viernes, 17 de junio de 2011

El que hurtaba ya no hurte más, Pero... (1 de 3)

Teología y texto bíblico: Un análisis a manera de ejemplo

Un hecho que aparentemente no necesita demostración es que el mensaje que comunica un texto está sujeto a la forma y estructura en que dicho texto fue elaborado por su autor o autora. Claro está, hay textos que manifiestan una elaboración más compleja que la de otros.

En consecuencia, el estudio básico de un texto supone el análisis gramatical o morfosintáctico del mismo, atendiendo a las características peculiares de la lengua en que lo leemos. En los casos de trabajar con un texto traducido (característica general de los textos bíblicos), estamos llamados a tratar de conocer el texto tal cual nos ha llegado en su lengua original (siempre que sea posible, pero no deja de ser un valioso ideal).

El análisis del texto como construcción lingüística y literaria (sujeto a una determinada gramática o morfosintaxis), nos permite constatar si el lenguaje empleado es llano, o si hay alguna figura literaria en el texto que amerite alguna atención especial. También nos permite verificar si las palabras se están empleando en su sentido corriente o en un sentido figurado.

Por otro lado, el análisis estructural o semiótico nos invita a considerar algunas estructuras especiales (superficiales y profundas) que no se deben ignorar, que tienen una importancia trascendental al momento de tratar de explicar cómo es que un texto produce su sentido.

Lo ya dicho, obviamente, se ha de aplicar con igual rigor a los textos bíblicos y la teología que se supone comunican. Por lo tanto, una inadecuada o mala lectura de un texto bíblico nos expone a la triste condición de comunicar una idea equivocada respecto de su mensaje, enseñanza o teología.

Ahora bien, el hecho de asumir los textos bíblicos como «textos sagrados», textos con una importancia religiosa y espiritual capital (textos normativos); ha imposibilitado el que en muchas ocasiones los textos bíblicos sean tratados como lo que en esencia son: textos lingüísticos y literarios (hijos de su tiempo, propios de un determinado contexto geográfico y de un determinado marco cultural). Es más, muchas veces se ha pensado y, son muchas las personas que entienden, que el someter los textos bíblicos a ciertos tipos de análisis va en contra de su naturaleza y de su carácter. Cierto es que para nosotros los textos bíblicos tienen el carácter de sagrados, pero al final, textos son.

De todos modos, a manera de ilustración, me propuse en esta ocasión llamar la atención sobre un texto bíblico (aplicándole un sencillo análisis gramatical) que en muchas ocasiones personalmente he visto que se lee muy mal, y en consecuencia se ha dicho que afirma algo, cuando en realidad sostiene otra cosa.

Continuará.

¡Bendiciones!

sábado, 11 de junio de 2011

Pentecostalismo y Pentecostés: Varias hipótesis

Al llegar al domingo 12 de junio, fecha en la que en el calendario litúrgico de muchas iglesias protestantes se celebrará la fiesta de «Pentecostés», en concordancia con el calendario litúrgico de la Iglesia Católica y la iglesia Ortodoxa Griega; son muchas las reflexiones teológicas, misionales y prácticas que se están inspirando en dicha festividad. También se estarán celebrando algunas actividades especiales en dicho contexto.

Pero una nota curiosa y un tanto paradójica es que dentro del ambiente de las iglesias que se identifican así mismas como «pentecostales» (de las que posiblemente se esperaría una mayor identificación con esta fiesta por el nombre y algunos matices doctrinales), tradicionalmente esta celebración pasa prácticamente sin pena ni gloria. ¿Por qué será?

Una posible explicación es la estrecha relación que tiene la celebración de «Pentecostés» en el calendario litúrgico (50 días después) con la celebración de la versión cristiana de la pascua judía, o sea, la llamada «Semana Santa» como parte de la cuaresma. En consecuencia, si se relativiza y se expresan desacuerdos con la primera (la Semana Santa y la cuaresma en general), es lógico que se relativice y difícilmente se esté de acuerdo con la celebración de la segunda (Pentecostés).

Otra posible explicación, conectada también con la anterior, es que, si con respecto a la primera (Semana Santa, cuaresma) se entiende que no hay un mandato bíblico que ordene su celebración; lo mismo se dirá respecto de la segunda. Este argumento también puede explicar, en parte, el por qué de la aparente indiferencia de muchos grupos pentecostales ante la celebración de la fiesta de «Pentecostés» como parte del calendario litúrgico cristiano.

De todos modos, al margen de la referida indiferencia, es preciso admitir, por un lado, que los mismos grupos pentecostales entienden que «Pentecostés» es un punto de referencia vital para el cristianismo como tal. Por otro lado, que el relato de lo ocurrido en «Pentecostés» es una referencia obligada por lo menos para la mayoría de los grupos pentecostales, en lo referente a su Neumatología (doctrina del Espíritu Santo).

