jueves, 10 de marzo de 2011

Por qué es más importante el evangelio de Juan?

Como en cualquier otro campo, ámbito o área, también en los estudios bíblico, teológicos y de la vida eclesial, hay cosas que resultan como inexplicables o difícil de entender y explicar.

En este artículo quiero abordar precisamente una de esas cosas o situaciones difíciles de explicar en el ambiente bíblico-teológico-eclesial. Me refiero a la preeminencia que tiene el evangelio de Juan con respecto a los sinópticos en cuanto a algunos aspectos de la terminología, jerga o lenguaje cristiano. Esto a pesar de que no fue Juan el primer evangelio en ser escrito, sino el último, siempre que nos quedemos dentro de los límites del canon.

Es obvio que en este breve artículo no puedo ser exhaustivo, pero sí voy a considerar cuatro casos a manera de ejemplos muy representativos.

Primer caso: No ha importado lo que siempre hayan dicho Marcos, Mateo y Lucas, respecto al cuál fue el primer milagro de Jesús; siempre se piensa, según Juan, que el primer milagro de Jesús, sólo según Juan, fue el convertir agua en vino en la boda de Caná de Galilea. Observemos:

Marcos y Lucas coinciden en afirmar que el primer milagro de Jesús consistió en liberar a un hombre de un espíritu inmundo (Marcos 1.21-28; Lucas 4.31-37)

Según Mateo, el primer milagro fue el sanar a un leproso (Mateo 8.1-4).

Pero según Juan, el primer milagro fue convertir agua en vino, en una boda de Caná de Galilea (Juan 2.1-12)

Antes de cerrar este caso, quiero citar dos obras que le conceden la prioridad al evangelio de Juan en lo relativo al establecer el primer milagro de Jesús, a pesar de que en realidad cada evangelio tuvo un origen independiente y nos nuestra un milagro propio al inicio del ministerio de Jesús según su propio relato y particular teología. Esto así al margen de lo que diga Juan.

La primera obra es “4, 000 preguntas y respuestas sobre la Biblia”. El autor de este libro es A. Dana Adams, y fue publicada por Editorial Mundo Hispano. Yo poseo la tercera edición, correspondiente al año 2004. Pues bien, en la página 119 de esta obra leemos la pregunta numerada con el numeral 11: ¿Cuál fue el primer milagro efectuado por Jesús? Respuesta: La transformación del agua en vino en la fiesta de bodas en Caná de Galilea (Juan 2.1-11).

La segunda obra es “Dinámicas y ocurrencias bíblicas”. El autor de este libro es Joel Santana G. Esta obra se imprimió en la República Dominicana, por lo menos su primera edición, correspondiente al año 2006. Pues bien, en la página 89 de este libro, encontramos la pregunta: ¿Dónde Jesús obró su primer milagro? Respuesta: En Caná (Juan 2.1-11).

Ahora bien, por lo general es común que escuchar que en el evangelio de Juan, Jesús realiza siete (7) señales o milagros, a saber:

Primera señal: convertir el agua en vino (Juan 2.1-11)

Segunda señal: sanar al hijo de un oficial del rey (Juan 4.43-54)

Tercera señal: sanar al paralítico de Betesda (Juan 5.1-18)

Cuarta señal: la multiplicación de los panes (Juan 6.1-15)

Quinta señal: caminar sobre las aguas (Juan 6.19-20)

Sexta señal: sanar a un ciego de nacimiento (Juan 9.1-12)

Séptima señal: la resurrección de Lázaro (Juan 11.38-44; 12.17-18)

No obstante, a la luz del mismo evangelio, parece arriesgado el hablar de sólo siete señales. Consideremos lo que nos dice el evangelista mismo:

Juan 6.2 “Y le seguía gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos.

Juan 11.47 “Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio, y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales.”

Juan 12.37 “Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él.”

Juan 20:30 “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro.”

Finalmente, pienso que una evidencia que nos debe alertar respecto de la teología del cuarto evangelio, el arreglo y la relación entre las dos primeras señales (a las que Juan Mateos y Juan Barreto llaman “señales programáticas”; Vocabulario teológico del evangelio de Juan); es que antes de la segunda señal, en dos ocasiones Juan sugiere que Jesús realizó varias señales (no se nos dice cuántas, pero no parece que no fueron pocas). Observemos lo que nos dice Juan antes de hablar de “esta segunda señal”:

Juan 2.23 “Estando en Jerusalén en la fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía.”

Juan 3.2 “Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.”

Una observación final: Muy probablemente las dos obras citadas y por igual muchas personas, han mal interpretado la expresión que usa Juan “este principio de señales” (Juan 2.11). En honor a la verdad, esta frase no tiene relevancia alguna al intentar averiguar cuál fue el primer milagro de Jesús con relación al resto de los evangelios, sino a lo interno del propio evangelio de Juan. ¿Por qué digo esto? Porque dicha expresión ha de entenderse dentro del conjunto de señales o milagros que menciona el propio evangelio de Juan. Por eso, para Juan, en el contexto propio de su obra, el segundo milagro o señal de Jesús, consistió en sanar al hijo de un oficial del rey (Juan 4.43-54), a pesar de lo afirmado e Juan 2.23 y 3.2. En este sentido, creo que debemos considerar seriamente la referencia al milagro de la boda de Caná que hace el autor del cuarto evangelio, al narrar las circunstancias del segundo milagro (Juan 4.46 y 54). Esta referencia es iluminadora para el papel que juegan Capernaum y las llamadas dos primeras señales en la teología del cuarto evangelio.

Segundo caso: Mientras que en los sinópticos se habla de la necesidad del arrepentimiento, para Juan hay que “nacer de nuevo”.

El Jesús de Marcos, Mateo y Lucas exige el “arrepentimiento” (Marcos 6.7-13; Mateo 9.11-13; Lucas 5.30-32). En cambio, el Jesús de Juan demanda un “nuevo nacimiento” (Juan 3.1-7).

Por otro lado, Pablo también coincide con los sinópticos en usar la terminología del “arrepentimiento” (véase Romanos 2.4-5; 2 Corintios 7.9-10).

Luego, dentro de la llamados “escritos deuteropaulinos” encontramos los conceptos de el “viejo hombre” (la antigua manera de vivir, sin Cristo) y el “nuevo hombre” (la nueva criatura en Cristo, la nueva forma de vida), considérese Efesios 4.22-24; Colosenses 3-5.11).

Para ser consistente debo reconocer que ya en Romanos encontramos por lo menos una parte de esta terminología, aunque sólo está presente el concepto de “el viejo hombre” en Romanos 6.6. Obviamente, no es imposible que la presencia de la figura de “el viejo hombre” en Romanos, suponga el conocimiento de sus antítesis, “el viejo hombre”, si bien éste último no tiene presencia en dicha carta.

Por otro lado, a pesar de la opinión de algunas personas, en mi opinión no creo acertado el pensar que “arrepentimiento” y “nuevo nacimiento” fueran dos conceptos totalmente equivalentes, que fueran originalmente entendidos como la misma cosa. Al opinar de esta manera, creo estar en el camino correcto cuando notamos que el Jesús de Juan no maneja ambos conceptos, y el Jesús de los sinópticos, tampoco. Por ejemplo, un dato interesante es que el verbo “arrepentirse” (metanoéo) no forma parte del vocabulario del cuarto evangelio, así como tampoco el sustantivo “arrepentimiento” (metánoia). En cambio, el verbo “nacer de nuevo” y el sustantivo “nuevo nacimiento” no forman parte del vocabulario de los sinópticos.

Ahora bien, siendo más estricto, tengo que decir que en verdad, tampoco en Juan encontramos un sustantivo que como tal apunte al llamado “nuevo nacimiento”. Tampoco hay un verbo propiamente para “nacer de nuevo”. Lo que se ha traducido como “nacer de nuevo” en Juan 3.3 y 7, es más bien una especie de circunlocución formada por el verbo “gennáo” (engendrar, producir), y el adverbio “ánothen” (de arriba, desde el principio, desde hace mucho, de nuevo). Precisamente este factor ha originado una larga discusión entre los comentaristas respecto de si lo correcto es traducir como “nacer de nuevo” o “nacer de arriba, “nacer de lo alto”. Quizás este asunto habrá que dejarlo como algo sin resolver; sin embargo, a la luz del versículo 31 del mismo capítulo 3 de Juan (y Juan 19.11 y 23), probablemente la mejor opción sea hablar de “nacer de lo alto”, “nacer de arriba”.

