sábado, 14 de mayo de 2011

"Jehová de los ejércitos": Un título preocupante (3)

Ante el cúmulo de evidencias presentadas contra los argumentos y la hipótesis de Luís Berkhof y otros, de que la palabra “ejército” en la expresión “Jehová de los ejércitos” refiere más bien a los “ángeles” como el “ejército del cielo”; no queda otra opción que afirmar, categóricamente, que el título (o “nombre” según algunos) “Jehová de los ejércitos” o “Señor de los ejércitos”, describe a Dios como un ser guerrero, violento, vengativo y castigador.

La expresión «Jehová de los ejércitos» y la historia deuteronomista

En su análisis de la teología de la historia deuteronomista (Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes), Antonio González Lamadrid sostiene: “La caída del reino del norte en el año 722 y la del reino del sur en el año 587, con las consiguientes deportaciones de las clases más cualificadas del pueblo, significaron para Israel un rudo golpe con repercusiones de alcance político, social, económico y sobre todo, religioso. Concretamente, la destrucción de Jerusalén y el destierro a Babilonia herían profundamente la conciencia israelita y planteaban un problema de fe. ¿No había comprometido Dios su palabra a favor de la permanencia eterna de la dinastía davídica? ¿No había refrendado con juramento la promesa de la tierra? ¿No era Jerusalén ciudad santa e inviolable, elegida por el Señor para hacer habitar en ella su nombre? Los hechos parecían desmentir todas estas promesas. La decepción y el escepticismo minaban la fe israelita” («Historia deuteronomista y el Deuteronomio», en «Historia, Narrativa, Apocalíptica», página 29).

Continúa Lamadrid diciendo: “Una vez establecida en Deuteronomio la correlación fidelidad a alianza = permanencia en la tierra, infidelidad a la alianza = expulsión de la tierra, ya tiene el deuteronomista en su mano una buena vara para medir, para someter a examen la historia y ver si esta da o no la medida. Es lo que va a hacer a lo largo de los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes. El balance final será claramente negativo. Desde la entrada en Canaán hasta el destierro, la historia de Israel es una secuencia creciente de infidelidades y transgresiones” (obra citada, página 31).

Ahora bien, en el contexto de la teología de la historia deuteronomista es cuando vemos al Dios de Israel aparecer como el que lucha por su pueblo, el que pelea por él y el que le otorga la tierra, por un lado; y por otro lado, como el castigador de su pueblo, cuando éste ha faltado a la alianza.

No obstante, la pregunta es si posteriormente, en la historia del pueblo hebreo, se mantendrían vigentes las premisas de la teología de la historia deuteronomista.

Por ejemplo, la idea de Jehová (el Señor), como «Jehová de los ejércitos» está ausente en el período de la rebelión macabea contra los seléucidas (166 al 142 a.C.).

Por otro lado, Emil Ludwing Fackenheim («La presencia de Dios en la historia»), sostiene: “La seriedad es puesta a prueba cuando uno se expone a situaciones de crisis. La fe judía y el pensamiento rabínicos se vieron puestos a prueba de manera incomparable cuando, el año 70 d.C., el Templo fue destruido por Tito, y todavía más cuando, después de la revuelta de Bar Kosba, Adriano transformó Jerusalén en una ciudad pagana (135 d.C.)… Pero una respuesta obvia a este conflicto evidente había consistido siempre en considerar el sufrimiento como castigo merecido, y en los primero libros de la Biblia –sobre todo en Jueces –esta respuesta había parecido completamente adecuada. Desde luego, esto ya no era así en los últimos libros de la Biblia (el AT). Pero el libro de Job cuestiona esta respuesta sólo en atención al individuo; y aunque el profeta Jeremías protesta contra la prosperidad del malvado (Jeremías 12.1), también es capaz de ver la destrucción del primer Templo como un castigo querido por Dios, y al tirano Nabucodonosor como azote de la ira de Dios e instrumento suyo (Jeremías 25.9; 27.6; 43.10). No obstante, ningún rabino describió a Tito como instrumento de Dios. Ningún rabino entendió la paganización de Jerusalén como un suceso querido por Dios” (página 52).