Es de importancia y materia prima el relato de «Pentecostés» para la neumatología pentecostal, porque constituye el punto de partida para la común postura teológica pentecostal de ver y asumir el hablar en lenguas (en “otras lenguas”, para algunos sectores “lenguas angelicales”) como la primera expresión, manifestación o evidencia física del ser bautizadazo (a) con (o “en”) el Espíritu Santo.

Otra posible razón para la aparente indiferencia Pentecostal frente a «Pentecostés», es lo que podríamos llamar «catolización» (hacer o entender como propio de la Iglesia Católica) el origen y necesidad de la celebración de muchas festividades que conforman el calendario litúrgico cristiano. Entre estas, la navidad, la epifanía, la cuaresma y Semana Santa, Pentecostés, entre otras.

También nos es preciso reconocer que históricamente ha habido un gran sector del cristianismo protestante que entiende que tiene muy poco o nada en común con el cristianismo católico, al margen de las evidencias que nos proporciona la historia.

En consecuencia, dicho sector ha definido su ortodoxia en franca oposición al catolicismo. Por tal razón, si en un punto el catolicismo se dirige en dirección de la derecha, ellos toman la izquierda. Si la postura católica va en dirección sur, ellos irán en dirección norte, y así sucesivamente.

En este sentido, hay grupos protestantes que al margen de la cristología de la concepción de Mateo (1.18-2.23) y Lucas (2.1-52), no tienen una imagen positiva de la navidad.

Lo mismo puede decirse respecto de la Epifanía, a pesar de Mateo 2.1-12; 3.13-17; Marcos 1.9-11; Lucas 3.21-22; Juan 2.1-12.

En los mismos términos podemos expresarnos respecto de la cuaresma y la Semana Santa, a pesar de los relatos pascuales de la muerte y resurrección de Jesús en los cuatro evangelios.

Finalmente, algunos grupos comunidades evangélica no tendrán una visión positiva de la celebración de «Pentecostés», a pesar de Hechos 2.1-42; 20.16 y 1 Corintios 16.8.

Ahora bien, aunque es cierto que los grupos pentecostales entienden (como la generalidad de los grupos cristianos) que las bases de lo ocurrido en «Pentecostés» hay que buscarlas en la victoria de Jesús en la cruz (la Pascua, Semana Santa); es en «Pentecostés» donde las implicaciones de la victoria de Jesús en la cruz comienzan a tener una expresión concreta, especialmente en lo relativo a las más amplias pretensiones cristianas.

Es en la cruz donde se supone que Jesús obtiene su victoria (Efesios 2.11-22; Colosenses 2.8.23; 1 Corintios 15), y a la luz de dicha victoria es que puede fijar con plena autoridad la gran comisión como la tarea primordial de la iglesia (Mateo 29.18-20; Hechos 1.8; Romanos 10.8-21; 2 Corintios 5.11-21).

Es en «Pentecostés» donde, desde la perspectiva de Hechos, el movimiento propiamente cristiano, obtiene sus primeros adeptos, y halla bases para su pretensiones de universalidad, de ser un movimiento que habría de alcanzar todos los pueblos y culturas del globo terráqueo.

Es también en «Pentecostés» donde el naciente movimiento cristiano toma distancia respecto de una característica esencial del judaísmo: el carácter no expansionista de judaísmo. Ciertamente el judaísmo tradicional no muestra pretensiones expansionistas y de universalidad, pues sencillamente considera al pueblo hebreo como el pueblo elegido por Dios.

Para el judaísmo tradicional la forma de una persona entrar en contacto, rendirle culto y hacerse heredera de las promesas del Dios de Israel, es formando parte de la nación de Israel. En la medida en que no se es parte, o se no se logra formar parte de la nación de Israel (como “prosélito” o como “guer teshubá”), la persona no puede aspirar a ser una receptora de las promesas y bendiciones que el judaísmo entiende como derivaciones naturales de la relación que se tiene con su Dios. Relación que depende esencialmente de los compromisos que supone el pacto de Dios con Abraham, y la Torá recibida por medio de Moisés.

El cristianismo, por su parte, insiste en poner de relieve su carácter expansionista y de alcance mundial, en virtud del alcance mundial e implicaciones universales de la obra redentora de Jesucristo. Esta premisa, pues, demanda que todos los pueblos de la tierra reconozcan a Jesús como su Señor y salvador (1 Corintios 15.24-25; Filipenses 2.1-11; Apocalipsis 5.9).

