 y 15.37. Desde otro punto de vista, mientras que en Marcos/Mateo y en Lucas las últimas palabras de Jesús están constituidas por esa cita de los salmos, en Juan el eco sálmico "Tengo sed" es el penúltimo dicho de Jesús y "Está cumplido" sus últimas palabras. Puesto que "Tengo sed" conecta con "todo estaba cumplido", podemos pensar que esta frase y "Todo cumplido" constituyen funcionalmente un solo dicho” ((«La muerte del Mesías», tomo II, página 1, 276)

“En el evangelio de Juan, Jesús, que vino de Dios, ha terminado lo que le encargó el Padre, por lo cual su muerte se convierte en la decisión que ahora, ya todo concluido, toma libremente. Su "Tengo sed", eco de Salmo 22.16, ha causado el ofrecimiento de vino agrio en un hisopo, cumpliendo no sólo Sal 69.22, sino también el motivo de Ex 12,22 de rociar con la sangre del cordero. Jesús dijo que el testimonio dado de él por el Padre (5.37) concordaba con las Escrituras que también daban testimonio de él (5,39). En consecuencia, su "Está concluido" alude tanto a la obra que le encomendó el Padre como al cumplimiento de la Escritura. Como "cordero de Dios" ha quitado el pecado del mundo, desarrollando y completando el papel del cordero pascual en la teología veterotestamentaria” («La muerte del Mesías», tomo II, página 1, 277)

Comentario sintético de la séptima palabra “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” Lucas 23.46

Cierro esta sección igualmente con palabras propias de Raymond E. Brown:

“La oración principal con el verbo relativo a morir. Ninguno de los evangelistas utiliza los verbos normales para la acción de morir: apothneskein o teleutanni. Marcos y Lucas tienen la referencia más simple, con su empleo de ekpnein ("expirar"). A la luz de su teoría (que considero exagerada) de la expulsión del demonio a la muerte de Jesús, Danker ("Demonic", 67-68) interpreta el verbo ekpnein en el sentido de que Jesús "expulsó el pneuma [mal espíritu]" y asocia el fuerte grito con la salida del demonio. Lucas, que sigue aquí a Marcos, seguramente no lo entendió así. El Jesús lucano, que fue concebido en María al descender sobre ella el Espíritu Santo (1.35), de ningún modo podía estar habitado por un demonio; fue en Judas en quien entró Satanás (22.3). Menos imaginativamente, Taylor (Mark, 596) encuentra en el verbo ekpnein la idea de una muerte violen-ta, repentina, al parecer porque lo interpreta como referente a una fuerte emisión de aire seguida de un gran grito. Dudo asimismo que Lucas, al usar este verbo, esté atribuyendo una muerte violenta a Jesús. Más sencillamente, puesto que ekpnein es un eufemismo por "morir" en Sófocles, Plutarco y Josefo (BAGD, 244), como también en mi traducción literal "expirar", creo que Marcos y Lucas usaron el verbo que encontraron más suave.

Por lo que respecta a Juan, su "entregó [paradidonai\ el espíritu" es interpretado frecuentemente a la luz del lucano "Padre, en tus manos pongo [paratithenaí\ mi espíritu". Ciertamente es una interpretación posible en principio. Jesús va al Padre, y no deja de ser oportuno que la larga cadena de entregas de Jesús (cf. tomo I, pp. 274-75) termine en esta entrega de sí. Pero aquí se trata del Jesús joánico, que ya es uno con el Padre; por tanto, al Padre puede ir, pero ¿puede entregarle su espíritu? Recordando lo dicho al comentar "habiendo inclinado la cabeza", ¿no tendríamos una mejor secuencia si, al ir al Padre, Jesús entrega su espíritu a los que están al pie de la cruz? En 7,37-39 prometió que cuando fuera glorificado, quienes creyeran en él recibirían el Espíritu. ¿Qué más adecuado que los creyentes que antes no se marcharon a la hora del arresto (18,8) y ahora se han reunido junto a la cruz sean los primeros en recibirlo? Esto significaría que, mientras que los otros evangelistas describieron a Jesús exhalando su espíritu o fuerza vital, Juan entendió de otro modo la tradición e identificó "espíritu" con el Espíritu Santo. Intérpretes de Juan tan destacados como Bernard, Bultmann y Lagrange rechazan esta idea. Una objeción principal es que en el resto del NT sólo Cristo resucitado da el Espíritu Santo. Sin embargo, aunque aún no ha resucitado de entre los muertos, el Jesús joánico ha sido levantado en la cruz y ya está pasando de este mundo al Padre (13,1; 17,11). Ya es considerablemente asimilable al Jesús resucitado de los otros evangelios. También se objeta que el Espíritu Santo es dado explícitamente la tarde del domingo en Jn 20,22. Pero hay que tener en cuenta el modo en que Juan combina presentaciones cristianas comúnmente conocidas con las peculiares de la memoria de su propia comunidad. En la escena del domingo de 20.19-23, conserva la tradición compartida con otros evangelios de que Jesús resucitado se apareció a los Doce (cf. 20,24), iniciadores de la gran Iglesia. En la tradición de esa Iglesia nada habla acerca de especiales seguidores de Jesús no miembros de los Doce y presentes junto a la cruz; pero algunos de ellos, especialmente el discípulo amado, estuvieron en el origen de la comunidad joánica. Muy consonante con el estilo joánico es que, aun sin rechazar a los Doce (y menos a Pedro), se dé la prioridad al discípulo a quien Jesús amaba. posiblemente, pues, Juan quiere decir que, cuando Jesús inclinó su cabeza hacia los que estaban junto a la cruz -i.e., los creyentes que fueron recordados como los fundadores de la comunidad joánica-, les dio el Espíritu Santo. Ellos habrían sido los primeros en ser hechos hijos de Dios por Jesús victorioso, cuando fue levantado en la cruz y antes de resucitar de entre los muertos” («La muerte del Mesías», tomo II, páginas 1,279-1,282).