Una manera de arrojar un poco más de luz respecto al probable mejor sentido del adverbio “ánothen” es considerando la manera en que la Reina Valera ha traducido dicho adverbio en las pocas veces que se lo encuentra en el NT, observemos:

Mateo 27.51 “de arriba”

Marcos 15.38 “de arriba”

Lucas 1.3 “desde el principio”

Juan 3.3, 7, 31 (en los dos primeros pasajes “de nuevo”, pero en el 31, “de arriba”)

Juan 19.11, 23 “de arriba”

Hechos 26.5 “desde el principio”

Gálatas 4.9 “de nuevo”

Santiago 1.17; 3.15, 17 “de lo alto”

No obstante, sin necesariamente ser reduccionista, creo que hay un elemento vital en común entre la metáfora del “nuevo nacimiento” de Juan (Juan 3.3-7) y la metáfora del “nuevo hombre” de Efesios y Colosenses (Efesios 4.22-24 y Colosenses 3.5-11).

Ese elemento común y esencial (a pesar de la posibilidad de que ambos autores no estuvieran pensando del todo en lo mismo), es que, según Juan, el “nuevo nacimiento” no es fruto del esfuerzo humano; porque a diferencia de la reproducción física, este “nuevo nacimiento” no se produce por voluntad de varón, sino de Dios (Juan 1.12-13).

De igual manera, “el nuevo hombre” de Efesios y Colosenses, tampoco es el resultado de un esfuerzo humano, pues es creación de Dios (y “según Dios”, “conforme a Dios”) Efesios 4.24; Colosenses 3.10.

Tercer caso: Mientras que en los sinópticos uno no sabe quién fue el que cortó la oreja a siervo del sumo sacerdote, según Juan podemos saber tanto el nombre de quién cortó la oreja, como el nombre del siervo en cuestión. Consideremos la evidencia textual:

Según Marcos, no se sabe realmente quién fue el que le cortó la oreja al siervo del sumo sacerdote. Siguiendo a Marcos, tampoco sabemos cuál era el nombre del siervo al que le cortaron la oreja: “Pero uno de los que estaban allí, sacando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja.” (Marcos 14.47)

Según Mateo, la situación es la misma que la narrada por Marcos: “Pero uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo del sumo sacerdote, le quitó la oreja” (Mateo 26.51)

Por su parte, Lucas también coincide en narrar los hechos conforme a Marcos y Mateo: “Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha” (Lucas 22.50)

De todos modos, al margen de las coincidencias entre los sinópticos, hay que hacer notar que Lucas agrega la indicación de que la oreja cortada fue la “oreja derecha”.

Pero ahora viene la opinión de Juan: Según éste, en primer lugar, fue Pedro el que cortó la oreja. En segundo lugar, coincide con Lucas en que la oreja cortada fue la derecha. En tercer lugar y, a diferencia de lo sinópticos en conjunto, especifica que el siervo del sumo sacerdote se llamaba “Malco”: “Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco” (Juan 18.10)

Cuarto y último caso: Los cuatro evangelios coinciden en que Jesús fue un ungido por una mujer, por lo menos una vez durante su ministerio. Lo interesante es, sin embargo, las diferencias que envuelven los relatos en conjunto.

En primer lugar, Marcos y Mateo coinciden en afirmar que Jesús estaba en la aldea de Betania (Marcos 14.3; Mateo 26.6).

Por su parte, Lucas no da ninguna información precisa sobre el lugar (Lucas 7.36-37). Y a diferencia de los demás evangelios, hay que decir que Lucas no ubica este relato en el contexto de la última semana del llamado “ministerio de Jesús. Este hecho ha favorecido la sospecha de que probablemente estemos ante dos historias distintas. De todos modos quizás este sea otro asunto que haya que dejar sin resolver del todo.

Juan, por su lado, coincide con Marcos y Mateo en que Jesús estaba en Betania (Juan 12.1), y que la historia narrada se dio en el contexto de su última semana de ministerio publico antes de ir a la cruz.

Con relación a la casa donde se celebraba el banquete, hay diferencias notables entre los evangelios:

Según Marcos y Mateo, Jesús estaba en la casa de “Simón el leproso”, el que había sido leproso (Marcos 14.3; Mateo 26.6). Para Lucas era “Simón el fariseo” (Lucas 7.36, 39, 40, 44).

Para Juan, en cambio, se trataba de casa de Lázaro, María y Marta: “Seis días antes de la pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los muertos. 2Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él. 3Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume” (Juan 12.1-3).

Ahora vamos a la pregunta del millón: ¿Quién fue la persona que sugirió que el perfume con que fue ungido Jesús, pudo haberse vendido y usar esos recursos para darlo a los pobres?

Consideremos por separado la respuesta de cada evangelista:

Según Marcos: “Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? 5Porque podía haberse vendido por más de trescientos denarios, y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella” (Marcos 14.4-5)

Según Mateo: “Al ver esto, los discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio? 9Porque esto podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres” (Mateo 26.8-9).

Con relación al evangelio de Lucas, lo cierto es que para éste, quien protesta es Simón, el fariseo que invitó a Jesús, y, sin embargo, no parece importarle el precio del perfume, sino la forma de vida de la mujer, pues era una prostituta (Lucas 7.39). En consecuencia, no hallamos en Lucas la sugerencia de que se pudo haber vendido el perfume y dar a los pobres el producto de la venta.

Según Juan: “Entonces Judas Iscariote, que era aquel de los discípulos que iba a traicionar a Jesús, dijo: 5—¿Por qué no se ha vendido este perfume por el equivalente al salario de trescientos días, para ayudar a los pobres? 6Pero Judas no dijo esto porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón, y como tenía a su cargo la bolsa del dinero, robaba de lo que echaban en ella” (Juan 12.4-6; compárese Juan 13.29).

Obviamente, una vez se lee la versión de Juan tienen que surgir por lo menos dos preguntas: 1) ¿Por qué acusa Juan a Judas de ser la persona que sugirió la venta del perfume? 2) ¿Por qué lo acusa de ser ladrón?

Respecto a la primera pregunta: En primer lugar, pregunto: ¿por qué atenernos sólo a lo dicho por Juan, si tenemos el punto de vista y testimonio coincidente de Marcos y Mateo de que la sugerencia no vino de una sola persona? En segundo lugar: ¿por qué seguir sólo a Juan si de acuerdo a los sinópticos en verdad fueron los discípulos mismos (por lo menos algunos de ellos) los que realmente hicieron la propuesta?

Pasando a la segunda pregunta, pienso que una forma de responderla de manera adecuada es comparando la información de Juan con el testimonio de los sinópticos.

A pesar de la afirmación de Juan, de que Judas era “ladrón”, no hay nada en todo el resto del Nuevo Testamento que confirme esa sospecha. Lo cierto es que hasta no darse la llamada “traición” de Judas, no hay nada en los evangelios que indique que éste tuviera una vida de sospecha u oscura en medio de los doce. Es más, si hay una idea que persiste en los evangelios es que Judas siempre fue “uno de los doce”. Consideremos la evidencia textual:

Marcos: “3Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. 14Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, 15y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios: 16a Simón, a quien puso por sobrenombre Pedro; 17a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan hermano de Jacobo, a quienes apellidó Boanerges, esto es, Hijos del trueno; 18a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el cananista, 19y Judas Iscariote, el que le entregó. Y vinieron a casa.” (Marcos 3.13-19; compárese Marcos 14.10-11, 43)

Mateo: “Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia. 2Los nombres de los doce apóstoles son estos: primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano; 3Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo el publicano, Jacobo hijo de Alfeo, Lebeo, por sobrenombre Tadeo, 4Simón el cananista, y Judas Iscariote, el que también le entregó” (Mateo 10.1-4; compárse Mateo 26.14-16)

Lucas: “12En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. 13Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles: 14a Simón, a quien también llamó Pedro, a Andrés su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé, 15Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Simón llamado Zelote, 16Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor” (Lucas 6.12-16; compárese Lucas 22.47-48).

Incluso Juan, reconoce que Judas fue un miembro ordinario de “los doce” (véase Juan 6.70, 71; 12.4).

En resumen, este análisis comparativo pone en evidencia que la tradición sinóptica no concuerda con la tradición joánica respecto a que Judas era “ladrón”, como tampoco en lo relativo a que él fuera la persona que sugirió que pudo haberse vendido el perfume con el cual la mujer había ungido a Jesús.

Al final, el quedarnos con el punto de vista de Juan o si con el de la tradición sinóptica, dependerá mucho de si aceptamos que en este punto el evangelio de Juan transmite o no una tradición tan antigua o más antigua que la sinóptica.

Un punto de vista muy ingenioso al respecto, y que pienso no debemos ignorar es el de Raymond E. Brown, cito: “Es posible que Juan nos transmita una noticia histórica que no se ha conservado en los restantes evangelios, al informarnos de que Judas guardaba los fondos comunes. Esta noticia hace más verosímil el diálogo de 13.27-29 y explica el puesto de honor que Judas ocupaba junto a Jesús durante la Última Cena. Los sinópticos parecen dar a entender que Judas podía tener en su poder treinta piezas de plata sin levantar sospechas; ello resultaría explicable si realmente guardaba la bolsa común. No es imposible que la identificación joánica del discípulo irritado en Betania se deba a la tendencia de presentar a Judas como un personaje siniestro. Sin embargo, tampoco es imposible que, precisamente porque administraba el dinero del grupo, Judas fuese el discípulo que protestó en Betania y que este recuerdo se perdiera en la tradición sinóptica” (El evangelio según Juan, tomo I, página 782).

