El principio que subyace en el pasaje que nos ocupa es que el animal que trabaja tiene el derecho a alimentarse y a sustentarse. Debe tener la libertad y las condiciones adecuadas para poder ejercer su derecho a la vida, a su alimentación, sustento y compensación.
Aunque parezca extraño el que para esta reflexión haya tomado como punto de partida a Deuteronomio 25.4, las diversas relecturas que recibió este texto en la historia bíblica, pienso que legitiman mi elección.
La primera referencia que encontramos en la Biblia a Deuteronomio 25.4 (en el NT), pone otra vez de relieve el principio de que la persona o el animal que lleva a cabo un determinado trabajo, tiene el derecho a su debido sustento, a su debida y justa compensación. Observemos la lectura e interpretación de Pablo, de Deuteronomio 25.4: “¿Quién fue jamás soldado a sus propias expensas? ¿Quién planta viña y no come de su fruto? ¿O quién apacienta el rebaño y no toma de la leche del rebaño? 8¿Digo esto sólo como hombre? ¿No dice esto también la ley? 9Porque en la ley de Moisés está escrito: No pondrás bozal al buey que trilla. ¿Tiene Dios cuidado de los bueyes, 10o lo dice enteramente por nosotros? Pues por nosotros se escribió; porque con esperanza debe arar el que ara, y el que trilla, con esperanza de recibir del fruto” (1 Corintios 9.7b-10).
La segunda ocasión en que se apela en la Biblia a Deuteronomio 25.4 (igualmente en el NT) también se enmarca en la escuela paulina, cito: “Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar. 18Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su salario” (1 Timoteo 5.17-18).
En términos modernos y ajustándonos al vocabulario de la moderna disciplina económica, diremos que hay aquí cuatro factores o elementos básicos: 1) Una labor (o trabajo) que es necesaria y posible el llevarla a cabo. 2) Hay alguien que está en la capacidad y disposición de llevarla a cabo. 3) Ese trabajo o actividad económica genera algún tipo de riqueza y de bien. 4) La persona apta y dispuesta que participa o desarrolla una determinada actividad económica (que dicho sea de paso desempeña un papel importante en esa generación de riqueza), debe igualmente recibir una remuneración justa (debidamente proporcional) de los niveles o volúmenes de las riquezas que genera esa actividad económica.
Así como el animal bien alimentado y saludable puede servir mejor y por más tiempo a su dueño, así también el trabajador y trabajadora que recibe un trato humano, sensible, en fin, bien remunerado por parte de su empleador; de seguro que ha de rendir una mejor labor, y de seguro que también lo hará por más tiempo.
El trabajo como actividad que dignifica al ser humano
Ciertamente hay muchos tipos de actos delincuenciales y maneras de mostrarse como desajustado social. Uno de estos tipos consiste precisamente en decidir obtener riqueza y sustento sin la medicación del trabajo. Si bien es posible, y de hecho existen ejemplos y casos concretos, el que personas cristianas pretendan vivir de la buena fe de las demás personas; lo cierto es que la Biblia insiste en ver y tipificar esta actitud como un matiz propio de «la pasada manera de vivir sin Cristo». A la luz de la nueva vida en Cristo, se entiende que el trabajo es la manera normal y justa de que la persona cristiana reciba su sustento: “El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad” (Efesios 4.28; compárese Éxodo 20.15 y Deuteronomio 5.19).
Este mismo pasaje leído en la versión popular Dios Habla Hoy, dice: “El que robaba, deje de robar y póngase a trabajar, realizando un buen trabajo con sus manos para que tenga algo que dar a los necesitados”
En la nueva vida en Cristo, el robo no es opción. El trabajo es el camino. El trabajo y laboriosidad personal son las vías y maneras de auto-sustentarnos y de poder generar algún tipo de riqueza o bien, tanto para nuestro propio sustento y disfrute, como para poder tener algo que podamos compartir con las personas necesitadas y vulnerables.
El principio de que «la persona que no trabaje, que tampoco coma»
Este principio lo hayamos en 2 Tesalonicenses 3.10 (también en el NT y dentro de la escuela paulina), cito: “Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma.”