Conclusión: La palabra sexta (“Consumado es” Juan 19.30) y la séptima (“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” Lucas 23.46); nos invitan a reconocer, por un lado, que la muerte de Jesús fue una muerte real, verificable y tangible; no una mera ficción; por otro lado, que la obra de Jesús de Nazaret no concluye en un fracaso, sino que, por el contrario, su muerte es el gran sello de su victoria (Colosenses 2.11-15); victoria que se expresaría no mucho después mediante la resurrección, por la cual, en palabras de Pablo, “sorbida es la muerte en victoria” (1 Corintios 15.54).

Colosenses 2.11-15 “11En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; 12sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos. 13Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, 14anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, 15y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (compárese Efesios 2.11-22).

1 Corintios 15.53-57 “53Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. 54Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. 55¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? 56ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. 57Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Compárese Filipenses 2.1-11)

Exhortación para el testimonio cristiano:

La muerte de Jesús de Nazaret y su consecuente victoria mediante la resurrección, nos comprometen a luchar contra todo tipo de injustita, y a combatir todo sistema y práctica que atente contra la vida y la dignidad de los seres humanos y de toda la creación como tal. También nos invitan a considerar seriamente lo trascendente. Si bien los seres humanos sólo vemos lo que está frente a nuestros ojos, pensar en los trascendentales propósitos de Dios con su creación (no sólo con los seres humanos, sino con el ambiente, la flora y la fauna también); demandan de nosotros una preocupación por el logro de la voluntad de Dios en una forma más integral, trascendente sí, pero sensible y encarnada también.

¡Misión cumplida!

¡Hasta la próxima si Dios así lo permite!

jueves, 21 de abril de 2011

Las 7 Palabras de Jesús en la cruz ( 5 de 7)

La quinta palabra de las siete pronunciadas por Jesús en la cruz, pero la sexta según el orden en que aparece en el NT, es: “Tengo sed” Juan 19.28.

El texto completo de Juan 19.28, en la versión Reina Valera de 1960, dice: “Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed.”

Pero para favorecer la mejor comprensión de la frase en cuestión, voy a citarla en su contexto más amplio, Juan 19.28-30:

“28Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. 29Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. 30Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.”

De entrada hay que admitir que el texto que nos ocupa no muestra problema alguno de crítica textual, hecho que se evidencia en la similar forma en que las distintas versiones de la Biblia lo traducen. Como muestra voy a citar por lo menos dos versiones distintas a la Reina Valera de 1960. Sin embargo, sí tenemos que reconocer que la interpretación de Juan 19.28 nos exige que lo analicemos a la luz de los contrastes que muestra con relación a la tradición sinóptica. También hay que tomar en serio la apelación a la escritura del AT que hace el autor del cuarto evangelio.

La traducción de Juan 19.28 en otras tres versiones de la Biblia

Versión popular Dios Habla Hoy:

“Después de esto, como Jesús sabía que ya todo se había cumplido, y para que se cumpliera la Escritura, dijo: —Tengo sed.”

La sagrada Biblia, traducción de la Vulgata Latina:

“Después de esto, sabiendo Jesús que todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: Tengo sed.”

Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras:

“Después de esto, cuando Jesús supo que ya todas las cosas se habían realizado, para que se realizara la escritura, dijo: «Tengo sed».”

Contrastes entre la tradición Joánica y la tradición sinóptica con relación a Juan 19.28

Marcos 15.36-36 “Y algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: Mirad, llama a Elías. 36Y corrió uno, y empapando una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a bajarle.”