También sostiene Fackenheim: “Así, la segunda destrucción del Templo, como la primera, fue considerada como un caso de castigo merecido; y el castigo, entonces, como antes, se hizo soportable porque el arrepentimiento terminaría con el exilio del mismo modo que el pecado lo había causado. Sin embargo, el vasto imperio romano era absurdamente desproporcionado en relación a los pecados de un puñado de judíos; y el arrepentimiento de ese puñado se había de atribuir ridículamente consecuencias en el plano de la historia universal. Considerada en sí misma y absolutizada, esta respuesta era completamente inadecuada; estaba abocada a producir la opinión de que Dios había destruido su santuario sin causa justificada, y que ahora se hallaba distante e indiferente. El concepto de pecado era insuficiente para explicar el curso de los acontecimientos” (obra citada, página 53).

Con relación al holocausto, en el que también parece estar ausente la idea de «Jehová de los ejércitos», Fackenheim afirma: “Y aunque sea un hecho documentado que incontables judíos piadosos murieron en Auschwitz con el Shemá Israel en los labios, no está menos documentado el hecho de que, aunque las máquinas nazis de asesinar en ocasiones se estropeaban, los asesinos no” (obra citada, página 124).

La expresión «Jehová shalom»

Ante la cruda realidad admitida con relación a las ideas que originalmente se asocian con la expresión «Jehová de los ejércitos», es posible que algunas personas piensen que, por lo menos, existe una expresión que viene a ser, quizás, su principal antítesis, o sea, «Jehová shalom», que igualmente tiene presencia en la Biblia.

Ahora bien, llama la atención que ante las 259 veces en que se encuentra en la Biblia la expresión «Jehová de los ejércitos» (sólo en el AT); la expresión «Jehová shalom» (el Señor es mi paz), sólo curre una sola vez en toda la Biblia (igualmente en el AT). Pues bien, esa única presencia la encontramos en Jueces 6.24, cito: “Y edificó allí Gedeón altar a Jehová, y lo llamó Jehová-salom; el cual permanece hasta hoy en Ofra de los abiezeritas.”

Por otro lado, es cierto que en la Biblia hebrea (el texto hebreo masorético), encontramos la expresión hebrea “adonay shalom (yehvah shalom) en otros dos textos, a saber, Jueces 6.23 y Jeremías 23.17. Lo interesante es que en estos dos últimos textos, la expresión tiene más bien un uso distinto y no propiamente afirmativo.

Consideremos, en primer lugar, a Jueces 6.23

“Pero Jehová le dijo: Paz a ti; no tengas temor, no morirás”. En este pasaje, según la sintaxis común del hebreo, el orden es el siguiente: “Dijo a él, Adonay (Yehvah) shalóm paz) lejá (a ti)”. En consecuencia, vemos que ocurren juntas “Jehová” (Adonay-Yehvah) y shalom (paz). Pero en realidad no, pues al entender la sintaxis hebrea, lo que vemos en realidad es: Adonay (Yehvah): Shalom lejá, o sea, paz a ti.

Por otro lado, analicemos ahora el segundo texto, o sea, Jeremías 23.17 “Dicen atrevidamente a los que me irritan: Jehová dijo: Paz tendréis; y a cualquiera que anda tras la obstinación de su corazón, dicen: No vendrá mal sobre vosotros.”

Aquí se da exactamente la misma situación que en Jueces 6.23. En realidad en el texto hebreo se ven juntas, una detrás de la otra, las palabras “Adonay” (Jehová, más bien Yehvah-Adonay) y shalom (paz). Pero en realidad, sintácticamente no van juntas, pues la idea es: Yehvah (Adonay- Jehová) dijo: shalom (paz) tendréis.

En conclusión, «Jehová shalom» (una mención en toda la Biblia, en el AT), no compite con «Jehová de los ejércitos» (259 menciones igualmente en la Biblia, sólo en el AT).

Para concluir, quiero traer a consideración la expresión «Dios de paz»

Esta es una expresión propia del NT, no se la encuentra en el AT. Ocurre seis (6) veces en el NT. También es legítimo agregar a esta lista dos pasajes que de una manera indirecta hacen referencia a la misma idea (1 Corintios 14.33 y 2 Tesalonicenses 3.16). A continuación los pasajes donde se la encuentra.