Conclusiones:

1) La Biblia más que un libro, es propiamente una biblioteca, un conjunto de libros que originalmente tuvieron un origen y vida, al principio, muy independiente.

2) Fue muy posteriormente, con el surgimiento del “códice” el formato más antiguo parecido al libro moderno (empleado ya en el mismo primer siglo de nuestra era) que se fue estableciendo la idea de un conjunto unificado de libros. A diferencia del “rollo”, el “códice” admitía la posibilidad de escribir por ambos lados del papiro, pergamino o papel. Luego, la posibilidad que abrió el códice de poder escribir varios libros en un mismo “códice”, vino a contribuir a la idea del canon.

3) Cada libro de la Biblia tiene un contexto histórico y comunitario propio y específico.

4) Cada evangelio de la Biblia surgió en un contexto histórico y comunitario propio y específico. También posee un teología propia, así como un arreglo consistente con esa teología subyacente.

5) El Nuevo Testamento, igual que el AT, es un conjunto de teologías, no una teología monolítica.

6) No es correcto exagerar la llamada “unidad de la Biblia”, tampoco habrá que llevar más lejos de lo necesario sus diferencias y tensiones internas.

7) Es necesario que valoremos en su justa proporción la teología peculiar y características propias de cada libro de la Biblia. Esto incluye su propio estilo y particular vocabulario, así como sus particulares metáfora y figuras de pensamiento.

8) El que un libro del NT sea más antiguo que otro, no significa que posea siempre la información más completa y e histórica respecto de muchos asuntos.

9) El que un libro del NT sea más reciente tampoco significa que, por un lado, no posea en algunos casos, una tradición tan antigua o más antigua que un libro que se haya escrito primero. Por otro lado, tampoco significa que necesariamente tendrá una información más completa.

10) Una verdadera teología bíblica del NT, en este caso, ha de prestar mucho respeto por el carácter de originalmente independiente de cada libro del NT. Se hace necesario admitir con propiedad el hecho de que la idea del canon es posterior al momento y circunstancias que hicieron necesarios la redacción de los libros del NT, comenzando por las cartas.

11) Es un error metodológico muy común pretender interpretar un texto por otro u otros, sin hacer el debido análisis del primero. Lo correcto es procurar establecer el real y sentido del primer pasaje, y en un segundo momento, establecer las relaciones con otros textos, verificando su continuidad o discontinuidad, su concordancia o contrastes. La verdad es que cada texto tiene su propia teología, su propio contexto y su propia problemática, y esto es algo que nunca se debe olvidar en la labor de interpretación bíblica.

12) El intérprete de la Biblia no debe crear tensiones cuando los textos no las tienen, pero tampoco debe suprimirlas cuando están en el mismo corazón de los textos bíblicos, fabricando armonizaciones artificiales que violan los principios más elementales de la exégesis.

13) No podemos dejar de reconocer que la jerga, liturgia, teología y praxis cristiana de un grupo o comunidad lectora a lo interno del cristianismo, puede estar más influenciada o determinada por un libro especifico de la Biblia (aunque del NT principalmente) que de otros. Por ejemplo, hay iglesias que muestran una eclesiología más influenciada, por ejemplo, 1 Corintios; mientras que otras iglesias tienen un eclesiología más próxima a lo que vemos en las llamadas cartas pastorales. Hay comunidades o iglesias que tienen una doxología muy influenciada por los Salmos, mientras que otras exhiben una influencia muy mínima o sencillamente ninguna.

14) Finalmente, tampoco se ha de perder de vista el hecho de que la posterior conformación del canon tiene serias implicaciones para una lectura de la Biblia de conjunto; aunque eso sí, evitando a todo costo, el caer en la llamada “deshistorización” de los libros que componen la Biblia.

¡Bendiciones!

lunes, 7 de marzo de 2011

"¡No pronunciarás el nombre de YHVH tu Dios!"

De Verdad? ¿Quién dijo eso? (2 de 2)

Un caso sumamente interesante y problemático en el Tanaj (el AT hebreo) mismo, en la sección de los Neviím (los profetas): Amós 6.10

He aislado a Amos 6.10, que en realidad forma parte de la segunda sección del Tanaj o AT (los Neviím o profetas), por las dificultades que entraña dicho pasaje. ¿Es original de Amós este pasaje por completo? ¿Lo habrá retocado un redactor? ¿Evidencia este pasaje la existencia de una tradición tendente a evitar la pronunciación del sagrado nombre? ¿Supone este pasaje la existencia de una tradición tendente a evitar el sagrado nombre, por lo menos en ciertas circunstancias? ¿De de ser así, ¿cuáles podrían ser esas circunstancias?

Profundicemos un poco en torno a nuestro pasaje en cuestión.

En primer lugar, consideremos cómo ha sido traducido Amos 6.10 en algunas versiones de la Biblia

Reina Valera 1960 “Y un pariente tomará a cada uno, y lo quemará para sacar los huesos de casa; y dirá al que estará en los rincones de la casa: ¿Hay aún alguno contigo? Y dirá: No. Y dirá aquél: Calla, porque no podemos mencionar el nombre de Jehová.”

Versión popular Dios habla hoy “Tan grande será el terror que, cuando alguien levante el cadáver de un pariente para sacarlo de la casa, le dirá a otro pariente que ande adentro: “¿Hay alguien más contigo?” “No”, responderá el otro. Y dirá el primero: “¡Cállate, no sea que pronuncies el nombre del Señor!” ”

La Biblia de Jerusalén: “Sólo quedarán unos pocos evadidos para sacar de la casa los huesos; y si dicen al que está en el fondo de la casa «¿Hay alguien contigo?», dirá: «Ninguno», y añadirá: «¡Silencio!», que no hay que mentar el nombre de Yahvé.”

La Biblia hebreo-español “Y cuando el tío de un hombre levante (a un muerto), lo quemará para sacar los huesos fuera de la casa, y dirá al que quede en el interior de la casa: «¿Hay todavía alguien contigo?» Si le respondieren que no, él dirá: «Cállate, porque no debemos mencionar el Nombre del Eterno»”

Una traducción sorprendente y que no halla paralelismo con otras de la que tengo, es la de la Biblia Peshita en español, cito:

“Entonces su tío o alguien que sea su pariente lo cargará para sacar los huesos de la casa, y dirá al que esté en la casa con él: «¿Se encuentra alguien contigo en casa?» Y él le contestará: «No hay nadie, pues perecieron porque no hacían mención del nombre de Yahweh»”

Una traducción Judío-mesiánica tradujo: “Y si el tío de un hombre [muerto] viene a sacar el cadáver de la casa y quemarla, y encuentra un sobreviviente en los lugares más recónditos de la casa y pregunta: "¿Hay alguien más allá contigo? – entonces, cuando reciba la respuesta: "No," El dirá: "No digas nada más porque no podemos mencionar El Nombre de YAHWEH."

La traducción del Tanaj de Diego Ascunce, traduce: “Y si el tío de un hombre [muerto] viene a sacar el cadáver de la casa y quemarla, y encuentra un sobreviviente en los lugares más recónditos de la casa, y pregunta: "¿Hay alguien más allá contigo? – entonces, cuando reciba la respuesta: "No," El dirá: "No digas nada más porque no podemos mencionar El Nombre de YAHWEH."

Ahora bien, es cierto que hay algunos problemas en el texto hebreo de Amos 6.10.

Con relación al libro como tal, por o general se sitúa alrededor de los años 760-750 antes de nuestra era. Con relación a la integridad del libro, desde la crítica de la redacción, Jose Luí Sicre, afirma: “No creo que muchos autores estén de acuerdo en negar a Amós la paternidad de todos los oráculos contra las naciones o de textos capitales como 5.4-15; 5.21-24: 6-8-14 o las cuatro primeras visiones. Pero todos admitirían cierto retoques y añadidos en este época (siglo VII a.E.C.)”, Profetismo en Israel, Verbo Divino, 2005, página 320.

Ahora quiero compartir una serie de comentarios que ponen de relieve las dificultades que envuelve el texto e interpretación de Amos 6.10.

El Nuevo Comentario Siglo XXI (publicado por la Casa Bautista de Publicaciones, en 1999), comenta los versículos 9 y 10, en la manera siguiente: “En el asedio las condiciones de hambruna y peste cobran su parte y las “carretas de la muerte” se convierten en una vista familiar. El único sobreviviente de una familia reconoce que no hay nadie más, pero antes de que tales nuevas puedan ser recibidas con cualquier clase de reacción (exasperación o piedad) involucrando el nombre de Dios, su boca se cierra: el sentido de separación de Dios es demasiado grande; él se ha apartado de su pueblo.”

Comentarios Bíblico San Jerónimo: “10. Nadie tiene que mentar el nombre del Señor: Quizá por miedo supersticioso a incurrir en la ira de Yahvé. El texto está alterado.”