Mateo 27.47-49 “47Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama éste. 48Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. 49Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle.”

Lucas 23.35-37 “35Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios. 36Los soldados también le escarnecían, acercándose y presentándole vinagre, 37y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.”

Análisis comparativo:

Antes de entrar al análisis comparativo propuesto, quiero advertir que la tradición sinóptica (sólo Marcos y Mateo) pone en evidencia que a Jesús, antes de ser crucificado, le dieron a beber vinagre mezclado (con mirra según Marcos; pero con hiel, según Mateo). Observemos:

“Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, a que le llevase la cruz. 22Y le llevaron a un lugar llamado Gólgota, que traducido es: Lugar de la Calavera. 23Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; mas él no lo tomó” (Marcos 15.21-23).

“Cuando salían, hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a éste obligaron a que llevase la cruz. 33Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera, 34le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo” (Mateo 27.32-34).

Me parece importante traer a colación aquí, el comentario de Raymond E. Brown:

“En Marcos/Mateo se ofrece a Jesús dos veces bebida. Aquí, al comienzo de la crucifixión, "ellos", i. e., los soldados romanos, le dan oinos (vino) mezclado con mirra/hiel, pero él no lo toma. (Para el primer verbo, Marcos usa el imperfecto en un sentido posiblemente conativo: intentaban dárselo.) Al final, después del grito de desolación de Jesús e inmediatamente antes de su muerte, "uno" de los presentes empapa una esponja en oxos (vino agrio), la sujeta a una caña y se lo da a beber (Marcos 15.36; Mateo 27.48). Esto se realiza en un contexto de burla, pero no es claro que sea una burla la acción misma. No se nos dice si Jesús lo bebió.

En Lucas hay un solo ofrecimiento de este tipo: hacia la mitad de la permanencia de Jesús en la cruz, los soldados (mencionados por primera vez) se burlan de él, se acercan y le ofrecen oxos, de modo semejante a como sucede en Marcos 15.36 (pero sin la esponja). Los agentes son los soldados; pero quizá esto no sea suficiente para afirmar que aquí hay un reflejo del primer ofrecimiento marcano, puesto que Lucas tiende a tratar favorablemente a los espectadores y podría estar corrigiendo la descripción ofrecida por Marcos.

En Juan hay solo un ofrecimiento: de vino agrio. Al final (19,29-30), inmediatamente antes de morir Jesús, "ellos" (¿los soldados?) ponen en un hisopo una esponja empapada en oxos y la acercan a los labios de Jesús; él lo toma. Claramente, esto es un paralelo del ofrecimiento de vino agrio en Marcos/Mateo.

Vemos, pues, que sólo en Marcos/Mateo se narra el ofrecimiento inicial de “oinos”, mientras que más tarde, o ya hacia el final de la crucifixión, los cuatro evangelios refieren el ofrecimiento de “oxos”, como hace el evangelio apócrifo de Pedro” («La muerte del Mesías», páginas 1,118 y 1,119).

Respecto a la posible duplicación del ofrecimiento de vinagre a Jesús en la tradición sinóptica (sólo Marcos y Mateo), Raymond E. Brow, plantea:

Aunque sobre toda esta cuestión no es posible la certeza, creo que la siguiente hipótesis es la que mejor explica la presencia de los ofrecimientos de vino en los evangelios. En la tradición primitiva había un solo ofrecimiento de vino corriente (o de vinagre, “oxos”), probablemente como elemento escarnecedor de Jesús sediento en la cruz. Esto se ha conservado en el único ofrecimiento de Juan y en el segundo de Marcos/Mateo. Fue probablemente el propio Marcos quien introdujo en el relato de la crucifixión el vino con una sustancia lenitiva, ofrecido frecuentemente a los reos en ese tipo de ejecuciones. La tendencia de Marcos a formar duplicados está bien atestiguada; aquí, la introducción creó un paralelismo inclusivo entre el comienzo y el final de la escena. Y lo que es más importante: permitió a Marcos señalar al lector el rechazo por Jesús de lo que podía evitarle el sufrimiento, mostrando así al final del drama la disposición de Jesús a beber la copa del sufrimiento que el Padre le había dado. Mateo, al adaptar Marcos, habiendo reconocido el eco de Salmo 69.22 en el segundo ofrecimiento, introdujo otro eco ("hiél") en el primero; así la crucifixión de Jesús cumplía las dos líneas de lo que el salmista había dicho sobre el sufrimiento del justo. En cuanto a Lucas, su único ofrecimiento (23.26) deriva de la descripción marcana del segundo (no de una tradición prelucana; su omisión del primer ofrecimiento de Marcos es un ejemplo de su tendencia a la simplificación, que lo lleva a prescindir de la duplicación marcana” («La muerte del Mesías», páginas 1, 122 y 1, 123).