Finalmente, al margen de las premisas que llevan a los grupos o comunidades cristianas a asumir posturas distintas frente a «Pentecostés»; lo cierto es que para el autor de Hechos, «Pentecostés» es un acontecimiento con carácter de constituyente para la comunidad cristiana primitiva.

Llama la atención el que la fiesta de «Pentecostés» haya sido asumida, en alguna forma, por las comunidades cristianas en el mismo NT. Consideremos dos textos a manera de ilustración:

“Porque Pablo se había propuesto pasar de largo a Efeso, para no detenerse en Asia, pues se apresuraba por estar el día de Pentecostés, si le fuese posible, en Jerusalén” (Hechos 20.16)

“Pero estaré en Efeso hasta Pentecostés” (1 Corintios 16.8)

Quiero concluir este artículo con las palabras de Federico Pastor Ramos, al comentar a Hechos 2.1-13, cito: “El Espíritu constituye al grupo de discípulos en testigos ante todos los pueblos, representados por los oyentes (Hechos 2.9, 11). No hay fronteras para la salvación. Todos están destinados a ella. La dimensión universal es bien clara. Y no sólo en cuanto a destino, deseo o posibilidad, sino como realidad presente. La misma salvación es entendida por todos, cada uno en su lengua.

La dimensión comunitaria es también muy importante en todo el pasaje. Un grupo recibe el Espíritu; un grupo lo anuncia y crea, a su vez, una comunidad de convertidos. El nuevo Israel se hace misionero al recibir el don del Espíritu. Se podría decir que con esta realidad nace la Iglesia o, al menos, nace pública y oficialmente, comenzando a anunciar a Jesús y su significado para todos los hombres” («Comentario al Nuevo Testamento», Hechos, página 349, La Casa de la Biblia).

¡Hasta la próxima!

viernes, 10 de junio de 2011

Por qué un "cuervo" para confiar en Dios? (6 de 6)

Una nota al margen: ¿Para reflexionar o complicar las cosas?

¿Qué implicaciones tiene la mención de la figura del cuervo en Lucas 12.24 (así como Job 38.41; Salmo 147.7-9; 1 Reyes 17.4 y 6; Carta de Jeremías 6.45-53), para la teodicea, y el discurso que presupone la existencia de buenos y sanos propósitos del creador en todos y cada uno de los aspectos de su creación?

¿Existe la bondad en la cadena alimenticia, la cual supone que un ser depreda o devora a otro para su subsistencia, y en la cual el más grande o fuerte se alimenta del más pequeño o débil?

Para cerrar esta nota al margen, traigo a colación las palabras de Antonio Fernández Rañada («Los científicos y Dios», publicado por Editorial TROTTA, 2008): “Otro razonamiento muy usado, la quinta vía de Santo Tomás de Aquino (El gobierno de las cosas: Vemos que algunas cosas que carecen de conocimiento, esto es, los cuerpos naturales, obran con intención de fin…

Ahora bien, las cosas que no tienen conocimiento no tienden a un fin si no son dirigidas por algún cognoscente e inteligente. Luego existe algún ser inteligente que dirige todas las cosas naturales a un fin; que es lo que llamamos Dios) se basa en la existencia de un plan en la naturaleza, que parece diseñado con una finalidad previa, idea conocida como teleología”

Continúa Fernández Rañada diciendo: “Si bien antes parecía un argumento especialmente sólido, el desarrollo de la teoría de la evolución biológica a lo largos de la enorme edad que hoy sabemos que tiene la Tierra le ha quitado su valor… Hasta se podría dar vuelta al argumento y considerar que algunos aspectos de nuestro mundo manifiestan un propósito malévolo por parte de su creador. Por ejemplo, ¿qué pensará una gacela de la maravillosa anatomía del leopardo o una paloma de la delicadísima aerodinámica del gavilán?” (Páginas 76 y 77). Y agrego yo, ¿qué pensarán del cuervo, sus victimas? ¿Pensarán que es Dios quien alimenta al cuervo?

Concluyo esta nota al margen, citando de nuevo a Antonio Fernández Rañada cuando explica las dos principales conclusiones de su libro «Los científicos y Dios». Cito: “La primera es que las relaciones entre ciencia y religión se han entendido a menudo de modo simplista, sin tener en cuenta que han sido muy variadas y de gran complejidad y riquezas. Einstein solía decir que para comprender bien algo «debe formularse en la forma más simple posible» y añadía «pero no más», pues al simplificar demasiado corremos el riesgo de confundirnos y no entender nada” (página 37).

