Pienso que no podemos perder de vista el hecho de que la pregunta relativa a cuál fue el grupo religioso judío que llevó la voz cantante en el proceso a Jesús, está íntimamente relacionada con la causa que se supone que haya sido el delito que llevó a Jesús a la cruz. ¿Cuál fue, pues, ese delito? ¿Cuáles fueron, pues, los posibles adversarios de Jesús?
E. P. Sanders («Jesús y el judaísmo») afirma: “Jesús llegó a un conflicto fundamental con el «judaísmo»; es decir, con aquellas perspectivas, opiniones y convicciones que probablemente eran compartidas por la mayoría” («Jesús y el judaísmo», pagina 387).
E.P. Sanders también sostiene que Jesús realizó una acción amenazante y añadió una declaración comprometida contra el Templo. También sugiere Sanders que: “Si leemos a Josefa y a Filón, no podemos pensar ciertamente que un ataque contra el Templo resultara ofensivo solamente para la jerarquía sacerdotal. Una verdadera amenaza contra el Templo suscitaría el fantasma de una revuelta general. Así, continúa Sanders: “Aun cuando existiesen dudas sobre la dignidad de algunos sacerdotes, éstas no afectaban la normal veneración del Templo. Al contrario, la crítica a la acción sacerdotal era en sí misma un signo de que el Templo realmente importaba. El Templo había sido ordenado por Dios, y cualquier ataque contra él habría sido profundamente ofensivo” («Jesús y el judaísmo», paginas 387, 388 y 389).
También se sostiene que la acción de Jesús en el templo, y su discurso en lo referente a su destrucción, habrían hecho a Jesús no muy popular en cualquier ámbito de judaísmo, principalmente entre los saduceos, los fariseos y la mayoría de la gente piadosa que tenía al templo en alta estima.
En segundo lugar, Sanders destaca el hecho de que Jesús afirmó ser el portavoz de Dios. “Los Sacerdotes eran los portavoces oficiales, pero había una considerable predisposición en el pueblo para aceptar otros intermediarios. Los especialistas dicen algunas veces que en aquella época se consideraba que la profecía había cesado en Israel, pero resulta evidentemente claro que no era así. Juan el Batista precedió a Jesús, y después de Jesús hubo otros. En consecuencia, Sanders concluye que la pretensión de Jesús de ser portavoz de Dios no fue considerada ofensiva.
En esta misma línea argumenta Bart D. Ehrman: “En ese sentido apocalíptico (y yo diría: solo en ese sentido) pensó Jesús que él mismo era el Mesías. No era un juez cósmico. Un sacerdote con autoridad o un jefe militar. Era el enviado de Dios a proclamar la buena noticia del Reino futuro, y estaba llamado a ser el soberano definitivo cuando el fin llegara” («Jesús, el profeta judío apocalíptico», página 270).
Sigue Ehrman, diciendo: “No era blasfemo que uno se llamara a sí mismo Mesías: esto sencillamente significaba que esa persona se consideraba el liberador (rey de su pueblo). Otros judíos hicieron esta afirmación sobre sí mismos y sobre otros ante de Jesús y después de él, y nunca fueron acusados de blasfemia. Tampoco era blasfemo decir que el Hijo del Hombre iba a llegar pronto” ” («Jesús, el profeta judío apocalíptico», página 273).
En tercer lugar, Sanders plantea que “el mensaje de Jesús a los pecadores lo desacreditó probablemente ante los que se consideraban piadosos. Si quienes le escuchaban entendieron que desafiaba la idoneidad de la ley, es posible que fueran muchos los que se indignaron… Pienso que acertamos si decimos que los piadosos se habrían indignado al escuchar a uno que se presentaba como portavoz de Dios decir que los simples pecadores les precederían el en Reino; ciertamente se habrían indignado, pero no se sentirían amenazados por ello” («Jesús y el judaísmo», pagina 413).
“…Por tanto podemos considerar como probables adversarios de Jesús a los piadosos, a los dirigentes y al populacho” («Jesús y el judaísmo», pagina 414).