Pasemos, pues, ahora, a el análisis comparativo de Juan 19.28 y la tradición sinóptica

1) En la tradición sinóptica (Marcos, Mateo y Lucas) el darle a Jesús vinagre a beber consiste en una forma de burla, después de que éste exclamó “Eloí, Eloí (Elí, Elí), ¿lemá sabactaní?”.

2) En la tradición sinóptica el darle a Jesús vinagre a beber, no tiene nada que ver con una exclamación de Jesús respecto de la sed que tenía. En otras palabras, en la tradición sinóptica no vemos a Jesús gritando o expresando que tuviera sed y que, en consecuencia, accediendo a su petición, los soldados le hubieren dado vinagre, aunque igualmente en forma de burla.

3) En la tradición sinóptica, a diferencia de Juan, no se afirma que el darle vinagre a Jesús tuviera que ver con cumplimiento alguno de la Escritura.

4) En Juan parece conectar el empleo del vinagre con la idea de presentar a Jesús como cordero pascual. Esta hipótesis se basa en que Juan, a diferencia de los sinópticos (sólo Marcos y Mateo, que hablan de “una caña”; habla más bien de “una esponja colocada en un hisopo”.

Consideremos ahora la explicación de Raymond E. Brown del uso del “hisopo” en Juan:

“Una solución mucho mejor es aceptar que Juan alude al hisopo bíblico, a pesar de que la poca consistencia de esa planta hace muy improbable la referencia. Al comentar los ofrecimientos de vino a Jesús en Marcos/Mateo, vimos que, con el primero, Mateo subrayó el componente bíblico (posiblemente implícito en Marcos) cambiando el "vino con mirra" de Marcos 15.23 en "vino con mezclado con hiél" (Mateo 27.34), pese a la poca verosimilitud de esa mezcla, a fin de establecer una conexión con la primera parte de Sal 69.22, donde al justo doliente le dan “hiél” sus enemigos. Del mismo modo, aun siendo poco creíble el hisopo como soporte de la esponja, Juan pudo haber realizado un cambio en el ofrecimiento de vino con el mismo propósito de reflejar la Escritura.

La más famosa referencia al hisopo está en Éxodo 12.22, donde se prescribe un manojo de hisopo como instrumento para rociar con sangre del cordero pascual el dintel y las jambas de las casas israelitas. Esto es evocado en Hebreos 9.18-20 para describir cómo la muerte de Jesús ratificó una nueva alianza, recordando que Moisés empleó un hisopo para rociar al pueblo con sangre de animales, sellando así la antigua alianza. ¿Introdujo Juan el hisopo en el ofrecimiento de vino para mostrar a Jesús cumpliendo el papel asignado en la Escritura al cordero pascual? Otros pasajes que sugieren un papel de cordero para Jesús en el relato de la pasión joánico son 19.14, donde Jesús es juzgado a mediodía, precisamente la hora en que se iniciaba el sacrificio de los corderos para la Pascua en la zona del templo (cf. tomo I, p. 996), y 19.33, 36, donde el hecho de que a Jesús no le quiebren las piernas cumple la Escritura en lo tocante a Éxodo 12.10.

Probablemente, la referencia al hisopo de Juan 19.29 tiene como fin avisar a los lectores de una inclusión con la alusión de Juan Bautista a Jesús al comienzo del evangelio: "He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (1.29). De ser así, entonces Jesús, al originar el ofrecimiento de vino con su "Tengo sed", habría concluido la obra encomendada por el Padre y cumplido las Escrituras.

"Cuando, pues, hubo tomado el vino agrio, Jesús dijo: 'Está concluido” («La muerte del Mesías», páginas 1, 274 y 1, 275).

Conclusión: La forma en que el evangelio de Juan hace referencia al hecho de que Jesús exclamó que tenía sed (a diferencia de la tradición sinóptica), se explica muy bien en el contexto en que el evangelio de Juan - desde su particular teología, y desde el principio-, identifica a Jesús como “el cordero de Dios que quita los pecados del mundo”, el cordero de Dios que estaba cumpliendo fielmente en la cruz su papel redentor.

Exhortación para el testimonio cristiano:

¿Es la sed la simple necesidad de agua? ¿No podría ser también una expresión figurada, una metáfora que implique necesidades vitales y urgentes del ser humano?

Efectivamente, pienso que sí. En la misma Biblia también encontramos y, precisamente en los labios del mismo Jesús, la expresión “sed de justicia” (Mateo 5.6)

Es posible, pues, no tener necesidad de agua en el sentido puramente físico, pero sí vivir en un contexto done impere la “sed”, como expresión de una serie de necesidades no satisfechas de aspectos esenciales para la adecuada calidad de vida del ser humano.

