Una actitud quizás extraña pero muy común es que, frente a ciertas catástrofes o situaciones que involucran ciertas tragedias (como terremotos, enfermedades, ciclones, sequías, etc.), haya personas religiosas (hasta cristianas y evangélicas) que con una convicción muy firme y sorprendente sostengan y afirmen que “eso” o “aquello” ocurrió como un castigo divino. En efecto, no han faltado las personas que piensen de esta manera con relación al VIH-Sida.
Ahora bien, sin duda, no deben ser pocas las personas que se preguntarán si tal actitud tiene una base, por lo menos en la Biblia, que ayude, sino a justificarla, por lo menos a explicarla. Ciertamente hay algunos textos bíblicos que se utilizan como justificación. Consideremos un relato muy conocido:
“Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. 2Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?” (Juan 9.1-2).
Observemos también los siguientes textos:
Salmo 127.2 “Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, Y que comáis pan de dolores; Pues que a su amado dará Dios el sueño.”
“Hay bendiciones sobre la cabeza del justo; Pero violencia cubrirá la boca de los impíos.” (Proverbios 10.6)
¿Qué razón habrá que explique esta forma de pensar?
En el trasfondo de los textos bíblicos citados y otros, está la llamada “ley de retribución”. Pero, ¿en qué consiste la ley de la retribución?
La ley de la retribución es llamada también “ley de la siembra y la cosecha”, que podemos explicar de la siguiente manera: el que hace el bien, cosecha (¿merece?) cosas buenas; el que hace lo malo, cosecha (¿merece?) cosas malas; el que siembra mucho, no cosecha poco; el que siembra poco, no cosecha mucho.
Otros textos bíblicos que reflejan la visión de la ley de retribución son:
Job 21.17 “Oh, cuántas veces la lámpara de los impíos es apagada, Y viene sobre ellos su quebranto, Y Dios en su ira les reparte dolores!” (Compárese Levítico 24.13-16, 23; Jueces 9.24; Job 21.19; Proverbios 10.11; Salmo 139.19-24).
Algunos ejemplos del Nuevo Testamento son Gálatas 6.7 y 2 Corintios 9.7; Salmo 127.1-2.
Gálatas 6.7 “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.”
2 Corintios 12.7 “6Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.”
Lo interesante es que la Biblia misma también nos proporciona una serie de textos que asumen una postura crítica y que comunican una visión contraria a la ley de la retribución, consideremos algunos:
Eclesiastés 8.14 “14Hay vanidad que se hace sobre la tierra: que hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de impíos, y hay impíos a quienes acontece como si hicieran obras de justos. Digo que esto también es vanidad.”
Eclesiastés 9.11 “11Me volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos.”
Juan 9.1-3 “1Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. 2Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? 3Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.”
Mateo 5.43-48 “43Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. 44Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. 46Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? 47Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? 48Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.”
Salmo 73:1-9, 12-14 “1Ciertamente es bueno Dios para con Israel, Para con los limpios de corazón. En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; Por poco resbalaron mis pasos. 3Porque tuve envidia de los arrogantes, Viendo la prosperidad de los impíos. 4Porque no tienen congojas por su muerte, Pues su vigor está entero. 5No pasan trabajos como los otros mortales, Ni son azotados como los demás hombres. 6Por tanto, la soberbia los corona; Se cubren de vestido de violencia. 7Los ojos se les saltan de gordura; Logran con creces los antojos del corazón. 8Se mofan y hablan con maldad de hacer violencia; Hablan con altanería. 9Ponen su boca contra el cielo, Y su lengua pasea la tierra… He aquí estos impíos, Sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas.13Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, Y lavado mis manos en inocencia; 14Pes he sido azotado todo el día, Y castigado todas las mañanas.”
Compárese: Job 11.4-6; Malaquías 3.13-18. Proverbios o refranes populares que van en la misma línea son: 1) Dios le da barba al que no tiene quijada; 2) Nadie sabe para quien trabaja; 3) Una cosa piensa el burro, otra el que lo apareja.
Como se puede ver, teniendo como telón de fondo la llamada “ley de la retribución”, hay textos bíblicos que suponen que si una persona o pueblo es víctima de alguna desgracia, es porque algo malo ha hecho. Luego y, consecuentemente, que si en esta tierra (y en el más allá) hemos de recibir algo bueno, será porque que previamente hemos hecho sólo lo correcto; y de haber hecho algo malo, nos arrepentimos a tiempo.
No obstante, hay textos bíblicos mismos que muestran lo contrario. Tales textos nos hacen reflexionar seriamente sobre el indiscutible hecho de que en la existencia humana no siempre el justo recibe lo que suponemos que merece, y que el injusto en muchísimas ocasiones (quizás en la mayoría de las veces) tampoco recibe lo que imaginamos que debería recibir. Frente a esta realidad, y por lo muy relativa y no siempre aplicable de la ley de la retribución, surgió y se desarrolló la esperanza en la “retribución escatológica”. Esta consiste en la confianza y consuelo de que será en el más allá (juicio final, retribución definitiva, etc.) cuando tanto el justo como el injusto recibirán su retribución definitiva, lo que en verdad merecen.
Frente al VIH-Sida y muchísimas tragedias más, lo que se espera de nosotros es una actitud compasiva y solidaria. Ya basta de seguir creyéndonos que somos “Dios” para decidir a nuestro antojo quién merece algo y quién no.
Quizás una mejor opción sería el que nos preguntemos del por qué Dios nos ha colocado donde estamos y cómo quiere usarnos para dar un testimonio concreto de su existencia, por medio de nuestra solidaridad y expresiones concretas de amor (bondad, fraternidad, filantropía, etc.), coherentes con el carácter de nuestro creador (compárese 1 Juan 4.7-12).
¡Que Dios nos ayude en esta tarea!
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