También sostiene Sanders: “Es posible que la mayor parte de la gente no estuviera identificada con ningún partido y seguramente muchos de estos «independientes» eran piadosos. En cualquier caso, no hay razón alguna para limitar la categoría de piadosos a los fariseos” («Jesús y el judaísmo», pagina 414).
“Así pues, no pienso que Jesús fuese alguien que consiguiera un apoyo realmente masivo por parte del populacho y que fuera ejecutado por constituir una amenaza contra los dirigentes de Jerusalén. Por otra parte, no podemos decir que todos los habitantes de Jerusalén estuvieran en contra de él. Sin duda alguna que contaba con seguidores entre los galileos, pero no sabemos si el populacho de Jerusalén se opuso él porque era Galileo” («Jesús y el judaísmo», pagina 414). Compárese Mateo 26.69 “Pedro estaba sentado fuera en el patio; y se le acercó una criada, diciendo: Tú también estabas con Jesús el galileo.”
La evidencia bíblica e histórica apunta a que en realidad Jesús no era muy conocido en Jerusalén. En consecuencia, es muy probable que la aristocracia de Jerusalén haya exagerado el peligro que podía representar para el imperio romano con tal de deshacerse de él. En efecto, llama la atención el hecho de que cuando Jesús es entregado, él mismo tiene que identificarse, o es señalado con un beso, por Judas. Observemos:
Juan 18.4-5 “Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? 5Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba”
Mateo 26.48-50 “Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ése es; prendedle. 49Y en seguida se acercó a Jesús y dijo: ¡Salve, Maestro! Y le besó. 50Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron” (compárese Marcos 14.44-46; Lucas 22.47-53).
Sanders concluye que fue la aristocracia sacerdotal la principal agente de la muerte de Jesús. Basa su conclusión en los siguientes argumentos: 1) Los evangelios mismos. A pesar de hacer de los fariseos los principales enemigos de Jesús la mayor parte de su ministerio, presentan a los dirigentes judíos de Jerusalén como los responsables de su muerte. 2) La persecución de los discípulos desatada tras la muerte de Jesús procedía de este círculo. 3) Los sumos sacerdotes eran los intermediarios entre el pueblo judío y los romanos. Gozaban por tanto de la posición requerida para presentar a Jesús ante los romanos como peligroso” («Jesús y el judaísmo», pagina 415).
En esta misma línea argumenta Bart Erhman cuando afirma: “Los romanos en definitiva controlaban los asuntos internos de Palestina, seguían una política que habían establecido en otras partes a lo largo y ancho de su imperio. Concedían a las aristocracias locales el derecho de controlar los asuntos internos. Es un error pensar que los romanos se implicaban en todos los y cada uno de los detalles de la vida diaria en las provincias, apostando soldados en las esquinas de todas las ciudades a lo largo y ancho del imperio para obligar a cumplir la voluntad de Roma. La voluntad de Roma consistía fundamentalmente en recaudar impuestos y proteger su territorio. La mayoría de los habitantes del imperio no vieron nunca soldados, la mayor parte de los cuales estaban estacionados en las fronteras para defender los límites de los territorios conquistados. En Palestina no hubo legiones romanas estacionadas (pero sí en la cercana Siria)” ” («Jesús, el profeta judío apocalíptico», página 272).
Por otro lado, afirma Sanders: “Los fariseos no dominaban el judaísmo. El hecho de que Jesús no estuviera de acuerdo con ellos respecto a las leyes de pureza, que les eran peculiares, solamente le convertía en un am ha-arets, uno más entre muchos otros. No parece que el Nazareno hubiese perpetrado ningún quebrantamiento importante de la ley. Pero de haberlo hecho, no hay razones para pensar que solamente se habrían ofendido fariseos” («Jesús y el judaísmo», pagina 417).