Que nos ayude Dios a ser instrumentos suyos en la búsqueda del establecimiento de un clima de verdadera justicia: Un clima donde el ser humano puede vivir en toda su amplitud, con todas sus implicaciones, el hecho de ser y existir con la dignidad que le aporta el haber sido creado a imagen de su hacedor.

¡Amén!

Las 7 Palabras de Jesús en la cruz ( 4 de 7)

La cuarta palabra de las siete pronunciadas por Jesús en la cruz, pero la primera según el orden en que aparece en el NT, es: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?” Mateo 27.46; Marcos 15.34

Esta expresión también muestra algunas dificultades en su interpretación.

Esta palabra se la encuentra en dos de los cuatro evangelios canónicos, Marcos y Mateo. Pero como veremos, hay ciertas diferencias respecto de la forma en que la conservaron ambos evangelios. Comencemos, pues, por considerar a Marcos 15.34 y Mateo 27.46 en algunas versiones de la Biblia, teniendo como punto de partida la versión Reina Valera de 1960.

Marcos 15.34 “Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? 35Y algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: Mirad, llama a Elías.”

Mateo 27.46 “Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”

La versión Popular Dios Habla Hoy

Marcos 15.34 “A esa misma hora, Jesús gritó con fuerza: “Eloí, Eloí, ¿lemá sabactani?” (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”)”

Mateo 27.46 “6A esa misma hora, Jesús gritó con fuerza: “Elí, Elí, ¿lemá sabactani?” (es decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”)”

Versión Reina Valera Actualizada 2006

Marcos 15.34 “Y en la hora novena Jesús exclamó a gran voz, diciendo: — ¡Eloi, Eloi! ¿Lama sabactani? — que traducido quiere decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? — .”

Mateo 27.46 “Como a la hora novena Jesús exclamó a gran voz diciendo: — ¡Elí, Elí! ¿Lama sabactani? — que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? —”

Ahora bien, una comparación entre estas tres versiones, nos da los siguientes resultados.

En primer lugar, las tres coinciden en que Marcos una la forma aramea de la expresión “Dios mío, Dios mío”, o sea “Eloí, Eloí.”

En segundo lugar, las tres versiones coinciden e que Mateo usa la forma hebrea de la exclamación “Dios mío, Dios mío”, o sea “Elí, Elí”.

En tercer lugar, la versión Reina Valera de 1960 y la Reina Valera Actualizada 2006 concuerdan en que Marcos y Mateo emplean la forma hebrea de la pregunta ¿Por qué me has desamparado?, o sea, “¿Lamá sabactaní?”.

En cuarto lugar, sólo la versión popular Dios Habla Hoy plantea que Marcos y Mateo emplean por igual la forma aramea de la pregunta ¿Por qué me has desamparado?, o sea, ¿Lemá sabactaní?

La forma de Marcos 15.34 y Mateo 27.46 en el NT griego

La consulta al texto griego de ambos pasajes nos da los siguientes resultados:

En primer lugar, que Marcos emplea la frase “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?, totalmente en arameo, a saber “Eloí Eloí, ¿lemá sabajtaní?

En segundo lugar, que Mateo emplea la forma hebrea de la frase “Dios mío, Dios mío”, a saber, “Elí, Elí”.

En tercer lugar, que Mateo (en concordancia con Marcos) emplea la forma aramea de la pregunta ¿Por qué me has abandonado?, o sea, ¿lemá sabajtaní?

En cuarto, lugar, que sólo la versión popular Dios Habla Hoy se ajusta al texto griego de Marcos y Mateo al reflejar que, por un lado, Marcos emplea la forma aramea por completo (Eloí, Eloí, ¿lemá sabajtaní?); y por otro lado, que Mateo, emplea la forma hebrea en la primera parte de la expresión (Elí, Elí, Dios mío, Dios mío), pero la forma aramea en la segunda parte de la expresión (¿lemá sabajtaní?).

Marcos 15.34 y Mateo 27.46 y el texto hebreo del Salmo 22.1

La forma hebrea traducida “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” en la Reina Valera de 19690 es “Elí Elí ¿lamá azavtaní?”. Esta evidencia apunta a que la forma en que conocemos a Marcos 15.34 es aramea, y que la primera parte de Mateo 27.46 es hebrea, si bien la segunda parte, según el texto griego (y contrario al texto de la Reina Valera 1960 y la Reina Valera Actualizada 2006), es aramea, en conformidad con Marcos.

Implicaciones de la expresión “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?