La Biblia de Jerusalén: “6.10a: Seguimos al griego; hebreo ininteligible”. Y comentando la parte b, donde se habla de la necesidad de no hacer mención del nombre divino, afirma: “Por respeto religioso, o quizá por temor ante la desgracia cuyo autor es Yahvé. El pasaje es oscuro, pero el sentido general es claro: describe la catástrofe que cae sobre la ciudad y los muertos que llenan las casas, así como el terror que se apodera del pequeño grupo de los que se han librado y que deben ocuparse de los cadáveres”.

Comentando el texto que nos ocupa, la Biblia Cantera-Iglesias, edición crítica, sostiene: “No ha de mentarse: o bien, invocarse. El sentido de estas oscuras frases pudiera ser que quien venga a sacar los cadáveres dirá: «Calla, no te lamentes, no sea que llames la atención de Dios y te haga también morir»; o indicaría respeto religioso o supersticioso temor ante la intervención divina”.

El comentario a los profetas (dos tomos, publicado Ediciones Cristiandad, 1987, de la autoría de Luís Alonso Schokel y José Luís Sicre), comenta nuestro pasaje, en la siguiente manera: “La escenita, breve, sugestiva y misteriosa, presupone cosas que desconocemos. Parece que se trata de una rebusca de muertos hasta los rincones más alejados de las viviendas. Un dominio de la muerte donde no se puede pronunciar el nombre del Señor (¿Por qué es el Señor de la vida?, ¿por qué su nombre entraña un nuevo peligro para los que buscan?). Viene a la memoria el gran paso del ángel por las ciudades de Egipto, cuando se salvaban los israelitas dentro de las casas y morían todos los primogénitos egipcios; en este paso del Señor (5.17) no ayudará el esconderse en lo más recóndito de la morada” (tomo II, página 982)

Después de considerar varios factores y distintos comentarios, en lo personal, entiendo que la decisión de no mencionar el nombre divino en este contexto, está relacionado con el temor de los sobrevivientes y parientes que quedaron vivos (¿para enterrar los cadáveres?), de arrastrar sobre ellos los mismos males que habían sufrido sus parientes muertos, cuyos cadáveres tuvieron que recoger y sepultar.

¿Hay, pues, algún elemento relacionado con la superstición? Pero ¿qué se entiende por superstición? El diccionario de la Real Academia Española la define como: “(Del lat. superstitĭo, -ōnis). 1. f. Creencia extraña a la fe religiosa y contraria a la razón. 2. f. Fe desmedida o valoración excesiva respecto de algo.”

Una definición más relacionada propiamente con el campo de las ideas religiosas, nos la ofrece el Diccionario de las ciencias humanas (publicado por Verbo Divino): “El término griego es deisedaimonía (exceso de práctica religiosa), comportamiento religiosos nacido de un miedo no racional, inmotivado.”

Después de considerar estas dos definiciones de “superstición”, posiblemente no podremos afirmar con mucha seguridad que la decisión de no pronunciar el sagrado nombre, en este contexto, haya supuesto una actitud supersticiosa del todo; pero quizás tampoco debamos descartar por completo, el que hubiera en el fondo un miedo realmente fundado, a la luz del escenario triste y desalentador que describe el profeta Amos, y máxime cuando el versículo 8 claramente plantea que el Dios de Israel (cuyo nombre es sagrado), era el que había determinado que ocurriera lo que en efecto había ocurrido.

Al final, una pregunta que quizás no podamos responder de una manera totalmente satisfactoria, es: ante el cuadro que pinta el profeta Amos, ¿se podría negar la posibilidad del temor reverente por parte de los sobrevivientes? Pero, ¿se podría negar la igual posibilidad del miedo aterrador, rayando en lo irracional, ante la catástrofe experimentada, y cuyo responsable era el Dios al que le servían?

Lo cierto es, desde mi punto de vista, que este pasaje de Amos puede tomarse como una evidencia de mucho valor. Como una evidencia que aporta unos ingredientes que hay que considerar y que podrían servir de mucho en los intentos de tratar de explicar el origen, desarrollo, consolidación y permanencia de una tradición que supuso el evitar la pronunciación del sagrado nombre del Dios del Tanaj (el AT hebreo).

Es muy posible que detrás de esta tradición estuvieran presentes, por un lado, el temor reverente; y el miedo aterrador, por otro; ante las promesas y bendiciones que suponía guardar el pacto, así como frente a las maldiciones y castigos que suponía la desobediencia del mismo (compárese Deuteronomio 27 y 28; 1 Reyes 8.12-9.9; Esdras 8-10).

Ahora, y después de todo, queda por saber la fecha aproximada en que definitivamente se dejó de pronunciar el sagrado nombre. Por mi parte, pienso que apegándonos a los datos seguros que poseemos, realmente es imposible establecer con seguridad la fecha en que se inició o estableció la tradición de no pronunciar el sagrado nombre representado por el tetragrama. A lo más que podemos llegar con certeza es a considerar ciertas fechas, como parámetros adecuados, para las cuáles dicha tradición estaba ya establecida.

En primer lugar, considerando la fecha en que se escribió el libro de Amos, y entendiendo que Amos 6.10 puede servir para proporcionar ciertas bases sobre las cuales se fundamentó la tradición de no pronunciar el sagrado nombre; en segundo lugar, considerando la evidencia de la Septuaginta (entendida propiamente como la traducción al griego de la Toráh o Pentateuco, específicamente), realizada alrededor del 285-246 antes de nuestra era; lo más que podemos decir es que para el siglo III antes de nuestra era, ya se había establecido de manera definitiva la tradición que evitaba la pronunciación del sagrado nombre representado por el tetragrama.

Sin embargo, quiero citar algunos textos que son posteriores a la traducción de la Toráh o Pentateuco al griego (la Septuaginta en sentido estricto), y que nos dan todavía una visión positiva de la invocación del sagrado nombre.

Daniel 2.20 “Con estas palabras: “Bendito sea por siempre el nombre de Dios, porque suyos son la sabiduría y el poder.”

Observación: Si se acepta que el libro de Daniel se escribió alrededor del año 165 antes de nuestra era.

Un dato interesante es que en Daniel 2 (que está escrito originalmente en arameo) encontramos la palabra aramea “shum” (nombre), equivalente y sinónimo del hebreo “shem”, que encontramos en Levítico 24.11.

Tobías 13.13 “Tu luz brillante resplandecerá por todos los rincones de la tierra. Numerosas naciones vendrán de lejos hasta ti; ciudadanos de todos los rincones de la tierra vendrán a invocar el nombre de Dios, el Señor. Traerán en sus manos regalos al Rey del cielo. Los hombres de todos los tiempos mostrarán su alegría por ti. Y el nombre de la ciudad escogida por Dios permanecerá eternamente.

Observación: Se cree que el libro de Tobías se escribió alrededor del año 200 antes de Cristo.

Sirácida 23.9 “No te acostumbres a jurar ni a pronunciar para todo el nombre del Dios santo”. Observación: Nótese bien advertencia de este pasaje.

Sirácida 39.35 “Canten, pues, de todo corazón, y bendigan el nombre del Dios santo.”

Sirácida 51.12 “Por eso le doy gracias, y alabo y bendigo el nombre del Señor.”

Se cree que el libro de Sabiduría se escribió alrededor de la segunda mitad del siglo antes de Cristo.

Sabiduría 14.21 “Esto se convirtió en una trampa para los hombres, porque ellos, esclavos de la desgracia o de la tiranía, dieron a la piedra y al palo el nombre que solo pertenece a Dios.”

Observación: Se cree que el libro de Sirácida (Eclesiástico) se escribió alrededor del año 190-180 antes de nuestra era.

La situación del nombre en el Nuevo Testamento

Ciertamente hay ecos en el NT de la idea del carácter sagrado del nombre divino. Si bien no encontramos en el NT una referencia directa al tercer mandamiento del decálogo, no es menos cierto que sí encontramos algunos textos que testimonian la idea del carácter sagrado del nombre impronunciable. Estos son:

Mateo 6.9 “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.”

Lucas 11.2 “Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.”

Romanos 2.24 “Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros.”

1 Timoteo 6.1 “Todos los que están bajo el yugo de esclavitud, tengan a sus amos por dignos de todo honor, para que no sea blasfemado el nombre de Dios y la doctrina.”

Apocalipsis 16.9 “Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria.”

Observación: El uso del griego “onóma” (nombre) en estos pasajes, es en cierto modo equivalente al uso del hebreo “shem” (nombre) en los cinco pasajes ya estudiados del Levítico. Por cierto, es “ónoma” la palabra que usa la Septuaginta en los cinco pasajes del Levítico a los que estoy haciendo referencia.

El uso de la expresión “del cielo” (o “de los cielos”) como una expresión sustitutiva que evita la mención de Dios de manera directa.