“La segunda conclusión es que la ciencia y muchas formas de la religión son plenamente compatibles. Entiendo por ello que es posible aceptar las ideas de la ciencia de hoy y mantener a la vez, una postura religiosa sin caer en incoherencia o en falta de honestidad intelectual. Además, esta compatibilidad que defiendo es tal que la existencia de algún tipo de Dios o de alguna realidad trascendente no puede ni probarse ni refutarse desde la razón humana” (página 38).

Muchas gracias por la lectura y el seguimiento!

Hasta la próxima!

jueves, 9 de junio de 2011

Por qué un "cuervo" para confiar en Dios? (5 de 6)

Aunque haya cosas y realidades difíciles de explicar, como el que no siempre logramos lo que nos propenso a pesar de haber empleado todas nuestras energías y estrategias; las palabras de Jesús no pueden entenderse como un llamado a la holgazanería o vagancia.

Una manera de ver la actitud positiva de Jesús hacia el trabajo es observando cómo adoptó la figura del trabajador (en distintos campos) para muchas de sus enseñanzas. Enseñanzas que nos a animan positivamente al trabajo, aunque en un contexto de fe y confianza en Dios. A manera de ilustración, consideremos los siguientes pasajes:

Mateo 13.24 “Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo”

Mateo 13.31 “Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su campo”

Mateo 13.44 “demás, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo”

Mate 13.45 “También el reino de los cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas”

Mateo 13.47 “Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de peces”

Mate 20.1 “Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña”

Marcos 4.3 “Oíd: He aquí, el sembrador salió a sembrar”

Para concluir, quiero llamar la atención sobre dos ideas:

La primera es que, al escoger Jesús principalmente a sus doce discípulos, ninguno de ellos era vago u holgazán. Tampoco los escogió con limitaciones físicas para luego “curarlos” y finalmente asignarles alguna tarea. Obviamente, esto no implica el que la iglesia en su tarea misionera menosprecie a las personas discapacitadas, todo lo contrario; pero será ideal que personas igualmente discapacitadas puedan desarrollar un trabajo misionero y pastoral en esos contextos, por muchas razones que, por cierto, no voy a abordar ahora.

La segunda, que Jesús nunca utilizó la figura del vago como personaje con el cual podría establecer una comparación positiva y recomendable respecto del Reino de Dios.

Finalmente, cuado apeló a la figura del ladró, si bien para llamar la atención en lo concerniente a las expectativas que había que tener con relación a la venida del Hijo del hombre (Mateo 24.43: “Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa”); tenemos que admitir que si bien el robo no es recomendado por la Biblia, y que el ladrón tiene en la misma una imagen muy negativa; para los fines de este trabajo, hay que admitir que el ladrón, aunque en términos negativos, logró ser empleado por Jesús, a diferencia del vago u holgazán.

Después de todo, el robo es una actividad ilícita y repudiable, pero una actividad al fin. Activad que en la mayoría de los casos, supone una debida planificación y el tomarse sus riesgos. Lo penoso es que el vago no parece tomarse riesgo alguno, y aplicando la ley del mínimo esfuerzo, simplemente deja que las cosas pasen, y que de manera milagrosa, ocurran en su favor. Pero Jesús no nos invita a esto.

Tanto el ladrón como el holgazán son figuras detestables, pero por lo menos al ladrón sólo hay que darle otra dirección a la energía y el tiempo que dedica a sus fechorías (como recomienda Efesios 4.28), efectuando un cambio radical en sus valores; el problema con el vago y el holgazán es que estos no quieren aplicar energía alguna, y evitan muy bien todo tipo de fatiga, incluso la mínima deseable y productiva.

¡Hasta mañana si Dios nos lo permite!

Por qué un "cuervo" para confiar en Dios? (4 / 6)

Si bien los tres pasajes mencionados en la publicación anterior en cierta forma favorecen la mención del cuervo por parte de Jesús, según Lucas; no es menos cierto que no es posible afirmar que Jesús habría citado la escritura del AT ya fuera directa o indirectamente.

Por otro lado, parezca extraño, el AT sostiene que Dios utilizó a cuervos para alimentar al profeta Elías en la cueva de Querit:

“2Y vino a él palabra de Jehová, diciendo: 3Apártate de aquí, y vuélvete al oriente, y escóndete en el arroyo de Querit, que está frente al Jordán. 4Beberás del arroyo; y yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer. 5Y él fue e hizo conforme a la palabra de Jehová; pues se fue y vivió junto al arroyo de Querit, que está frente al Jordán. 6Y los cuervos le traían pan y carne por la mañana, y pan y carne por la tarde; y bebía del arroyo. 7Pasados algunos días, se secó el arroyo, porque no había llovido sobre la tierra” (1 Reyes 17.2-7)