Una pregunta que plantea Mateo Bautista en su obra «La Pasión de Cristo, 151 preguntas y respuestas», es la siguiente: ¿Murió Jesús sintiéndose abandonado? (pregunta 127, página 127). Y a continuación la amplía con otras tres: 1) ¿Sintió Jesús que moría como un fracasado?; 2) ¿Experimentó que Dios lo abandonó al final de su misión?; 3) ¿Murió en la desesperación?

Mateo Bautista no quiere darle una respuesta positiva e esta pregunta. Y concluye “Jesús no murió sintiéndose abandonado por el Padre, sino abandonado en el Padre, que siempre tiene la última palabra de vida” (página 128).

Partiendo de la dependencia de estas palabras del Salmo 22, Mateo Bautista argumenta: “Este es el salmo del justo orante que sufre. Y es uno de los salmos más esperanzadores de la Biblia, as esperanzadores de la Biblia”, afirma Mateo Bautista.

Pero a pesar de esto, ante la profundidad de la queja del salmista que domina en la mayor parte del salmo (los primeros 21 versículos, de 31 que tiene el salmo); Mateo Bautista argumenta que “al poner las palabras iniciales de un salmo, los evangelistas dan a entender que Jesús recitó todo el salmo” (página 128).

En otras palabras, que los evangelistas supuestamente dan a antever que Jesús recitó todo el salmo, incluyendo no sólo las quejas del mismo, sino también la actitud esperanzadora que domina en los últimos diez versículos del salmo en cuestión. Sin embargo, esta hipótesis no deja de ser más que una suposición.

Ya sea que en realidad Jesús haya pronunciado estas palabras, la primera parte del Salmo 22.1, o que el evangelista las haya puesto en boca de Jesús, no tenemos forma de probar que en realidad Jesús haya recitado por completo el salmo 22.

En respuesta al excesivo optimismo de Mateo Bautista, traigo a colación las elocuentes palabras de Raymond E. Brown:

“Una cita de Sal 22,2 podría ser la tradición más antigua referida en los evangelios; pero ¿fue añadida al relato como consecuencia de reflexión cristiana sobre la crucifixión, o procede del mismo Jesús? No es inconcebible que, históricamente, en medio de los sufrimientos, Jesús diera voz a su desesperación utilizando una oración sálmica que describe el estado de desaliento de un justo atormentado. Puesto que la oración citada por Jesús era el verso inicial del salmo, los cristianos podrían haber seguido el ejemplo de Jesús, buscando en los salmos pasajes para interpretar los otros incidentes de la crucifixión.

Si en la tradición original de las últimas palabras de Jesús no figuraba Sal 22,2, ¿qué podría haber causado que Marcos o un cristiano premarcano insertara el pasaje? Si lo hizo el evangelista se podría apuntar como razón la congruencia de esa cita con la visión pesimista que tenía Marcos de la pasión, porque Sal 22,2 representa la percepción de que Dios no intervino para salvar a su fiel de la muerte. Si el autor de la inserción fue un cristiano premarcano, puesto que desde el principio quedó establecida la idea de que Jesús había muerto "conforme a las Escrituras" (1 Corintios 15.3), se podría pensar que el salmo 22 fue uno de los primeros textos de ellas en quedar entremezclado con elementos de la pasión; luego, el uso de Sal 22 habría sido simplemente un paso más.

Un argumento contra la atribución al mismo Jesús de la cita de Sal 22,2 es que los otros evangelistas (Lucas y Juan) se toman la libertad de cambiar las últimas palabras de Jesús (que deberían haber revestido especial solemnidad) por otras citas o alusiones sálmicas. La sustitución habría sido más fácil si se reconocía que la cita de Sal 22,2 procedía de reflexión cristiana sobre la pasión y que, en consecuencia, una cita de otro salmo podía ser igualmente adecuada. Sopesados los argumentos en pro y en contra, no es posible zanjar la cuestión de si la frase "Eloi, Eloi, lama sabachthani?" fue pronunciada por el mismo Jesús” («La muerte del Mesías», páginas 1, 284-88)

También sostiene Brown:

Suponiendo que la cita de Sal 22,2 proceda de reflexión cristiana, ¿qué otras posibilidades se perfilan para las últimas palabras de Jesús en lo tocante a la tradición premarcana y/o a la historicidad? Lógicamente, parecen ser tres: 1) Jesús guardó silencio; 2) Jesús emitió un fuerte grito sin palabras; 3) Jesús articuló algunas palabras básicas. Pasemos a considerar estas posibilidades una por una.

1. SILENCIO. En Marcos/Mateo, Jesús no ha hablado hasta ahora desde que fue crucificado. Poco tendría de extraño, por tanto, que muriera sin decir nada. … En tal caso, las tres referencias evangélicas de las últimas palabras de Jesús representarían el uso de los salmos por los cristianos en su reflexión sobre cómo 2debió de ser la actitud de Jesús. Aunque no es ilógica, esta propuesta carece de apoyo directo en los evangelios, ya que todos ellos presentan a Jesús hablando en voz alta en el momento previo a su muerte.