A) En la literatura inmediatamente anterior a los textos del NT, la literatura apócrifa y deuterocanónica de alrededor del siglo II antes de nuestra era

En los libros deuterocanónicos (Apócrifo en la nomenclatura protestante) encontramos por lo menos tres expresiones sustitutivas para hacer referencia al Dios del Tanaj (el AT hebreo), el Dios de Israel. Estas son: “Rey del cielo”, “Señor del cielo” y “Dios del cielo”. He aquí las evidencias textuales.

Tobías 1. 18 “Cuando Senaquerib se puso a decir palabras ofensivas contra Dios, el Rey del cielo, y fue castigado por ello y tuvo que salir huyendo de Judea, se enojó y mató a muchos israelitas. Pero yo fui y los enterré. Robé los cadáveres y los enterré. Senaquerib los buscó, pero no pudo encontrarlos.”

Tobías 6.18 “Y antes de que te unas a ella, levántense primero, hagan oración y pídanle al Señor del cielo que tenga misericordia de ustedes y los proteja. No tengas miedo. Dios te la tiene destinada desde la eternidad. Tú la vas a sanar. Ella se irá contigo, y pienso que tendrás hijos de ella y que los vas a querer mucho. No te preocupes. 19Cuando Tobías oyó lo que dijo Rafael, que Sara era parienta suya, de la familia de su padre, sintió por ella mucho cariño y se enamoró de ella.”

Tobías 7.12 “Pero Tobías contestó: —No probaré esta cena hasta que resuelvas mi asunto. Ragüel le dijo: —Bueno, lo haré. Según está dispuesto en el libro de Moisés, y ya que Dios ha decretado dártela, te la doy. Te entrego, pues, a tu parienta Sara. De ahora en adelante serás su marido, y ella será tu esposa. Es tuya desde hoy y para siempre. Hijo, que el Señor del cielo los favorezca esta noche, y les muestre su amor y les conceda bienestar.”

Tobías 7.13 “Ragüel llamó a su hija Sara. Cuando llegó, su padre la tomó de la mano y se la entregó a Tobías, diciéndole: —Yo te la entrego conforme a la ley y según el decreto escrito en el libro de Moisés, que manda que te la dé como esposa. Tómala y vuelve sano y salvo a casa de tus padres. Que el Dios del cielo les conceda bienestar.”

Tobías 7.17 “—Ten confianza, hija. Que el Señor del cielo te conceda alegría en vez de tristeza. ¡Ten confianza, hija! Y salió.

Tobías 8.15 “Entonces Ragüel alabó al Dios del cielo, diciendo: “¡Alabado seas, oh Dios, con toda alabanza pura! ¡Alabado seas por todos los siglos!”

Tobías 10.11 “Luego los dejó ir tranquilos. A Tobías lo despidió diciéndole: —¡Que te vaya bien, hijo! ¡Vete en paz! Que el Señor del cielo les conceda un feliz viaje a ti y a Sara tu esposa. ¡Ojalá pueda yo, antes de morir, ver a sus hijos!”

Tobías 10.14 “Tobías se fue de la casa de Ragüel feliz y contento y alabando al Señor del cielo y de la tierra, el Rey del universo, porque le había concedido un viaje tan bueno. Pidió a Dios que bendijera a Ragüel y a Edna, y dijo: —¡Ojalá tenga yo la dicha de honrarlos todos los días de su vida!”

Tobías 13.9 “Yo alabo a mi Dios, el Rey del cielo; mi corazón se alegra en su grandeza.”

Tobías 13.13 “Tu luz brillante resplandecerá por todos los rincones de la tierra. Numerosas naciones vendrán de lejos hasta ti; ciudadanos de todos los rincones de la tierra vendrán a invocar el nombre de Dios, el Señor. Traerán en sus manos regalos al Rey del cielo. Los hombres de todos los tiempos mostrarán su alegría por ti. Y el nombre de la ciudad escogida por Dios permanecerá eternamente.”

Tobías 13.17 “ Jerusalén será reconstruida, el templo del Señor existirá por siempre. ¡Qué dicha si me queda algún descendiente que pueda ver tu esplendor y alabar al Rey del cielo! Las puertas de Jerusalén serán construidas con zafiros y esmeraldas, y con piedras preciosas todas sus murallas. Las torres de Jerusalén y sus baluartes se construirán con oro, con oro puro. Sus plazas serán pavimentadas con rubíes y finísimas piedras.”

Judit 5.8 “Abandonaron las tradiciones de sus antepasados y adoraron al Dios del cielo, el Dios que ellos reconocen. Por eso los caldeos los expulsaron lejos de la vista de sus propios dioses, y ellos huyeron a Mesopotamia, donde vivieron mucho tiempo.”

Judit 6.19 “¡Señor, Dios del cielo, mira el orgullo de nuestros enemigos, y ten compasión de nuestro pueblo humillado! ¡Dirige hoy tu mirada hacia esta nación consagrada a ti!”

Judit 9.12 “Sí, oh Dios de mi padre, Dios del pueblo de Israel, Señor del cielo y de la tierra, creador de los mares, rey de todo lo que has creado, escucha mi oración:”

Judit 11.17 “Yo, esclava de Su Excelencia, soy una mujer piadosa que sirve al Dios del cielo día y noche. Yo me quedaré con Su Excelencia; todas las noches saldré al valle a orar a Dios, y él me dirá cuando los israelitas hayan cometido su pecado.”

En plural “Señor de los cielos” la encontramos una sola vez, 2 Macabeos 15.23 “Ahora también, Señor de los cielos, envía a tu ángel bueno delante de nosotros, para que siembre el miedo y el terror.”

B) En Nuevo Testamento

Específicamente en el Nuevo Testamento encontramos dos expresiones que se usan para referir al “reino” del Dios del Tanaj y de la Biblia en general, pero sin hacer una mención directa de su nombre sagrado. Estas expresiones son “reino de los cielos” y “reino de Dios”.

La expresión “reino de lo cielos” es propia de Mateo, y la usa 33 veces en 32 versículos bíblicos”. Por otro lado, la expresión que le es equivalente, “reino de Dios”, se encuentra en los evangelios 55 veces en 54 versículos bíblicos. De estas 55 ocasiones, Mateo sólo la usa en cinco ocasiones, Juan en 2 ocasiones, Marcos en 15 ocasiones, pero Lucas en 33 ocasiones.

También tengo que decir, que a diferencia del sintagma “reino de los cielos”, que sólo la emplea Mateo en todo el NT; la expresión “reino de Dios” además de los evangelios, se la encuentra en Hechos, en la literatura paulina y deuteropaulina, como Romanos, 1 Corintios, Gálatas, Colosenses y 2 Tesalonicenses.

Algunos ejemplos de la expresión “reino de los cielos” en Mateo, son:

Mate 3.2 “Y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.”

Mate 4.17 “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.”

Compárese Marcos 1.14-15 “”Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, 15diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.”

Y con Lucas 4.42-44 “Cuando ya era de día, salió y se fue a un lugar desierto; y la gente le buscaba, y llegando a donde estaba, le detenían para que no se fuera de ellos. 43Pero él les dijo: Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado. 44Y predicaba en las sinagogas de Galilea.”

El uso de la llamada “pasiva divina” o “pasiva teológica”

Dentro de los llamados “accidentes del verbo” está la voz. La voz hace referencia al tipo de relación que se establece entre el sujeto de una forma verbal y la manera en que dicha acción se relaciona con el sujeto de la oración.

Si en una determinada acción verbal, el sujeto actúa como agente que ejecuta la acción, se dice que ese verbo está en voz activa. Cuando en una acción verbal, el sujeto no ejecuta dicha acción, sino que más bien la sufre o recibe, se habla entonces de una forma verbal en “voz pasiva”. En consecuencia, en una forma verbal que está en “voz activa”, el sujeto es un “sujeto agente”. Pero cuando una forma verbal está en “voz pasiva,” el sujeto es un “sujeto paciente”.

Por otro lado, dado que no es el sujeto quien ejecuta la acción verbal en una forma verbal en voz pasiva, existe en dichas circunstancias la figura del “agente” o “modificador agente” de la voz pasiva. Este “agente” es, pues, el responsable de la acción verbal en dicha voz. Ahora bien, no siempre se identifica o señala el “agente” de la acción verbal en la voz pasiva. Pero cuando se lo identifica, se le coloca delante la preposición “por”. Ejemplos: 1) El ser humano fue creado por Dios. 2) El hijo de la viuda de Naín fue resucitado por Jesús. 3) Salvado por el Señor, etc.

Pues bien, hay en el NT un uso especial de la voz pasiva en acciones verbales que se supone tienen a Dios como el agente responsable de dicha acción verbal, aun cuando se evita la mención directa de su nombre. Este uso particular de la voz pasiva se conoce como “la pasiva divina” o “la pasiva teológica”.

Algunos ejemplos concretos son:

Mateo 5.4 “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.”

Mateo 5.6 “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.”