Romanos 15:33 “Y el Dios de paz sea con todos vosotros. Amén.”

Romanos 16.20 “Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros.”

2 Corintios 13.11 “Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros.”

Filipense 4.9 “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.”

1 Tesalonicenses 5.23 “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.”

Hebreos 13.20 “Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno.”

1 Corintios 14.33 “Pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz.”

2 Tesalonicenses 3.16 “Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera. El Señor sea con todos vosotros.

Conclusiones:

1) La expresión «Jehová de los ejércitos» describe y presenta a Dios como un ser violento, guerrero, vengativo y castigador.

2) La expresión “Jehová de los ejércitos” surge y se explica muy bien dentro de la teología de la historia deuteronomista (Josué, Jueces, Samuel y Reyes).

3) La expresión «Jehová de los ejércitos», tiene una destacada prominencia en la historia deuteronómica (Josué, Jueces, Samuel y Reyes), en el contexto de la guerra santa en el período de la conquista de Canaan por el pueblo hebreo.

4) El uso posterior de dicha expresión evoca algunas reminiscencias relacionadas con el período de la conquista y el establecimiento del pueblo hebreo en las tierras de lo cananeos, como parte de su historia patria.

5) La expresión «Jehová de los ejércitos» es propia del Antiguo Testamento. Las 259 veces en que ocurre en la Biblia, ni una sola se halla en el Nuevo Testamento.

6) Hay en el Nuevo Testamento una expresión equivalente a «Jehová de los ejércitos», y es «Señor de los ejércitos». A esta se la encuentra en el NT en apenas dos ocasiones, Romanos 9.29 y Santiago (Jacobo) 5.4.

7) La imagen de Yahvé como guerrero tiene claras influencias del antiguo Oriente Próximo, y en particular de divinidades cananeas como Baal y El.

8) El ardor guerrero con que se describe a Yahvé en Isaías 63-1-6, donde ejerce como «vengador de sangre» de su pueblo Israel contra Edom, símbolo de todas las naciones enemigas de Israel (compárese Isaías 34; Jeremías 49; Ezequiel 35-36, recuerda bastante a un texto ugarítico que presenta a la diosa Anat igualmente como guerrera y destructora.

9) La expresión «Jehová shalom» (el Señor es paz), con una mención en la Biblia (en el AT), no compite con «Jehová de los ejércitos» (259 menciones en todo el AT, y dos equivalentes en el NT).

10) La historia del pueblo hebreo, al margen de los relatos de la conquista dentro de la historia deuteronómica; no parece confirmar la idea de «Jehová de los ejércitos».

11) No todo el AT comparte las premisas de la historia deuteronomista respecto a la ley de la retribución, idea que supone que la fidelidad del pueblo habrá de traerle tiempos de paz y prosperidad; pero la infidelidad, tiempos difíciles y catastróficos.

12) Tampoco parece probar este concepto la historia posterior a los tiempos del AT.

13) A la luz de los datos del NT, comenzando por la actitud de Jesús frente a la violencia (especialmente en el sermón de la montaña, y el tenor general de su doctrina), seguida por el uso de la expresión «Dios de paz», que es propia del NT; los cristianos estamos llamados a asumir una postura crítica a la insistencia del empleo actual y futuro de la expresión «Jehová de los ejércitos», expresión que, por cierto, no formó parte del vocabulario de Jesús.

14) Una cosa es reconocer que la expresión «Jehová de los ejércitos» real y efectivamente tiene una verdadera presencia en la Biblia (y muy notable por cierto, hecho que nadie puede negar); y otra cosa, pretender justificar su uso hoy, ignorando el contexto en que surgió y las ideas que originalmente se asociaban con ella.

15) La expresión «Jehová de los ejércitos», está estrechamente ligada a la llamada ley de la retribución, concepto que entra en crisis en la Biblia misma (Job y Eclesiastés, por ejemplo); idea que, por cierto, fue recibiendo un matiz radicalmente escatológico.