A manera de ilustración cito aquí las palabras del rabino Jacobo Neusner al establecer la base de su diálogo y cuestionamiento a Jesús, en su obra «Un rabino habla con Jesús», cito: “Lo que quiero discutir con Jesús es si sus enseñanzas encajan en la Torá. ¿He establecido así un criterio de verdad conveniente para mi argumentación pero no para la de Jesús? No lo creo, porque Jesús explícitamente afirma que él ha venido a cumplir la Torá, no a destruirla… Así pues, la Torá es un criterio de verdad legítimo, porque ambos contendientes en el debate comparten la misma convicción. Y es una cuestión apremiante, porque, como veremos, el Jesús de Mateo instruye a la gente para que viole por lo menos tres de los Diez Mandamientos. Y yo le voy a preguntar a Jesús a la cara: ¿Cómo puedes decir a la gente que viole algunos de los Diez Mandamientos y pretender, no obstante, que enseñas Torá, no digamos la Torá dada por Dios a Moisés en el Sinaí?” (Páginas 44 y 45).
Creo que las siguientes palabras de Raymond E. Brown ayudan a entender la postura de Jacobo Neusner y de muchos judíos en tiempos de Jesús: “Los cristianos que ven a Jesús como molesto sólo en el contexto de lo que ellos consideran como judaísmo legalista no comprenden que, mutatis mutandis, habría sido molesto en cualquier ámbito religioso, si hubiera dicho a la gente que Dios quería algo diferente de lo que ellos conocían y se habían esforzado siempre en hacer, y si hubiera pretendido cambiar la doctrina sagrada establecida, basándose en su autoridad como autodesignado portavoz de Dios” («La muerte del Mesías, tomo I», página 48)
Ahora quiero citar de una manera un poco extensa la opinión de Raymond E. Brown con relación a la participación judía en la muerte de Jesús:
a) Las personas devotas pudieron sentir animadversión hacia Jesús. Por diferentes razones, algunos cristianos y judíos han declarado que se puede resolver la cuestión de la participación judía en la muerte de Jesús reconociendo que algunos sacerdotes y nobles se pusieron de acuerdo con los romanos para ejecutarlo, y que, aparte de eso, en la muerte de Jesús no entra para nada el judaismo.
Si Jesús era la clase de persona descrita en los evangelios, ¿pudo haber cometido un delito de tal gravedad como para que un organismo judío oficial de carácter religioso lo considerase intolerable? Los cristianos ven en Jesús un ser de una nobleza ideal, que se ocupaba de los enfermos, se mostraba abierto a los pobres y a los marginados, rechazaba la hipocresía y predicaba el amor. Una respuesta cristiana tradicional ha sido que aquellas autoridades no eran unos hombres verdaderamente religiosos, sino unos hipócritas, o unos sicofantes políticos, o unos ultralegalistas intolerantes, por lo cual no dudaron en comportarse con insensible brutalidad. Tal respuesta no resulta satisfactoria, si bien en la mayor parte de los grupos "religiosos" suele haber algunos individuos a los que pueden ser aplicados tales calificativos. Hay conocimiento histórico de maestros y dirigentes del judaísmo de tiempos de Jesús reputados por su genuina religiosidad.
Brown cierra esta sección diciendo: “La imagen evangélica de Jesús permite suponer que él sería hallado culpable por cualquier mayoría religiosa timorata de cualquier tiempo y lugar. Es más que posible que si Jesús apareciera en nuestra época (con su reto expresado en términos de posturas religiosas actuales) y fuera arrestado y procesado de nuevo, la mayor parte de los que lo juzgasen culpable se verían a sí mismos como verdaderos cristianos y creerían estar rechazando a un impostor: alguien que pretendía ser Jesús pero que no encajaba en el concepto que ellos tenían de quién era Jesucristo y cómo debía actuar” (páginas 479, 480 y 481)
b) En tiempos de Jesús, el antagonismo religioso conducía frecuentemente a la violencia. Acabo de señalar que personas sinceramente religiosas de cualquier época podrían encontrar culpable a Jesús. Ahora bien, que el veredicto de culpabilidad llevara o no aparejada una sentencia de muerte dependería de la importancia que se atribuyera a las cuestiones religiosas en la época y del enfoque de las leyes entonces vigentes con respecto a la pena capital.