Mateo 22.14 “Porque muchos son llamados, y pocos escogidos.”

Romanos 5.1 “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.”

Romanos 8.28 “28Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”

Gálatas 3.24 “De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.”

Conclusiones:

1) Existe en la primera sección del Tanaj (la Biblia hebrea), la Toráh o Pentateuco, el principio (como parte de los diez mandamientos), de que se debía y se debe evitar el uso inadecuado (en vano) del nombre de Dios.

2) El uso inadecuado o en vano del nombre de Dios, está asociado a varias ideas: 1) Ofrecer sacrificios humanos (Levítico 18.21); 2) Ofrecer juramente sabiendo que se está mintiendo (Levítico 19.12); 3) Proferir maldiciones contra Dios (Levítico 24.10-16); 4) Hablar (profetizar) falsamente, mintiendo, en el nombre de Dios (Jeremías 14.13.16; 23.25-32; Zacarías 13.3); 5) En general en relación a cualquier idea, pensamiento o acción que sea contraria al ser y carácter de Dios, y a sus propósitos.

3) Hay en la Toráh o Pentateuco el rechazo y hasta la condena del uso inadecuado del nombre sagrado; 2) Hay en la Toráh o Pentateuco la evidencia del uso corriente del sagrado nombre; 3) Hay también la evidencia del empleo de una expresión sustitutiva (ha-shem) para hacer referencia al sagrado nombre, y sin mencionarlo.

4) La forma articulada de “shem”, que efectivamente se la encuentra en Levítico 24.11, es “ha-shem”. Forma que en la actualidad es usada por algunos para referir al Dios del Tanaj (el AT hebreo) en el contexto de la fe judía en sus diversas manifestaciones.

5) Hay en la segunda sección del Tanaj (el AT hebreo), los Neviím (profetas), evidencias de un uso habitual del sagrado nombre, aunque también encontramos por lo menos un texto que es concordante con el principio de la Toráh o Pentateuco que condena con la muerte el uso indebido del nombre sagrado. Esto texto es Zacarías 13.3 “Y acontecerá que cuando alguno profetizare aún, le dirán su padre y su madre que lo engendraron: No vivirás, porque has hablado mentira en el nombre de Jehová; y su padre y su madre que lo engendraron le traspasarán cuando profetizare.” (Compárese Jeremías 14.15; 23.16, 26, 32; 27.15, 16; 29.21; Ezequiel 13.2, 16, 17).

6) Hay también dentro de los Neviím, los profetas (la segunda sección del Tanaj o AT hebreo) un caso sumamente interesante y problemático, Amós 6.10.

A pesar de las dificultades que entraña este pasaje, lo cierto es que puede tomarse como una evidencia de mucho valor. Evidencia que podría servir de mucho a la hora (y en los intentos) de tratar de explicar el origen, desarrollo, consolidación y permanencia de una tradición que supuso el evitar la pronunciación del sagrado nombre del Dios del Tanaj (el AT hebreo). Es muy posible que detrás de esta tradición estuvieran presentes, por un lado, el temor reverente, y el miedo aterrador, por otro; ante las promesas y bendiciones que suponía guardar el pacto, así como frente a las maldiciones y castigos que suponía la desobediencia del mismo (compárese Deuteronomio 27 y 28; 1 Reyes 8.12-9.9; Esdras 8-10).

7) En la sección de los ketuvím (los escritos), encontramos la siguiente situación: En primer lugar, observamos por lo menos un texto que se hace eco del principio de la Toráh o Pentateuco, respecto a la condena del uso indebido del nombre sagrado; en segundo lugar, una serie de textos que ponen de manifiesto el uso habitual del sagrado nombre; en tercer lugar, no hay evidencia alguna de una tradición tendente a evitar el uso o pronunciamiento del nombre sagrado.

8) Apegándonos a los datos que poseemos, realmente es imposible establecer con seguridad la fecha en que se inició o estableció la tradición de no pronunciar el sagrado nombre representado por el tetragrama. A lo más que podemos llegar con certeza es a considerar ciertas fechas, como parámetros adecuados, para las cuáles dicha tradición estaba ya establecida.

En primer lugar, considerando la fecha en que se escribió el libro de Amos, y entendiendo que Amos 6.10 puede servir para proporcionar ciertas bases sobre las cuales se fundamentó la tradición de no pronunciar el sagrado nombre; en segundo lugar, considerando la evidencia de la Septuaginta (entendida propiamente como la traducción al griego de la Toráh o Pentateuco, específicamente), realizada alrededor del 285-246 antes de nuestra era; lo más que podemos decir es que para el siglo III antes de nuestra era, ya se había establecido de manera definitiva la tradición que evitaba la pronunciación del sagrado nombre representado por el tetragrama.

9) En la literatura inmediatamente anterior a los textos del NT, la literatura apócrifa y deuterocanónica de alrededor del siglo II antes de nuestra era, encontramos por lo menos tres expresiones sustitutivas para hacer referencia al Dios del Tanaj (el AT hebreo), el Dios de Israel. Estas son: “Rey del cielo”, “Señor del cielo” y “Dios del cielo”.

10) Específicamente en el Nuevo Testamento encontramos dos expresiones que se usan para referir al “reino” del Dios del Tanaj y de la Biblia en general, pero sin hacer una mención directa de su nombre sagrado. Estas expresiones son “reino de los cielos” y “reino de Dios”. La primera es propia de Mateo, tanto aquí que sólo este evangelio la utiliza en toda la literatura del NT. La segunda, “reino de Dios”, si bien es bien dominante en Lucas, también se la encuentra en la literatura paulina y deuteropaulina.

11) Ciertamente hay ecos en el NT de la idea del carácter sagrado del nombre divino. Si bien no encontramos en el NT una referencia directa al tercer mandamiento del decálogo, no es menos cierto que sí encontramos algunos textos que testimonian la idea del carácter sagrado del nombre impronunciable.

El uso del griego “onóma” (nombre) en dichos textos, es en cierto modo equivalente al uso del hebreo “shem” (nombre) en los cinco pasajes ya estudiados del Levítico. Por cierto, es “ónoma” la palabra que usa la Septuaginta en los cinco pasajes del Levítico a los que estoy haciendo referencia.

12) Hay en el NT un uso especial de la voz pasiva en acciones verbales que se supone tienen a Dios como el agente responsable de dicha acción verbal, aun cuando se evita la mención directa de su nombre. Este uso particular de la voz pasiva se conoce como “la pasiva divina” o “la pasiva teológica”.

Reflexión final para la pastoral y el testimonio cristiano hoy:

¿Cuántas veces y en cuantos contextos podemos ser testigos hoy de un uso irresponsable del nombre de Dios? ¿Es que olvidamos que al involucrar el nombre de Dios estamos implicando su ser, su persona, su existencia y carácter?

¿Cuántas veces hemos visto (y seguimos viendo) un uso inadecuado, en vano, irresponsable del nombre de Dios en púlpitos, predicaciones, sermones bíblicos, reflexiones teológicas, programas de Radio, cadenas de televisión, campañas evangelísticas, etc.?

¿No es cierto que en esto contextos es costumbre apelar al nombre de Dios (o a una supuesta revelación suya), con la finalidad de buscar una legitimación que ni la persona misma que la proclama, cree?

¿Cuántas veces no hemos visto una proclamación de que en tal evento habrá una “manifestación sin igual de la gloria de Dios”, que “habrá milagros y muchísimas bendiciones de lo alto”, que después de dicha fecha habrá un “antes” y un “después”, y lo cierto es que no pasa nada? Lo penoso es que después de todo este sensacionalismo tan prometedor, los responsables se quedan como si nada, y jamás vuelven a hacer referencia alguna, a todas las promesas y proclamas que hicieron. Sencillamente es como si todo lo dicho, hecho, prometido y proclamado, nunca hubiera acontecido. Pero muy a pesar de esto, siguen siendo las personas iluminadas, y las que en verdad Dios “usa”.

¿Cuántas veces no hemos visto (y seguimos viendo) la manipulación del nombre de Dios en telemaratones, teletones, y radiomaratones, que buscan el apoyo y sostenimiento de ciertos ministerios?

¿Qué tantas veces somos testigos de manipulación del nombre y el ser de Dios en nuestras propias congregaciones, semanalmente?

¿Qué tanta manipulación y uso indebido del nombre y el ser de Dios, hacemos a título personal?

¿Cuántas veces nos hemos atrevido a mencionar el nombre de Dios, a pretender santificar y dotar de legitimidad a unas acciones o actividades que estamos conscientes de que envuelven engaños, malas intenciones, mentiras, traición, calumnias, abusos, manipulación, hipocresía, injusticias, alienación, etc.?

¿Nos arrepentiremos de esto algún día?

¡Sea usted el jurado!

¡Hasta aquí nos ayudó el Señor!

sábado, 5 de marzo de 2011

“¡No pronunciarás el nombre de YHVH tu Dios!”