Con respecto a la suposición de que aquí (1 Reyes 17.4 y 6) la referencia es comerciantes árabes y no propiamente a los cuervos, me parecen valiosas al respecto, las palabras del Comentario Exegético y Explicativo de la Biblia, tomo I, el Antiguo Testamento, publicado por la Casa Bautista de Publicaciones: “La idea de que fuesen empleadas para dar de comer al profeta aves tan impuras y voraces ha parecido tan extraño a algunos que se han esforzado por hacer entender que los “orebim” (plural de “oreb”), que en nuestra versión se traduce “cuervos”, es la misma palabra que se usa en Ezequiel 27.27, que se traduce “comerciantes” o “árabes” (2 Crónicas 21.16; Nehemías 4.7), o los ciudadanos de Araba, cerca de Beth-shan (Josué 15.6; 18.18). Pero la traducción común es, en nuestra opinión, preferible a estas suposiciones; y si Elías fue milagrosamente alimentado por cuervos, es vano preguntar de dónde hallaron ellos pan y carne, porque en esto Dios los dirigía. Después del lapso de un año, el arroyo se secó, y esta fue una nueva prueba para la fe de Elías.”

Por otro lado, la suposición a la que reacciona el comentario citado, se deshace fácilmente cuando vemos que en realidad en Ezequiel 27.27, la palabra hebrea “orebé” u orebey” no es el gentilicio de Arabia (árabe: “arabí”), sino un participio constructo derivado del verbo hebreo “arab” y que significa: comerciar, traficar.

Retomando la situación de Lucas 12.24 y Mateo 6.26, me inclino a favorecer la versión de Lucas, atendiendo a los siguientes factores:

1) El texto griego de “la fuente «Q»” tiene la palabra cuervos y no aves.

2) A pesar de que el cuervo es considerado un animal impuro y abominable en el código mosaico; paralelamente se desarrolló una referencia positiva al cuervo tanto como recibiendo su sustento por parte del creador, y como siendo y actuando como instrumento suyo para alimentar al profeta Elías.

3) Al margen de los cuatro pasajes que se expresan en términos positivos respecto del cuervo; lo cierto es que la evidencia bíblica apunta a que en el AT mismo, no gozaba el cuervo de una imagen positiva en la mentalidad hebrea.

4) Parece que incluso para los cristianos (como a cualquier judío en sentido general) le sería más preferible usar la figura de un ave pura, que la figura del cuervo para hablar del cuidado providencial de Dios. Esta legítima sospecha podría explicar el que Mateo haya preferido evitar la alusión a los cuervos. Llama también la atención el hecho de que sólo en Lucas 12.24 se mencione la figura del cuervo en todo el NT.

5) En esta misma línea va la explicación de William Hendriksen (comentario al evangelio de Mateo) que aunque no se plantea analizar el contraste entre la versión de Lucas y la de Mateo; defiende la mención del cuervo en Lucas, apelando a la idea de que el cuervo junto a las demás aves inmundas, no es inmundo en la dispensación del NT. No obstante, no parece que Mateo pensara de esta manera. En todo caso, dicho argumento no se le puede aplicar a Jesús como tal, ni a los textos del AT que hablan positivamente del cuervo, ya que no eran propiamente cristianos.

6) Atendiendo, pues, al criterio de la «disimilitud», «discontinuidad», o «desemejanza», es más probable que la versión de Lucas sea la legítima, no la de Mateo.

Finalmente, algunas preguntas para la reflexión:

1) ¿por qué habría preferido Jesús emplear la figura del cuervo?

2) ¿Por qué habría decidido Jesús apelar a una figura negativa para comunicar una enseñanza positiva?

3) ¿Qué fue la figura del cuervo para el discurso de Jesús, un fin o un medio?;

4) Cuando Jesús dirigió su voluntad a buscar, escoger y elegir la figura del cuervo para su discurso (acto de habla), ¿no fue la figura del cuervo un fin, una meta?

5) Para los fines del discurso de Jesús, ¿no fue la figura del cuervo un medio? ¿Justifica, pues, el fin los medios?

¡Hasta mañana si Dios nos lo permite!

miércoles, 8 de junio de 2011

Por qué un "cuervo" para confiar en Dios? (3 de 6)

Las palabras de Jesús que ahora nos ocupan, forman parte de la fuente de los dichos (logia) de Jesús, conocida como “la fuente «Q»”. Hecho que explica por qué no se lo encuentra en Marcos, en cambio sí en Mateo y en Lucas.

Precisamente el que no tengamos otra fuente que dé apoyo a la versión de Lucas ni a la de Mateo, dificulta el análisis. No obstante, pienso que hay formas de acercarnos a una conclusión plausible.