2. GRITO SIN PALABRAS. Que Jesús clamó con un fuerte grito está atestiguado de varios modos por los tres sinópticos y EvPe. En todos esos testimonios se asignan palabras al grito; pero en Me 15,37 y Mt 27,50 hay una segunda referencia (¿de reanudación?) a "un fuerte grito", esta vez sin palabras. En favor de tal hipótesis se subraya a veces que un crucificado en trance de muerte no estaría en condiciones de articular palabras aunque pudiera emitir un estertor o exhalación, argumento con el que no estoy de acuerdo. Ocasionalmente se alega que era menos teológico atribuir un grito de muerte a Jesús que presentarlo recitando un pasaje de los salmos, por lo cual el grito sin palabras tiene más visos de historicidad.

3. PALABRAS BÁSICAS. Trabajando a partir de las palabras de Jesús recogidas en los evangelios, algunos estudiosos han barajado la posibilidad de que se tratase de una frase o exclamación más básica. La ventaja de esta proposición en cualquiera de ambas formas es que hace remontarse a Jesús o a la primera etapa de la tradición una formulación básica que guarda alguna semejanza con la tradición evangélica más antigua. Su segunda ventaja es que concuerda con todos los evangelios en la idea de que Jesús habló antes de morir. Si no se acepta que el mismo Jesús citó Salmo 22.2 en sus instantes finales (posibilidad no descartable), esta hipótesis es la mejor alternativa. Más no se puede decir”

Elementos a tomar en cuenta en cualquier evolución de tipo sicológica a Jesús en sus horas finales:

1) Los terribles momentos en enfrentó en el huerto de Getsemaní o Monte de los Oivos (Marcos 14.32-42; Mateo 26.36-46; Lucas 22.39-46).

Consideremos como ejemplo, estos textos muy iluminadores:

“36Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. 37Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. 38Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo. 39Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú. 40Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? 41Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. 42Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad” (Mateo 26.36-42).

2) Es entregado por uno de los suyos:

“47Mientras todavía hablaba, vino Judas, uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo. 48Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ése es; prendedle. 49Y en seguida se acercó a Jesús y dijo: ¡Salve, Maestro! Y le besó. 50Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron” (Mateo 26.47-50)

“En aquella hora dijo Jesús a la gente: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis” (Mateo 26.55)

3) Todos los suyos, los que habían sido sus compañeros íntimos en su aventura, huyeron y lo dejaron solo.

“Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron” (Marcos 14.50)

“Mas todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron” (Mateo 26.56)

4) Quizás su nombre de más confianza lo niega y con suficiente fuerza y vehemencia:

“66Estando Pedro abajo, en el patio, vino una de las criadas del sumo sacerdote; 67y cuando vio a Pedro que se calentaba, mirándole, dijo: Tú también estabas con Jesús el nazareno. 68Mas él negó, diciendo: No le conozco, ni sé lo que dices. Y salió a la entrada; y cantó el gallo. 69Y la criada, viéndole otra vez, comenzó a decir a los que estaban allí: Este es de ellos. 70Pero él negó otra vez. Y poco después, los que estaban allí dijeron otra vez a Pedro: Verdaderamente tú eres de ellos; porque eres galileo, y tu manera de hablar es semejante a la de ellos. 71Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco a este hombre de quien habláis. 72Y el gallo cantó la segunda vez. Entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y pensando en esto, lloraba” (Marcos 14.66-72)

“69Pedro estaba sentado fuera en el patio; y se le acercó una criada, diciendo: Tú también estabas con Jesús el galileo. 70Mas él negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices. 71Saliendo él a la puerta, le vio otra, y dijo a los que estaban allí: También éste estaba con Jesús el nazareno. 72Pero él negó otra vez con juramento: No conozco al hombre. 73Un poco después, acercándose los que por allí estaban, dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre. 74Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco al hombre. Y en seguida cantó el gallo. 75Entonces Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente” (Mateo 26.69-75)

“54Y prendiéndole, le llevaron, y le condujeron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos. 55Y habiendo ellos encendido fuego en medio del patio, se sentaron alrededor; y Pedro se sentó también entre ellos. 56Pero una criada, al verle sentado al fuego, se fijó en él, y dijo: También éste estaba con él. 57Pero él lo negó, diciendo: Mujer, no lo conozco. 58Un poco después, viéndole otro, dijo: Tú también eres de ellos. Y Pedro dijo: Hombre, no lo soy. 59Como una hora después, otro afirmaba, diciendo: Verdaderamente también éste estaba con él, porque es galileo. 60Y Pedro dijo: Hombre, no sé lo que dices. Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó. 61Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. 62Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.” (Lucas 22.54-62)