¿De verdad? ¿Quién dijo eso? (1 de 2)

Después de haber explicado el recurso implementado en la vocalización masorética del tetragrama, tendente a la reflejar y conservar la tradición recibida de no pronunciar el nombre sagrado del Dios del pueblo hebreo; en este artículo quiero analizar si realmente hubo en el mismo texto del Tanaj algún principio o disposición, alguna evidencia textual que explique o justifique tal tradición, o que por lo menos deje entrever la existencia de dicha tradición en los tiempos bíblicos mismos.

Para tal fin, voy a considerar no sólo textos que forman parte de la llamada “época mosaica” (la Toráh o Pentateuco), sino también evidencias textuales de las dos últimas secciones del Tanaj o Biblia hebrea (el AT), la de los neviím (los profetas), y los ketuvím (los escritos).

Como procedimiento, lo que haré es verificar en cada sección del Tanaj (de acuerdo a la estructura propia del Tanaj, el AT hebreo, y no según nuestras Biblias, pues existen diferencias en este sentido), en primer lugar, la existencia de alguna disposición que condenara el uso inadecuado del nombre sagrado; en segundo lugar, constatar posibles evidencias de que real y efectivamente hubo un tiempo en que era común el uso del nombre sagrado, así como la existencia de algunos textos que en alguna forma estimularan su uso; y en tercer lugar, constatar si efectivamente hay cierta evidencia bíblica de la existencia de una tradición tendente a evitar el uso o pronunciamiento del nombre sagrado (mediante alguna expresión sustitutiva) en los tiempos bíblicos mismos.

También extenderé mi análisis a la época intertesmentaria, o sea, la que va entre los dos testamentos, la inmediata época posterior a la redacción de los 39 libros del Tanaj, y la aparición de la primera literatura propia del NT. También consideraré cualquier evidencia dentro del Nuevo Testamento mismo.

La situación del nombre sagrado en la época mosaica (la Toráh o Pentateuco)

Específicamente dentro de los escritos atribuidos a Moisés encontramos algunos textos y principios que, muy probablemente y de una forma u otra, pueden estar en la raíz de la tradición que procuró evitar a todo costo la mención o pronunciamiento del sagrado nombre del Dios del Tanaj (el AT hebreo).

A continuación enumero dichos textos:

Éxodo 20.7 “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.”

Deuteronomio 5.11 “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque Jehová no dará por inocente al que tome su nombre en vano.”

Observación: La palabra hebrea que se traduce “en vano” (tanto en Éxodo 20.7 como Deuteronomio 5.11) es “shavé” que significa: Nulidad, nada, vacío, inconsistencia, apariencia, irrealidad, engaño, falacia, mentira, simulacro, ficción, quimera (Diccionario bíblico hebreo-español, por Luís Alonso Schokel, 1994).

Por su parte, la Septuaginta tradujo a “shavé”, en ambos pasajes, con “mátaios” que significa “inútil”, “vano”.

En consecuencia, el principio del tercer mandamiento del decálogo es que se evite a todo costo, el uso, apelación o invocación del nombre de Dios (que es realmente una forma de involucrar su ser, su persona, su existencia y carácter), en situaciones que supongan la existencia del engaño, la mentira, la contradicción, y cualquier idea o acción que implique la presencia o intervención de elementos contrarios a su carácter, voluntad y propósitos.

Levítico 18.21 “Y no des hijo tuyo para ofrecerlo por fuego a Moloc; no contamines así el nombre de tu Dios. Yo Jehová.”

Levítico 19.12 “Y no juraréis falsamente por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios. Yo Jehová.”

Levítico 21.6 Santos serán a su Dios, y no profanarán el nombre de su Dios, porque las ofrendas encendidas para Jehová y el pan de su Dios ofrecen; por tanto, serán santos”.

Levítico 24.11 “Y el hijo de la mujer israelita blasfemó el Nombre, y maldijo; entonces lo llevaron a Moisés. Y su madre se llamaba Selomit, hija de Dibri, de la tribu de Dan.”

Levítico 24.16 “Y el que blasfemare el nombre de Jehová, ha de ser muerto; toda la congregación lo apedreará; así el extranjero como el natural, si blasfemare el Nombre, que muera.”

Pero también encontramos en el contexto de la Toráh misma o Pentateuco, una serie textos que testimonian el uso corriente del nombre sagrado, y que podrían tomarse como una especie de estímulo para su uso. Estos textos son:

Éxodo 33.19 “Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente.”

Éxodo 34.5 “Y Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre de Jehová.”

Deuteronomio 28.10 “Y verán todos los pueblos de la tierra que el nombre de Jehová es invocado sobre ti, y te temerán.”

Deuteronomio 32.3 “Porque el nombre de Jehová proclamaré. Engrandeced a nuestro Dios.”

El empleo del sustantivo “shem” en lugar del tetragrama en la misma Toráh o Pentateuco

Consideremos los siguientes pasajes, específicamente de Levíticos

Levítico 18.21 “Y no des hijo tuyo para ofrecerlo por fuego a Moloc; no contamines así el nombre de tu Dios. Yo Jehová.”

Levítico 19.12 “Y no juraréis falsamente por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios. Yo Jehová.”

Levítico 21.6 Santos serán a su Dios, y no profanarán el nombre de su Dios, porque las ofrendas encendidas para Jehová y el pan de su Dios ofrecen; por tanto, serán santos”.

Levítico 24.11 “Y el hijo de la mujer israelita blasfemó el Nombre, y maldijo; entonces lo llevaron a Moisés. Y su madre se llamaba Selomit, hija de Dibri, de la tribu de Dan.”

Levítico 24.16 “Y el que blasfemare el nombre de Jehová, ha de ser muerto; toda la congregación lo apedreará; así el extranjero como el natural, si blasfemare el Nombre, que muera.”

Observación: En estos cinco pasajes lo que se ha traducido “el nombre” es la palabra hebrea “shem” que significa “nombre”. Ahora bien, se nota que sólo en el último pasaje, Levítico 24.16, es donde aparecen juntos el sustantivo “shem” y el tetragrama. Luego, esta asociación puede explicar el que se use sólo a “shem” para hacer referencia al tetragrama sin necesariamente incluirlo.

Finalmente, tengo que decir que de estos cinco pasajes, sólo en Levítico 24.11 se observa en el texto hebreo, que “shem” tiene artículo. Pues bien, la forma articulada es “ha-shem”. Esta forma sirve para explicar que en el contexto de la religión judía, incluyendo la corriente judío-mesiánica, no sea extraño referirse al Dios del Tanaj, al Dios del AT, al Dios de la Biblia en general, con la expresión “ha-shem”. Por ejemplo, en vez de decir “si Dios (o cualquiera de las posibles transliteraciones del tetragrama) lo permite, prefieren decir: “Si Hashem lo permite”, que “Hashem te bendiga”, etc.

En conclusión: 1) Hay en la Toráh o Pentateuco el rechazo y hasta la condena del uso inadecuado del nombre sagrado; 2) Hay en la Toráh o Pentateuco la evidencia del uso corriente del sagrado nombre; 3) Hay también la evidencia del empleo de una expresión sustitutiva (ha-shem) para hacer referencia al sagrado nombre, y sin mencionarlo.

La situación del nombre sagrado en los neviím (los profetas)

A diferencia de la Toráh o Pentateuco, lo cierto es que no encontramos en los Neviím (los profetas), la segunda sección de la Biblia hebrea, una disposición condenatoria respecto al uso inadecuado del nombre sagrado. No obstante, sí hallamos por lo menos un texto que evidencia una concordancia perfecta con el principio del decálogo y el de Levítico 24.16 (que demandaba la muerte del que blasfemaba u ofendía el nombre de Dios). Pero además encontramos en esta sección, en armonía con la Toráh o Pentateuco, evidencias del uso corriente del nombre sagrado. Consideremos los siguientes pasajes:

1 Samuel 17.45 “Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.”

1 Samuel 20.42 “Y Jonatán dijo a David: Vete en paz, porque ambos hemos jurado por el nombre de Jehová, diciendo: Jehová esté entre tú y yo, entre tu descendencia y mi descendencia, para siempre. Y él se levantó y se fue; y Jonatán entró en la ciudad.”

2 Samuel 6.2 “Y se levantó David y partió de Baala de Judá con todo el pueblo que tenía consigo, para hacer pasar de allí el arca de Dios, sobre la cual era invocado el nombre de Jehová de los ejércitos, que mora entre los querubines.”

2 Samuel 6.18 “Y cuando David había acabado de ofrecer los holocaustos y ofrendas de paz, bendijo al pueblo en el nombre de Jehová de los ejércitos.”

1 Reyes 10.1 “Oyendo la reina de Sabá la fama que Salomón había alcanzado por el nombre de Jehová, vino a probarle con preguntas difíciles.”

1 Reyes 18.24 “Invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses, y yo invocaré el nombre de Jehová; y el Dios que respondiere por medio de fuego, ése sea Dios. Y todo el pueblo respondió, diciendo: Bien dicho.”