Esto hace difícil a los lectores modernos entender la mentalidad religiosa propia del siglo I. A menudo los escritos neotestamentarios son juzgados intensamente antijudíos; pero, como ha apuntado Johnson ("NewTestament's"), si nos fijamos en el contexto social e histórico de la época y situamos el NT entre los escritos religiosos y filosóficos, sus ataques a los judíos son sorprendentemente moderados. Más allá de la polémica, sin embargo, los paralelos indican que judíos verdaderamente religiosos del siglo I, en su oposición a Jesús, podían haber llegado al extremo de querer su muerte. Los testimonios correspondientes al período comprendido entre 130 a. C. y 70. d. C. muestran irrefutablemente que los judíos se odiaban y mataban unos a otros por cuestiones religiosas (a veces, como sucede frecuentemente, entremezcladas con intereses personales).
c) Responsabilidad, no culpa. Al tratar sobre situaciones perceptibles en los relatos de la pasión, algunos estudiosos han hablado de una tendencia "a exculpar a los romanos e inculpar a los judíos": en otras palabras, a hacer a los judíos más culpables o censurables de lo que eran realmente. Entiendo que es preciso emplear con gran cuidado el término "culpa" al considerar la crucifixión desde una perspectiva histórica. Según documentos judíos de tiempos posteriores, los sumos sacerdotes de la época en que vivió Jesús no se distinguían por su alta calidad moral. Es perfectamente posible que, en un sanedrín reunido para considerar el caso de Jesús, algunos de sus miembros hubieran decidido, mirando por sus propios intereses y sin verdadera preocupación religiosa, buscar la muerte de Jesús. Aplicado a ellos, el adjetivo "culpable" podría resultar válido, aunque sólo fuera por la insensibilidad mostrada con respecto a un ser humano. Sin embargo, con referencia a quienes (seguramente la mayoría) pensaban que estaban rindiendo un servicio a Dios al perseguir a Jesús es mucho más apropiado hablar de "responsabilidad" en su muerte. En todo tiempo y lugar, quienes contribuyen a la ejecución de un acusado son responsables en ella; sólo son culpables si sabían que el acusado no merecía tal castigo o fueron negligentes en discernir su inocencia.
d) La disputa religiosa con Jesús fue una disputa interna judía. La lectura de que "esos judíos" cometieron un desafuero contra "Jesús el cristiano" ha hecho que los relatos evangélicos de la pasión sean particularmente susceptibles de alterar los ánimos. Es cierto que en los relatos de la pasión de Mateo y Juan, escritos después del año 70, "los judíos" aparecen como un grupo ajeno a Jesús y opuesto a él; pero, desde el punto de vista histórico, estamos ante judíos que tratan con otro judío. Esta situación resulta palmaria cuando estudiamos un paralelo correspondiente a seis siglos atrás. El profeta Jeremías era un hombre justo y un portavoz de Dios, pero también un individuo molesto que ponía en tela de juicio las estructuras religiosas de su tiempo. En particular, con su exhortación ("mejorad vuestra conducta") para evitar que Dios destruyera el templo de Jerusalén ("una cueva de ladrones") como había destruido el tabernáculo de Silo (Jr 7,15), Jeremías se atrajo el odio de las autoridades de Judea. Sacerdotes y (falsos) profetas se esforzaron en convencer al pueblo de que Jeremías merecía la muerte, aunque él les había avisado de que su sangre inocente caería sobre ellos (26,1-15). Por su parte, los poderosos instaron al rey para que lo ejecutase, y el rey se lo entregó (38,1-5). Aunque el profeta no pereció entonces, en tiempos posteriores vieron algunos la destrucción del templo de Jerusalén como el castigo divino por el trato dado a Jeremías; y, de hecho, en la tradición apócrifa, Jeremías acaba muriendo a manos de judíos como él.
En este otro caso, judíos y cristianos no fueron capaces de decir: Uno de los nuestros, a quien Dios resucitó, sufrió por voluntad de nuestros dirigentes. Antes al contrario, los cristianos espetaban a los judíos: Vuestras autoridades hicieron esto a nuestro Salvador; mientras que los judíos (en siglos pasados) decían: Nuestras autoridades hicieron esto a su (falso) profeta
Con relación a la causa de la muerte de Jesús Brown argumenta:
No existen serios obstáculos para aceptar como verosímil que Jesús hiciera una declaración sobre la destrucción del santuario, y podemos señalar factores positivos que apoyan esa verosimilitud.