El dilema que nos presenta la presencia de “los cuervos” en Lucas, y la de “las aves del cielo” en Mateo; pienso que podemos encararlo de una manera adecuada apelando al principio o criterio utilizado en las ciencias históricas y en los llamados “métodos histórico-críticos”, el criterio de la «disimilitud». ¿En qué consiste, pues, el criterio de la «disimilitud»?

Una forma parafraseada de la definición que ofrece Antonio Piñero del criterio de la criterio de la «disimilitud», «discontinuidad», o «desemejanza», es la siguiente: “Ciertos dichos y hechos de Jesús pueden considerarse auténticos si se demuestra que no pueden derivarse del judaísmo antiguo o del cristianismo primitivo, o son contrarios a las concepciones e intereses de las dos religiones en cuestión” («Guía para entender el NT», página 169)

Y aquí nos preguntamos: ¿Qué es más probable, que sería más acorde con la mentalidad común? ¿Qué Jesús usara la figura del cuervo, o que Jesús usa la figura general de las aves? ¿En qué dirección podría ir la tentación de cambio? ¿De los “cuervos” a las “aves”, o de las “aves” a los “cuervos”?

A pesar de la imagen negativa de los cuervos, hay en el AT dos pasajes que favorecen la versión de Lucas:

“¿Quién prepara al cuervo su alimento,

Cuando sus polluelos claman a Dios,

Y andan errantes por falta de comida?” (Job 38.41)

“7Cantad a Jehová con alabanza,

Cantad con arpa a nuestro Dios.

8El es quien cubre de nubes los cielos,

El que prepara la lluvia para la tierra,

El que hace a los montes producir hierba.

9El da a la bestia su mantenimiento,

Y a los hijos de los cuervos que claman” (Salmo 147.7-9)

En esta misma línea de pensamiento, encontramos un pasaje que habla de la vulnerabilidad del cuervo, en un pasaje en el que se describen las debilidades e incapacidades de los ídolos. El libro es un libro del AT, «apócrifo», según la nomenclatura protestante; pero deuterocanónico, según la nomenclatura católica. El pasaje al que hago referencia es «Carta de Jeremías» 6.45-53, cito:

“45“Los ídolos son hechos por artesanos y orfebres, y no son más que lo que el artista quiere que sean. 46Los hombres que los hacen no viven mucho tiempo: ¿cómo pueden ser dioses cosas hechas por esos hombres? 47Estos no dejan a sus descendientes más que un engaño vergonzoso. 48En caso de guerra o de desastre, los sacerdotes se reúnen para ver dónde esconderse con sus dioses. 49¿Cómo es posible que no se den cuenta de que no son dioses, si no pueden salvarse a sí mismos de la guerra y del desastre? 50No son más que trozos de madera recubiertos de oro y plata; por eso, tarde o temprano aparecerá que son un puro engaño. Todas las naciones y sus reyes reconocerán que no son dioses, sino cosas hechas por los hombres, y que en ellos no hay ningún poder divino. 51¿Quién no se da cuenta, pues, de que no son dioses? 52“No pueden nombrar a nadie rey de un país, ni pueden dar la lluvia a los hombres. 53No pueden hacer valer en un juicio sus derechos, ni pueden salvar al oprimido, porque no tienen poder ninguno. Son como cuervos en el aire”

¡Hasta mañana si Dios nos lo permite!

lunes, 6 de junio de 2011

Por qué un "cuervo" para confiar en Dios? (2 / 6)

Después del largo preámbulo representado por la publicación de la parte uno de esta serie, paso ahora a considerar el asunto que en realidad me he propuesto analizar en este artículo: el empleo por parte de Jesús, de una figura que tiene una imagen muy negativa, pero con el propósito de comunicar una lección positiva. Entonces, ¿justifica el fin los medios?

Pues bien, en el contexto de una enseñanza en que Jesús animaba a sus oyentes a confiar en Dios, y a evitar el afán y la ansiedad; encontramos el empleo de una figura repugnante para muchas personas. Esta figura es la del cuervo, un animal de carroña, un animal impuro inmundo en la cultura hebrea. Esto así, pues, además de alimentarse de insectos y pequeños animales, también se alimenta de carne en estado de corrupción.

El pasaje bíblico materia prima para nuestro análisis es Lucas 12.24, que en la versión Reina Valera 1960 afirma: “Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves?”

Ahora, es posible que algunas personas reaccionen y se pregunten: Señor, ¿dijiste cuervo? ¿En verdad eso fue lo que dijiste? ¿Es que no había para ti un animal cuya imagen y reputación fuera más adecuada? ¿Por qué no hablaste de, por ejemplo, los animales puros que se utilizan tanto para comer como para los sacrificios en el templo?