En consonancia con el anterior principio esbozado, llama la atención que el contexto del principio «si alguno no quiere trabajar, tampoco coma»”, es un contexto en que se asume una postura crítica a todo intento de pretender lograr el sustento sin la mediación del trabajo honrado. Esta actitud es considerada como una manera desordenada de vivir, extraña e inconsistente con la enseñanza apostólica. Considérese 2 Tesalonicenses 3.6 “Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de nosotros.”
Ahora bien, «si alguno no quiere trabajar, tampoco coma»”, pero, ¿qué tanto puede aspirar a comer si trabaja? ¿Qué tanta calidad tendrá esa comida? ¿A qué tan justa y proporcional remuneración puede aspirar el trabajador y trabajadora? ¿A que tanta calidad de vida puede aspirar el trabador y trabajadora? ¿Qué tan dispuesto está el sector empleador y los gobiernos en crear las condiciones adecuadas para que el trabajador y la trabajadora tengan una remuneración adecuada y justa, así como un retiro digno? ¿Qué diferencia puede aportar aquí el sector empleador o empresarial que se identifica como cristiano? ¿Qué papel pueden desempeñar las iglesias y las organizaciones representativas de la comunidad evangélica en demandar y reclamar activamente que el sector laboral reciba una remuneración justa (salario y seguridad social, etc.)?
El papel de la comunidad cristiana y evangélica en la lucha por unas mejores condiciones para el trabador y la trabajadora
Creo que, particularmente respecto de la República Dominicana, estamos en un buen momento para que como comunidad cristiana y evangélica reclamemos y hagamos valer los derechos y justas reivindicaciones (salario justo y digno, seguridad social, así como otros beneficios colaterales, etc.). Resulta que actualmente el llamado Comité Nacional de Salario (CNS) (integrado por el sector empresarial, el sector laboral y sindical, sí como por el gobierno central) está discutiendo la revisión por lo menos del salario mínimo de los trabajadores y trabajadoras del sector privado, que por cierto, es la facultad que tiene según la ley.
Pienso que la lucha porque el sector empresarial y empleador reconozca y satisfaga las justas demandas del sector laboral, es la otra cara de la moneda, el necesario complemento de los principios bíblicos ya mencionados y que resumo a continuación:
1) El trabajo dignifica al ser humano (“El que robaba, deje de robar y póngase a trabajar, realizando un buen trabajo con sus manos para que tenga algo que dar a los necesitados”).
2) El trabajo es el camino ideal para que cada persona obtenga su sustento, y esté en la capacidad de satisfacer y suplir sus propias necesidades, así como para estar en la capacidad de identificarse con las necesidades de otras personas (La persona que teniendo la capacidad de trabajar aun así o quiera hacerlo, que no coma).
3) El trabajador y trabajadora son dignos y dignas de un salario y remuneración justa, digna y proporcional a los nieles de riqueza que generan con su trabajo (No pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su salario)
El asumir en serio estos principios también compromete a la comunidad cristiana y evangélica a identificarse con el reclamo por una adecuada inversión en educación (entendiendo la educación como el camino ideal tanto para el desarrollo y superación personal así como pueblo y sociedad, también para la conformación de una mano de obra capaz, competente, que responda a las necesidades del sector empleador, y de la sociedad, etc., con reales oportunidades de insertarse en el aparato productivo).
Otros aspectos con los cuales nos tenemos que identificar como comunidad cristiana y evangélica, son con las demandas relativas a la generación de empleos, así como con una justa y adecuada distribución de las riquezas que generan nuestras economías como sociedad, países, etc. Un factor estrechamente ligado a los dos anteriores es la lucha por la aplicación de modelos económicos que respondan adecuadamente, de la mejor manera a las necesidades y problemáticas socioeconómicas de nuestros países.
Al concluir quiero traer a colación el estribillo de una muy conocida canción «te pido la paz por mi ciudad». Bien no, está mal, pero lo cierto es que hay una relación intrínseca entre justicia social y paz social. Sólo en la medida en que las demandas de un pueblo y sociedad son satisfechas en grados aceptables, podemos hablar de paz social. Si no hacemos nada por la justicia social, de poco valdrá el que oremos por la necesaria paz y tranquilidad social que reclaman nuestros pueblos.
Debemos y podemos orar sí, pero como hace mucho dijeron «Los Guaraguao»: “No, no, no basta rezar (orar) hacen falta muchas cosas para conseguir la paz.”
¡Dios nos ayude en esta tarea!
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