Aunque es probable que Jesús realizase una acción profética espectacular contra usos indebidos del templo y que pronunciase la amenaza profética de que el reino implicaría la destrucción y reconstrucción del santuario, cabe hacerse dos preguntas. Primera: ¿es históricamente verosímil que tal actitud de Jesús, percibida como contraria al templo, contribuyera al deseo de las autoridades de que él muriese? Segunda: ¿fue citado realmente el dicho sobre el santuario durante la actuación contra Jesús en el sanedrín? La verosimilitud de lo primero resulta fácil de valorar. Es casi seguro que los sacerdotes fueron el motor, por parte judía, de los procedimientos finales contra Jesús; y si hubiera que señalar qué molestaba de Jesús a la clase sacerdotal, el elemento más probable sería algo que pudiera ser interpretado como un peligro para el templo/santuario.
Numerosos factores teológicos pudieron provocar antipatía en los sacerdotes saduceos hacia Jesús (K. Müller, "Jesús... Sadduzáer", 9-12): sus ideas sobre la vida futura (Me 12,18-27) y los ángeles; su rechazo de algunas normas de pureza y su descalificación de la tradición del corbán (Me 7,1-15); su crítica de los juramentos, especialmente de los basados en el templo y el altar, etc. Algunas de estas posturas no eran privativas de Jesús y estaban también presentes en los debates entre fariseos y saduceos; como mucho podían ser causa de irritación, pero no revestían la suficiente gravedad para que la antipatía o desconfianza hacia Jesús llegasen al punto de generar el deseo de eliminarlo. Otra cuestión era el templo, la institución clave en la vida civil y religiosa de Judea y el tesoro de la nación. Las acciones o amenazas contra él rebasaban el campo teológico para afectar a los ámbitos socioeconómico y político. Unos cambios radicales podían afectar al empleo de las masas en Jerusalén, al medio de vida y poder de los sacerdotes y al orden público, que concernía a los romanos. La inquietud derivada de las amenazas de destrucción bien pudo haberse exacerbado por la inseguridad religiosa y económica sobre aquello con lo que un profeta apocalíptico como Jesús podría sustituir el funcionamiento actual del templo, dado su recelo hacia la riqueza y su énfasis en la total dependencia de Dios.
Todo esto me sugiere el modesto corolario de lo que realmente tiene un alto grado de probabilidad de ser histórico: algo que Jesús hizo o dijo augurando la destrucción del templo/santuario provocó, al menos en parte, la decisión del sanedrín que condujo a su muerte” («La muerte del Mesías, tomo I», páginas 554, 555 y 556).
Joachim Gnilka se prenuncia al respecto con las siguientes palabras: “Es cierto que Pilato condenó a Jesús porque creyó que éste estaba poniendo en peligro el orden de la nación. Pero ¿por qué no actuó también contra sus discípulos? La finalidad del proceso consistía en eliminar a Jesús. Porque Pilato debió imaginarse que Jesús, según lo que le decían sus acusadores, constituía un peligro para el orden nacional”
“Para el proceso llevado a cabo contra Jesús por Caifás y por los principales sacerdotes, y que precedió al proceso llevado a cabo por Pilato, habrá que pensar en todo caso en el conflicto que se había iniciado ya hacía mucho tiempo y que culminó en la acción de Jesús de expulsar del templo a los mercaderes. Jesús colmó así la medida y proporcionó a los principales sacerdotes la posibilidad legítima –la posibilidad que ellos probablemente estaban esperando- para proceder contra él” («Jesús de Nazaret, mensaje e historia», página 374).