Y posiblemente concluirían diciendo: Bueno, Señor, respecto tu punto de vista, pero en tu lugar, yo jamás emplearía la figura del cuervo. A diferencia de ti, prefería utilizar, por ejemplo, la figura de la paloma, la tórtola, etc., pero nunca a un animal de carroña.

En la Biblia misma hallamos algunos pasajes que nos ilustran muy bien la idea negativa que generalmente se tenía y se tiene del cuervo, por ejemplo:

“El ojo que escarnece a su padre y menosprecia la enseñanza de la madre. Los cuervos de la cañada lo saquen, Y lo devoren los hijos del águila” (Proverbios 30.17).

“Se adueñarán de ella el pelícano y el erizo, la lechuza y el cuervo morarán en ella; y se extenderá sobre ella cordel de destrucción, y niveles de asolamiento” (Isaías 34.11)

“La madera de sus casas será arrancada, y en ellas se echarán los rebaños de ovejas y toda clase de animales salvajes. El búho y el erizo dormirán en lo alto de sus postes, y los cuervos graznarán en las ventanas y en los umbrales” (Sofonías 2.14 en la versión popular Dios Habla Hoy de estudio). Y en una nota al pie de página explica: “Los cuervos según la versión griega (la Septuaginta; hebreo: destrucción”.

Por otro lado, el cuervo es catalogado como un ave abominable en el código mosaico:

“Y de las aves, éstas tendréis en abominación; no se comerán, serán abominación: el águila, el quebrantahuesos, el azor, 14el gallinazo, el milano según su especie; 15todo cuervo según su especie” (Levítico 11.13-15)

“Toda ave limpia podréis comer. 12Y estas son de las que no podréis comer: el águila, el quebrantahuesos, el azor, 13el gallinazo, el milano según su especie, 14todo cuervo según su especie” (Deuteronomio 14.11-14)

Después de conocer la imagen negativa que tenía el cuervo, fundamentada también en lo que establecía el código mosaico, parece razonable preguntase si Jesús no pudo hallar una figura mejor posicionada para su discurso.

Como ya advertí, a pesar de la imagen muy negativa que se tiene del cuervo, vemos que sin ningún pesar ni alteración del ánimo, Jesús muy tranquilamente afirma: “Considerad los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves?” (Lucas 12.44).

De todos modos las cosas no dan muestras de ser tan sencillas, pues al margen de lo que acabamos de leer en Lucas 12.24, llama la atención que en Mateo 6.26 leamos: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?”

Una vez que se compara la versión de Lucas con la de Mateo, comienzan los problemas. ¿Por qué, según Lucas, Jesús usó la figura negativa de «el cuervo»; pero según Mateo, la figura general más positiva de «las aves del cielo»? ¿Cuál fue en realidad la figura utilizada por Jesús? ¿Cuál de los dos evangelistas (Mateo o Lucas) fue el que aparentemente produjo un giro en las palabras de Jesús?

Si en la versión de Lucas Jesús nos invita a considerar “los cuervos”; pero en la versión de Mateo Jesús nos invita a considerar “las aves del cielo”; opino, en consecuencia, que no es descabellado el preguntarse cuál de las dos versiones, si la de Mateo o si la de Lucas, es la que reproduce las palabras originales de Jesús.

¿Cuáles fueron, pues, las palabras precisas de Jesús? ¿Consideren “los cuervos” o consideren “las aves del cielo”?

Si en efecto Jesús originalmente usó la figura del cuervo (en conformidad con Lucas, entonces fue Mateo el que cambió la figura del cuervo, por la de las aves en sentido general. Pero si es Mateo el que reproduce las precisas palabras de Jesús, sería Lucas el que habría hecho la sustitución de las “aves” por la de los “cuervos”.

En todo caso, es obvio que Jesús no pudo haber usado las dos expresiones al mismo tiempo y en el mismo contexto. Así, pues, es inevitable el concluir que uno de los dos evangelios hizo una sustitución. El problema es saber cuál.

¡Hasta mañana si Dios nos lo permite!

domingo, 5 de junio de 2011

Por qué un "cuervo" para confiar en Dios? (1 / 6)

El fin justifica los medios?

Por lo general, principalmente desde la óptica de la ética cristiana, se entiende que la persecución de una meta (fin, propósito, objetivo) loable, digno; supone a la vez, el empleo de unas estrategias o métodos tan loables y dignos como la meta propuesta misma.

En otras palabras, que el logro de un determinado fin (fin intermedio o fin final, fin último), implica la aplicación y utilización de unos medios que tengan el mismo ADN de la meta a alcanzar. Por eso la ética cristiana ha insistido en que “el fin no justifica los medios”, o por lo menos, “no siempre”.