16) La historia del pueblo hebreo como tal y la historia de la fe cristiana, ponen bajo serio cuestionamiento la idea de que «el Señor», el Dios de la Biblia, sea precisamente violento, castigador, guerrero y vengativo.

17) Ciertamente no es justificable el apelar hoy a los relatos de la historia deuteronómica de la conquista, con todas sus tramas y luchas cruentas, para justificar la violencia hoy. No importan quién (persona o grupo humano) pretenda ejercerla y sobre quién (persona, grupo humano, ser vivo animal o vegetal, en fin el medio ambiente en general, etc.) pretenda ejercerla.

Conclusión final: La imagen de Dios sustentada por Jesús es la de un Dios perdonador, misericordioso, y bondadoso. Un Dios que es capaz de sustentar su creación de manera bondadosa, y que hasta hace salir el sol, y hace la lluvia caer sobre justos e injustos, malos y buenos (Mateo 5.43-48).

Desde la perspectiva de Jesús, estamos llamados a ser constructores de paz, pacificadores, y misericordiosos (Mateo 5.7 y 9).

Por su parte, Santiago (Jacobo) nos invita a evitar incluso el maldecir a nuestro semejante, sobre la base de que, al margen de las diferencias de color, raza, religión, credo, cultura, ideología, sexo, etc.), todos los seres humanos hemos sido creados a la imagen del creador (Santiago 3.9).

Finalmente, una muestra indiscutible, en el contexto cristiano, de que conocemos a Dios y nos preocupamos por guardar sus mandamientos, es precisamente el hecho de mostrar un amor genuino por nuestros semejantes; al fin y al cabo, para la teología joánica, Dios es amor. Y la violencia, no importa su tipificación, es contraria al amor:

“7Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. 8El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. 9En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. 10En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. 11Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. 12Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros” (1 Juan 4.7-12; 1 Juan 3.11-18).

“20Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? 21Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Juan 4.20-21)

Nota al margen: Dado que inicié esta serie haciendo cierta referencia al conflicto occidente versus cultura islámica, si bien el conflicto entre USA y Al-Qaeda no es propiamente un conflicto entre occidente y el Islam. De todos modos, no es menos cierto que ese es el enfoque que muchas veces se le da, por un lado; mientras que, por el otro, parece imposible despejar del todo algunos prejuicios que tiene occidente respecto de la cultura islámica, y viceversa. No quiero, pues, concluir sin hacer algunas puntualizaciones respecto de este problema.

Al respecto, Giovanni Sartori («La democracia en 30 lecciones») plantea: “El nudo que hay que deshacer es- en última instancia-, cuál de los dos es el invasivo, si el Islam respecto a Occidente, u Occidente respecto del Islam” (página 115).

Continua Sartori diciendo: “Mi idea es que, sin querer, los invasores iniciales e iniciadores fuimos nosotros. Es una tesis que recojo de Toynbee, el mayor experto en la cuestión, que escribe lo siguiente: «Por primera vez en la historia de la humanidad surgió una civilización de carácter planetario que no conoce fronteras. Su potencia de expansión es prácticamente ilimitada, lo que la convierte, más allá y al margen de cualquier intención, en intrínsecamente imperialista». Sigo citando: «La civilización occidental ha asediado literalmente a las demás civilizaciones y las ha colocado ante un desafío de enormes proporciones que posee la capacidad de agredir el código genético de las ‘culturas ajenas’» (páginas 115 y 116).

Respecto a la visión de Occidente de este problema, Giovanni Sartori concluye: “La respuesta de Occidente a este problema es en parte contraproducente y en parte ingenua. Me refiero a la idea de que nosotros tenemos que encargarnos de la misión civilizadora de instalar la democracia en tierras islámicas. Así, mientras nos convencemos a nosotros de que tenemos que liberar al Islam, el musulmán percibe esa liberación como una agresión –destrucción cultural” (páginas 116 y 117).

¡Dios nos ayude a amarnos, no de labios, sino de corazón, y a expresar este amor en relaciones saludables y pacíficas con nuestros semejantes, así también con los animales, la vegetación y en general con todo el medio ambiente!

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