“15Y seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Y este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote; 16mas Pedro estaba fuera, a la puerta. Salió, pues, el discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera, e hizo entrar a Pedro. 17Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Dijo él: No lo soy. 18Y estaban en pie los siervos y los alguaciles que habían encendido un fuego; porque hacía frío, y se calentaban; y también con ellos estaba Pedro en pie, calentándose” (Juan 18.15-18)

5) Ninguno de los suyos muere con él, sino que es crucificado en medio de dos hombres que ninguna relación tenían con él, los cuales también se burlaron de él:

A pesar de lo que aquí dice Lucas con relación a que solamente uno de los dos hombres (¿el de la izquierda?, ¿el de la derecha?) crucificados junto a Jesús fue el que le injurió; según Marcos y Mateo, en realidad fueron los dos. Observemos lo que plantean Marcos y Mateo.

“29Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: ¡Bah! tú que derribas el templo de Dios, y en tres días lo reedificas, 30sálvate a ti mismo, y desciende de la cruz. 31De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciendo, se decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar. 32El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos. También los que estaban crucificados con él le injuriaban” (Marcos 15.29-32)

“39Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza, 40y diciendo: Tú que 8derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz. 41De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían: 42A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. 43Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. 44Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él” (Mateo 27.39-44)

6) Fue maltratado, burlado, tratado y muerto como un vil delincuente:

“Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme?” (Marcos 14.48; compárese Mateo 26.55; Lucas 22.52; Juan 18.12)

“63Entonces el sumo sacerdote, rasgando su vestidura, dijo: ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? 64Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos ellos le condenaron, declarándole ser digno de muerte. 65Y algunos comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro y a darle de puñetazos, y a decirle: Profetiza. Y los alguaciles le daban de bofetadas” (Marcos 14.63-65; compárese Mateo 26.65-68; Lucas 22.63-65; Juan 18.19.24)

“16Entonces los soldados le llevaron dentro del atrio, esto es, al pretorio, y convocaron a toda la compañía. 17Y le vistieron de púrpura, y poniéndole una corona tejida de espinas, 18comenzaron luego a saludarle: ¡Salve, Rey de los judíos! 19Y le golpeaban en la cabeza con una caña, y le escupían, y puestos de rodillas le hacían reverencias. 20Después de haberle escarnecido, le desnudaron la púrpura, y le pusieron sus propios vestidos, y le sacaron para crucificarle” (Marcos 15.16-20; compárese Mateo 27.27-31; Lucas 22.18-25; Juan 19.12-16)

7) Un después de resucitado se entera de que los suyos entendía que su proyecto había sido un total fracaso:

“13Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. 14E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido. 15Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. 16Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen. 17Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes? 18Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofas, le dijo: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días? 19Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; 20y cómo le entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y le crucificaron. 21Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido” (Lucas 24.13-21)

Conclusión: Ante un cuadro como este, ¿quién no se sentiría abandonado? ¿Podría alguien tener un carácter lo suficientemente fuerte para no sentirse frustrado aunque sea por algunas horas o algunos minutos? ¿Cómo son relevantes aquí las palabras “Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú… Otra vez fue y oró, diciendo las mismas palabras” (Marcos 14.36, 39; compárese Mateo 26.39, 42, 44; Lucas 22.42).

A pesar de no compartir del todo las premisas de Mateo Bautista, creo que ciertamente Jesús murió con ciertos sentimientos de abandono (¿frustración?), pues las circunstancias en las que se había visto envuelto estaban bajo el control del Padre. Pero de todos modos, las palabras de Getsemaní apuntan a una entrega total a los designios de su Padre, a pesar de ser unas circunstancias tan humillantes, dolorosas y sombrías.

Exhortación para el testimonio cristiano: Es posible que en muchísimas circunstancias nosotros hayamos expresado por necesidad expresiones como “Dios mío, ¿porqué me has desamparado? ¿Te habrás olivado de mí? ¿Hasta cuándo verás mi sufrimiento y no harás nada? ¿Por qué te quedas como si nada?

Que nos ayude Dios a poder responder con la confianza con que al final Jesús se depositó en las manos de su Padre, en sus designios. Que nos ayude Dios a ser instrumentos suyos para dar respuesta a las oraciones y suplicas de otras y otros en circunstancias de vulnerabilidad, crisis y sufrimiento.

“Anunciaré tu nombre a mis hermanos; En medio de la congregación te alabaré. 23Los que teméis a Jehová, alabadle; Glorificadle, descendencia toda de Jacob, Y temedle vosotros, descendencia toda de Israel. 24 Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido, Ni de él escondió su rostro; Sino que cuando clamó a él, le oyó” (Salmo 22.22-24)