Isaías 3027 “He aquí que el nombre de Jehová viene de lejos; su rostro encendido, y con llamas de fuego devorador; sus labios llenos de ira, y su lengua como fuego que consume.”

Isaías 48.1 “Oíd esto, casa de Jacob, que os llamáis del nombre de Israel, los que salieron de las aguas de Judá, los que juran en el nombre de Jehová, y hacen memoria del Dios de Israel, mas no en verdad ni en justicia.”

Isaías 50.10 “¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios.”

Isaías 56.6 “Y a los hijos de los extranjeros que sigan a Jehová para servirle, y que amen el nombre de Jehová para ser sus siervos; a todos los que guarden el día de reposo para no profanarlo, y abracen mi pacto.”

Isaías 59.19 “Y temerán desde el occidente el nombre de Jehová, y desde el nacimiento del sol su gloria; porque vendrá el enemigo como río, mas el Espíritu de Jehová levantará bandera contra él.”

Jeremías 3.17 “En aquel tiempo llamarán a Jerusalén: Trono de Jehová, y todas las naciones vendrán a ella en el nombre de Jehová en Jerusalén; ni andarán más tras la dureza de su malvado corazón.”

Joel 2.26 “Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios, el cual hizo maravillas con vosotros; y nunca jamás será mi pueblo avergonzado.”

Joel 2.32 “Y todo aquel que invocare el nombre de Jehová será salvo; porque en el monte de Sion y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y entre el remanente al cual él habrá llamado.”

Miqueas 4.5 “Aunque todos los pueblos anden cada uno en el nombre de su dios, nosotros con todo andaremos en el nombre de Jehová nuestro Dios eternamente y para siempre.”

Sofonías 3.9 “En aquel tiempo devolveré yo a los pueblos pureza de labios, para que todos invoquen el nombre de Jehová, para que le sirvan de común consentimiento.

Sofonías 3.12 “Y dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, el cual confiará en el nombre de Jehová.”

Zacarías 13.3 “Y acontecerá que cuando alguno profetizare aún, le dirán su padre y su madre que lo engendraron: No vivirás, porque has hablado mentira en el nombre de Jehová; y su padre y su madre que lo engendraron le traspasarán cuando profetizare.”

Una aclaración importante. Probablemente algunas personas se hayan sorprendido porque haya incluido como parte de esta sección de la Biblia hebrea, libros como los de Samuel, y Reyes. Lo cierto es que, como ya había advertido, hay ciertas diferencias entre la estructura, organización y clasificación de los libros en el Tanaj (el AT hebreo, la Biblia hebrea, etc.), y la estructura, organización y clasificación de los mismos libros del AT en nuestras versiones de Biblia. Nuestras versiones de la Biblia muestran una organización, clasificación y estructura más apegada a la Septuaginta (la versión griega del AT), que al Tanaj o AT hebreo.

Pues bien, la estructura y clasificación del Tanaj o AT hebreo, es:

1) Toráh o Pentateuco: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, y Deuteronomio.

2) Los profetas, pero con una subdivisión interna:

A) Los profetas primeros o anteriores: Josué, Jueces, 1 Samuel, 2 Samuel, 1 Reyes, 2 Reyes

B) Los profetas posteriores: Isaías, Jeremías, Ezequiel, Oseas, Joel, Amos, Abdias, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonias, Hageo, Zacarías y Malaquías

3) Los Ketuvím: Salmos, Job, Proverbios, Rut, Cantar de los Cantares, Eclesiastés, Lamentaciones, Ester, Daniel, Esdras, Nehemías, 1 Crónicas y 2 Crónicas

En conclusión: Hasta ahora no vemos en la segunda sección del Tanaj o AT hebreo (la de los Neviím o profetas), evidencia alguna de la tradición tendente a evitar el uso o pronunciamiento del sagrado nombre. Más bien observamos evidencias de un uso habitual del sagrado nombre, aunque también encontramos por lo menos un texto que es concordante con el principio de la Toráh o Pentateuco que condena con la muerte el uso indebido del nombre sagrado.

Esto texto es Zacarías 13.3 “Y acontecerá que cuando alguno profetizare aún, le dirán su padre y su madre que lo engendraron: No vivirás, porque has hablado mentira en el nombre de Jehová; y su padre y su madre que lo engendraron le traspasarán cuando profetizare.” (Compárese Jeremías 14.15; 23.16, 26, 32; 27.15, 16; 29.21; Ezequiel 13.2, 16, 17).

La situación del nombre sagrado en los ketuvím (los escritos)

En la sección de los ketuvím, los escritos, encontramos la siguiente situación: En primer lugar, observamos por lo menos un texto que se hace eco del principio de la Toráh o Pentateuco, respecto a la condena del uso indebido del nombre sagrado; en segundo lugar, una serie de textos que ponen de manifiesto el uso habitual del sagrado nombre; en tercer lugar, no hay evidencia alguna de una tradición tendente a evitar el uso o pronunciamiento del nombre sagrado.

Pues bien, el único texto que se hace eco del principio de la Toráh que condena el uso indebido del nombre sagrado, es: “Porque blasfemias dicen ellos contra ti; Tus enemigos toman en vano tu nombre” (Salmo 139.20)

Los textos de esta sección que confirman el uso habitual del sagrado nombre, y lo motivan, son:

Salmo 20.1 “Jehová te oiga en el día de conflicto; El nombre del Dios de Jacob te defienda.”

Salmo 20.5 “Nosotros nos alegraremos en tu salvación, Y alzaremos pendón en el nombre de nuestro Dios; Conceda Jehová todas tus peticiones.”

Salmo 69.30 “Alabaré yo el nombre de Dios con cántico, Lo exaltaré con alabanza.”

Salmo 102.15 “Entonces las naciones temerán el nombre de Jehová, Y todos los reyes de la tierra tu gloria.”

Salmo 102.21 “Para que publique en Sion el nombre de Jehová, Y su alabanza en Jerusalén.”

Salmo 113.1 “Alabad, siervos de Jehová, Alabad el nombre de Jehová.”

Salmo 113.2 “Sea el nombre de Jehová bendito Desde ahora y para siempre.”

Salmo 113.3 “Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, Sea alabado el nombre de Jehová.”

Salmo 116.4 “Entonces invoqué el nombre de Jehová, diciendo: Oh Jehová, libra ahora mi alma.”

Salmo 116.13 “Tomaré la copa de la salvación, E invocaré el nombre de Jehová.”

Salmo 116.17 “Te ofreceré sacrificio de alabanza, E invocaré el nombre de Jehová.”

Salmo 118.10 “Todas las naciones me rodearon; Mas en el nombre de Jehová yo las destruiré.”

Salmo 118.11 “Me rodearon y me asediaron; Mas en el nombre de Jehová yo las destruiré.”

Salmo 118.12 “Me rodearon como abejas; se enardecieron como fuego de espinos; Mas en el nombre de Jehová yo las destruiré.”

Salmo 118.26 “Bendito el que viene en el nombre de Jehová; Desde la casa de Jehová os bendecimos.”

Salmo 122.4 “Y allá subieron las tribus, las tribus de JAH, Conforme al testimonio dado a Israel, Para alabar el nombre de Jehová.”

Salmo 124.8 “Nuestro socorro está en el nombre de Jehová, Que hizo el cielo y la tierra.”

Salmo 129.8 “Ni dijeron los que pasaban: Bendición de Jehová sea sobre vosotros;

Os bendecimos en el nombre de Jehová.”

Salmo 135.1 “Alabad el nombre de Jehová; Alabadle, siervos de Jehová.”

Salmo 148.5 “Alaben el nombre de Jehová; Porque él mandó, y fueron creados.”

Salmo 148.13 “Alaben el nombre de Jehová, Porque sólo su nombre es enaltecido.

Su gloria es sobre tierra y cielos.”

Job 1.21 “Y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.”

Proverbios 10.7 “La memoria del justo será bendita; Mas el nombre de los impíos se pudrirá.”

Proverbios 18.10 “Torre fuerte es el nombre de Jehová; A él correrá el justo, y será levantado.”

Proverbios 30.9 “No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová?

O que siendo pobre, hurte, Y blasfeme el nombre de mi Dios.”

Daniel 2.20 “Y Daniel habló y dijo: Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría.”

1 Crónicas 16.2 “Y cuando David acabó de ofrecer el holocausto y los sacrificios de paz, bendijo al pueblo en el nombre de Jehová.”

2 Crónicas 18.15 “El rey le dijo: ¿Hasta cuántas veces te conjuraré por el nombre de Jehová que no me hables sino la verdad?”

Nehemías 9.5 “Y dijeron los levitas Jesúa, Cadmiel, Bani, Hasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías: Levantaos, bendecid a Jehová vuestro Dios desde la eternidad hasta la eternidad; y bendígase el nombre tuyo, glorioso y alto sobre toda bendición y alabanza.”

¡Hasta mañana si Dios nos lo permite!