Sin embargo, desde hace algunos siglos se viene planteando la justificación de la tesis con la cual compite: “el fin justifica los medios”. Pienso que es preciso reconocer aquí que en realidad, la tesis cristiana “el fin no justifica lo medios”, o por lo menos, “no siempre el fin justifica los medios”, ha venido a ser la reacción y la antítesis cristiana a la primera.

Con la tesis “el fin justifica los medios (y hay quienes dicen que “siempre”), se subraya la convicción de que no importa lo que tenga que hacerse, con tal que los métodos y estrategias a emplear permitan el logro de la meta propuesta y en la mejores condiciones posibles.

Ahora bien, a pesar de lo popular que ha venido a ser la tesis “el fin justifica los medios”, lo cierto es que lo referente a quién fue su creador es más bien objeto de discusión. Por lo general se le atribuye al político, diplomático, filósofo, y escritor italiano Nicolás Maquiavelo en italiano (Niccolò di Bernardo dei Machiavelli), nacido en Florencia, el 3 de mayo de 1469, y quien murió en la misma Florencia, el 21 de junio de 1527 (Wikipedia).

De todos modos, las personas que entienden que “siempre” el fin justifica los medios, no lo hacen en el vacío. Parten del supuesto de que en realidad, dicen ellos (y parece ser cierto), no hay en la vida sino una cadena de fines. Entienden que cuando una persona ejerce un acto de voluntad en una dirección determinada, no importando donde se la sitúe (si como fin final, o no), esa dirección constituye en realidad un fin.

Por ejemplo, desde el punto de vista de la lengua y el lenguaje (como capacidad únicamente humana), todo acto de habla involucra la decisión deliberada de utilizar ciertas palabras y no otras. Lógicamente, esto implica la decisión consciente de evitar, al mismo tiempo, el uso de ciertas palabras.

Me explico, cada vez que en un acto de habla una persona decide utilizar determinadas palabras, en ese mismo acto de habla estuvo involucrada la decisión de evitar consciente y deliberadamente el empleo de otras.

Y es precisamente en el campo del lenguaje y la lengua, y no en el terreno del debate filosófico-teológico sobre la ética y la moral, en el que me propuse hablar de «Una apelación indigna, ¿justifica el fin lo medios?» ¿Por qué utilizar un ave “impura”, “abominable” para comunicar una enseñanza positiva, para invitar a la gente a confiar en el cuidado de Dios?

Pues bien, si en todo acto de habla la persona hablante de manera deliberada ejerce un acto de volunta al decidir qué palabras usar y cuáles evitar; es obvio que lo mismo se ha de aplicar y en la misma proporción en lo relativo a cuáles figuras apelar, o cuáles metáforas utilizar, y a cuáles figuras o metáforas evitar.

Ahora, si bien las palabras -sujetas a la forma (morfología) y estructura (sintaxis) en que las emplee- vienen a constituir un medio respecto del mensaje que desea comunicar el hablante; no es menos cierto que el acto voluntario que ejerce la persona hablante respecto de escoger unas palabras y evitar otras, las convierte efectivamente, en ese nivel, en un fin.

En la medida que una persona hablante desea y busca el empleo de una determinada palabra, figura o metáfora; en esa misma medida, cuando decidió buscar y elegir esas palabras y no otras, ahí mismo vinieron a constituir éstas un fin en sí mismas, como cosa buscada y lograda.

Eso implica que cuado una persona decide emplear por ejemplo, la palabra “bello” en lugar de “lindo”, en un determinado discurso; esa decisión supone un acto deliberado del hablante. Acto que implica el ejercicio de la voluntad para escoger una palabra y no la otra.

En consecuencia, aunque para la totalidad del discurso el decidir emplear una palabra en lugar de otra puede ser considerado un medio; lo cierto es que el inclinar la voluntad hacia la elección y preferencia de una palabra (figura o metáfora) supone considerar la elegida como un fin, fin que lleva a la persona hablante a lograr el fin, meta e impacto que esperaba lograr y producir con el empleo de dicha palabra.

Además es muy probable que la persona hablante esté consciente de que la utilización de ciertas palabras en un determinado mensaje, en un determinado contexto, puede se catastrófico para los objetivos de su discurso, mensaje y acto de habla.

¿Cuántas veces no nos ha ocurrido que, queriendo y teniendo la meta de usar (o evitar) una determinada palabra, figura o metáfora; sin embargo, no lo hemos logrado? ¿Cuántas veces frente a un determinado auditorio no hemos logrado la meta de emplear la palabra, figura o metáfora deseadas, y hemos tenido que recibir la ayuda del auditorio mismo?

¡Hasta mañana si Dios nos lo permite!