En conclusión, en palabras de E. P. Sanders, “Jesús fue ejecutado por los romanos, y si los judíos tuvieron algo que ver con ello -es decir, si no fue ejecutado simplemente por alterar el orden público-, los instigadores de su muerte tuvieron que haber sido los que tenían acceso a Pilato. Y los primeros que saltan a la vista son los dirigentes del sacerdocio” («Jesús y el judaísmo», pagina 420).
Ahora bien, después de citar a varios especialistas en los estudios bíblicos y historia bíblica, paso a compartir mi propio análisis, en el que reafirmo la tesis de que fue la línea sacerdotal (a la que estaban ligados los saduceos) el grupo o corriente del judaísmo la que desempeñó un papel protagónico en la muerte de Jesús.
A pesar de la idea popular y muy negativa que se tiene respecto de los fariseos, lo cierto es que la evidencia apunta a que el conflicto decisivo que marcó la muerte de Jesús estuvo ligado a la clase sacerdotal, rango al que pertenecían los saduceos.
Aunque generalmente muchos piensan que el principal grupo con el que Jesús tuvo sus mayores encontronazos fueron los fariseos, la verdad es que no fue así.
Para entender un poco mejor la tesis de este trabajo, ofrezco ahora un serie de elementos que ponen en evidencia las concordancias entre Jesús y los fariseos, y posteriormente entre los cristianos y los mismos fariseos.
En primer lugar, el centro religioso y cultual de la espiritualidad de los fariseos era la Sinagoga, observemos cómo la videncia bíblcia es contundente al mostrar la relación armoniosa entre Jesús y la Sinagoga (entre Jesús y los fariseos), y posteriormente, entre los cristianos y la misma Sinagoga. Consideremos por lo menos algunos pasajes a manera de ejemplo:
Mateo 12.9 “Pasando de allí, vino a la sinagoga de ellos”.
Mateo 13.54 “Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros?
Marcos 1.21 “Y entraron en Capernaum; y los días de reposo, entrando en la sinagoga, enseñaba”
Marcos 3.1 “Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano”
Marcos 5.22 “Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vio, se postró a sus pies”
Marcos 5.35 “Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?”
Lucas 4.16 “Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo* entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer”
Lucas 4.20 “Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él”
Lucas 6.6 “Aconteció también en otro día de reposo,que él entró en la sinagoga y enseñaba; y estaba allí un hombre que tenía seca la mano derecha”
Juan 6.59 “Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum”
Juan 18.20 “Jesús le respondió: Yo públicamente he hablado al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto”
Hechos 13.14 “Ellos, pasando de Perge, llegaron a Antioquía de Pisidia; y entraron en la sinagoga un día de reposo y se sentaron”
Hechos 13.15 “Y después de la lectura de la ley y de los profetas, los principales de la sinagoga mandaron a decirles: Varones hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, hablad”
Hechos 14.1 “Aconteció en Iconio que entraron juntos en la sinagoga de los judíos, y hablaron de tal manera que creyó una gran multitud de judíos, y asimismo de griegos”
En segundo lugar, una doctrina tan importante para el cristianismo, como la resurrección, es precisamente común a Jesús y a los fariseos, a los cristianos y a los fariseos, observemos la evidencia bíblcia:
Juan 5.28 y 29 “8No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; 29y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación”
Hechos 23.6-9 “Entonces Pablo, notando que una parte era de saduceos y otra de fariseos, alzó la voz en el concilio: Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga. 7Cuando dijo esto, se produjo disensión entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió. 8Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; pero los fariseos afirman estas cosas. 9Y hubo un gran vocerío; y levantándose los escribas de la parte de los fariseos, contendían, diciendo: Ningún mal hallamos en este hombre; que si un espíritu le ha hablado, o un ángel, no resistamos a Dios”
1 Corintios 15.16-19 “Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; 17y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. 18Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. 19Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres”
En tercer lugar, la idea de un Canon que incluye las tres secciones de la Biblia hebrea, la Torá (Pentateuco), los Neviím (los profetas), y los Ketuvim (los escritos), es otro elemento común entre los fariseos y Jesús, entre los cristianos y los fariseos. Comparase Lucas 24.44 “Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley (Torá) de Moisés, en los profetas (Neviím) y en los salmos (los escritos)”. Esto así, pues los saduceos y los samaritanos sólo aceptaban como literatura canónica a la Torá o Pentateuco.
En cuarto lugar, la llamada Biblia hebrea, el Texto Masorético, del que depende hoy nuestra exégesis del Antiguo Testamento, nos llega gracias a los fariseos.
Finalmente, la esperanza en un Mesías y en el más allá, son otros de los aspectos comunes entre la enseñanza de Jesús y la de los fariseos, entre la esperanza cristiana y la de los mismos fariseos. Obviamente, estos dos aspectos distinguen y separan una vez más a Jesús, los fariseos y los cristianos de los saduceos.
Por oto lado, mientras que los fariseos tenía como centro a la Sinagoga, y ya vimos cómo Jesús frecuentaba y hasta hacía uso de la palabra en la misma; los saduceos, en cambio, estaban ligados al templo. En esta misma línea se puede ver en los evangelios que el mismo Jesús no tuvo palabras de censura para el liderazgo de la sinagoga, pero sí para el templo y su administración. Además, mientras que los fariseos eran una minoría en el sanedrín, los saduceos, por el contrario, constituían la mayoría, y ejercían el control del mismo.
Además, mientras que es abundante el testimonio respecto de Jesús y la Sinagoga, en cambio, la evidencia bíblica e histórica más segura apunta a que Jesús muy probablemente sólo visitó a Jerusalén una sola vez. Y en dicha ocasión ya sabemos lo que ocurrió. Al llegar aquí, no podemos olvidar que el ministerio de Jesús se desarrolló prácticamente en Galilea, a excepción de las últimas dos semanas.
Como parte final de este trabajo, voy a desarrollar un análisis estadístico de la frecuencia y el contexto en que se mencionan los fariseos, los saduceos y los sacerdotes, los cuatro evangelios canónicos, tomando como base la versión Reina Valera de 1960.
Parto de la premisa de que un análisis estadístico de la frecuencia de la mención de los fariseos y los sacerdotes en los cuatro evangelios (Mateo; Marcos, Lucas y Juan) arroja unos datos interesantísimos. Analicemos en primer lugar la mención del grupo de los sacerdotes en los cuatro evangelios:
La expresión “sacerdotes” ocurre 62 veces en 62 versículos en los cuatro evangelios. El promedio en que aparece en cada evangelio es como sigue:
En Mateo 20 veces, pero 16 en el contexto de los últimos días del ministerio terrenal de Jesús (el contexto de la pasión, comenzando en el 20.18). Lo que nos lleva a concluir que el 80 % de la mención de este grupo en el evangelio de Mateo se da en el contexto de la pasión de Cristo, y el resto (20 %) fuera de dicho contexto.
En Marcos 15 veces, pero 13 en el contexto de la pasión de Cristo. Conclusión: aproximadamente el 87 % de la mención del grupo de los sacerdotes ocurre en Marcos (partiendo del 10.33) en el contexto de la pasión de Cristo. El resto (apenas el 13 %) es el que se menciona fuera de dicho contexto.
En Lucas 16 veces, pero 13 en el contexto de la pasión de Cristo (comenzando en el 17.14), aproximadamente el 81 %. El resto (el 19 %) fuera de este contexto.
En Juan 11 veces, pero 8 veces en el contexto de la pasión (a partir del 11.47), aproximadamente el 73 %. El resto (el 27 %) fuera de dicho contexto.
Conclusión: Se nota claramente que el grupo sacerdotal adquiere una relevancia notoria en la narración de los evangelios (en los cuatro, aumentando la proporción en la siguiente manera: pasa del 20 al 80 % en Mateo; del 13 al 87 % en Marcos; del 19 al 81 % en Lucas; y del 27 al 73 % en Juan) precisamente en el contexto de la pasión de Cristo, lo que deja ver el papel destacado que jugó la clase sacerdotal (a la cual estaba ligada la línea saducea) en el proceso a Jesús.
Pasemos ahora al análisis estadístico de la mención de los fariseos en los cuatro evangelios. La expresión “fariseos” ocurre en los cuatro evangelios 82 veces en 80 versículos. Veamos, pues, la proporción en cada uno de los cuatro evangelios.
En Mateo 30 veces, pero 14 veces en el contexto de la pasión de Cristo (a partir del 21.45), lo que equivale a menos del 50 % (específicamente el 47 %). El resto (el 53 %) fuera de dicho contexto.
En Marcos 12 veces, (dos veces en el 2.18), pero una sola vez en el contexto de la pasión. Lo que equivale aproximadamente a un 8.5 % (realmente un poco menos). El resto (el 91.5 %) ocurre fuera del contexto de la pasión.
En Lucas 20 veces, pero una sola vez en el contexto de la pasión. Lo que equivale al 5 %. El resto (el 95 %) fuera de dicho contexto.
En Juan 20 veces, pero 6 veces en el contexto de la pasión (2 veces en el 7.32). Lo que equivale al 30 % (a partir del 11.46). El resto (el 70 %) fuera de dicho contexto.
En conclusión: En los cuatro evangelios encontramos que la referencia al grupo de los fariseos se da en una dirección proporcionalmente inversa a la mención del grupo de los sacerdotes en el contexto de la pasión o de los últimos días de la vida de Jesús previo a la pascua. Mientras que las referencias a la clase sacerdotal van de menos a más al entrar en el cuadro narrativo más próximo a la pasión de Cristo (del 20 al 80 % en Mateo; del 13 al 87 % en Marcos; del 19 al 81 % en Lucas; y del 27 al 73 % en Juan). Sin embargo, de más a menos la referencia a los fariseos en el mismo contexto de la pasión (de 53 al 47 % en Mateo; del 91.5 al 8.5 % en Marcos; de 95 al 5 % en Lucas; y del 70 al 30 % en Juan).
Este análisis estadístico demuestra el destacado papel desempeñado por la clase sacerdotal (a la que estaban ligados los saduceos) en el proceso de condena y crucifixión de Jesús. También se pone de manifiesto, en línea contraria a lo que piensan muchos, que los fariseos no jugaron un papel de primer orden en la muerte de Jesús. Por otro lado, analizando la evidencia que nos da el libro de los Hechos con relación al papel de los sacerdotes en la persecuciones sobre los primeros cristianos en Jerusalén, arroja más luz sobre la tesis que sostiene que el grupo que le presentó a Jesús y a los primeros cristianos la más fiera oposición fue la clase sacerdotal, clase que agrupaba a los Saduceos.
Con relación al libro de los Hechos, encontramos la siguiente estadística:
Los sacerdotes se mencionan en 14 ocasiones: 4.1, 6, 23; 5. 24; 6.7; 9.14, 21; 19.14; 22.30; 23.14; 25.2, 15; 26.10, 12.
Los Saduceos se mencionan cinco veces: 4.1; 5.17; 23.6, 7, 8.
Los Fariseos solamente se mencionan cinco veces: 15.5; 23.6, 7, 8, 9.
En resumen, entendiendo que los saduceos estaban ligados al templo y que pertenecían al rango sacerdotal, podemos concluir que considerando las 14 referencias específicas a los sacerdotes, unidas a las cinco de los saduceos, en conjunto, representan una relación de 19 a 5 con relación a los fariseos en el libro de los Hechos.
Conclusión: El grupo judío que tuvo un papel determinante en el proceso a Jesús, fue la aristocracia de Jerusalén, la cual estaba liderada por la corriente de los saduceos, la cual era de rango sacerdotal, la que menos tenía cosas en común con la enseñanza de Jesús, la que también controlaba el Sanedrín, y la que tenía un franco acceso a las autoridades romanas.
En palabras de E. P. Sanders, “Jesús fue ejecutado por los romanos, y si los judíos tuvieron algo que ver con ello -es decir, si no fue ejecutado simplemente por alterar el orden público-, los instigadores de su muerte tuvieron que haber sido los que tenían acceso a Pilato. Y los primeros que saltan a la vista son los dirigentes del sacerdocio” («Jesús y el judaísmo», pagina 420).
¡Bendiciones!
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