I) El edicto de Galerio promulgado el 30 de abril del año 311 d.C.
Galerio fue emperador del imperio romano entre los años 305 al 311 d.C. Pero antes, desde el primero de marzo del año 293 tenía una cuota de poder al formar parte de la famosa tetrarquía (gobierno de cuatro, instituida por el emperador Diocleciano) en calidad de césar. Fue un histórico enemigo y perseguidor de los cristianos. Justo L. González afirma que: “Por fin, cuando los cristianos comenzaban a desesperar, la tormenta amainó. Galerio estaba enfermo de muerte, y el 30 de abril del 311 promulgó su famoso edicto de tolerancia” (Historia del cristianismo, tomo I, página 122).
A continuación el texto del edicto de Galerio:
“Entre todas las leyes que hemos promulgado por el bien del estado, hemos intentado restaurar las antiguas leyes y disciplina tradicional de los romanos. En particular hemos procurado que los cristianos, que habían abandonado la religión de sus antepasados, volviesen a la verdad. Porque tal terquedad y locura se habían posesionado de ellos que ni siquiera seguían sus primitivas costumbres, sino que se han hecho sus propias leyes y se han reunido en grupos distintos. Después de la publicación de nuestro edicto, ordenando que todos volviesen a las costumbres antiguas, muchos obedecieron por temor al peligro, y tuvimos que castigar a otros. Pero hay muchos que todavía persisten en sus opiniones, y nos hemos percatado de que no adoran ni sirven a los dioses, ni tampoco a su propio dios. Por lo tanto, movidos por nuestra misericordia a ser benévolos con todos, hemos creído justo extenderles también a ellos nuestro perdón, y permitirles que vuelvan a ser cristianos, y que vuelvan a reunirse en sus asambleas, siempre que no atenten contra el orden público. En otro edicto daremos instrucciones acerca de esto a nuestros magistrados.
A cambio de esta tolerancia nuestra, los cristianos tendrán la obligación de rogarle a su dios por nuestro bienestar, por el bien público y por ellos mismos, a fin de que la república goce de prosperidad y ellos puedan vivir tranquilos”.
Justo L. Gonzáles también sostiene: “Tal fue el edicto que puso fin a la más cruenta—y prácticamente la última—de las persecuciones que la iglesia tuvo que sufrir a manos del Imperio Romano. Pronto se abrieron las cárceles y las canteras, y de ellas brotó un torrente humano de gentes lisiadas, tuertas y maltratadas, pero gozosas por lo que era para ellas una intervención directa de lo alto” (Historia del cristianismo, tomo I, página 123).
II) El edicto de Milán del año 313 d.C., promulgado por Constantino y Licinio
Constantino fue emperador del imperio romano entre los años 306 al 337 d.C. Pero antes, igual que Galerio, ostentó parte del poder como un césar (para el año 305) dentro de la famosa tetrarquía de Diocleciano, que para el 305 tenía como gobernantes del imperio a Galerio y Licinio como augustos, y a Constantino y a Maximino Dasa (o Daya) como césares.
Por otro lado, Licinio fue emperador romano del año 311 al 324 d.C.
A la muerte de Galerio el poder del imperio quedó en las manos de de Licinio, Maximino Daza (o Daya), Constantino y Majencio. Posteriormente, Licinio derrotó a Maximino Dasa o Daya (año 313) y Constantino hizo lo mismo con Majencio (año 312). Luego el mismo Licinio que había quedado con la mitad del imperio romano (la parte oriental, al vencer a Maximino) fue derrotado por Constantino en el año 324, que previamente se había constituido en el monarca de la otra mitad del imperio, la parte occidental, al derrotar a Majencio.
Para el año 313 el imperio romano tenía solamente dos monarcas, pues con la victoria de Licinio sobre Maximino y de Constantino sobre Majencio, la tetrarquía como forma de gobierno dejó de existir. Licinio quedó con el control de la parte oriental del imperio romano y Constantino con el poder en la parte occidental. Siendo Licinio y Constantino los dos únicos monarcas de imperio para el año 313, estos se pusieron de acuerdo para promulgar un edicto de tolerancia en el cual se comprometían a no perseguir a los cristianos. Una verdad que hay que destacar es que este famoso edicto de Milán, aunque se conoce mayormente como obra de Constantino, fue más bien de Constantino y Licinio.
Por eso hay los que sostienen que: El edicto o constitución imperial fue aprobado entre otra serie de medidas tomadas en conjunto por los emperadores romanos de oriente y occidente en junio del año 313”.
A continuación, el texto del edicto de tolerancia de Constantino y Licinio, del año 313:
"Habiendo advertido hace ya mucho tiempo que no debe ser cohibida la libertad de religión, sino que ha de permitirse al arbitrio y libertad de cada cual se ejercite en las cosas divinas conforme al parecer de su alma, hemos sancionado que, tanto todos los demás, cuanto los cristianos, conserven la fe y observancia de su secta y religión... "...que a los cristianos ya todos los demás se conceda libre facultad de 'seguir la religión que a bien tengan; a fin de que quienquiera que fuere el numen divino y celestial pueda ser propicio a nosotros ya todos los que viven bajo nuestro imperio. Así, pues, hemos promulgado con saludable y rectísimo criterio esta nuestra voluntad, para que a ninguno se niegue en absoluto la licencia de seguir o e1egir la observancia y religión cristiana. Antes bien sea lícito a cada uno dedicar su alma a aquella religión que estimare convenirle".
-Copias de las constituciones imperiales de Constantino y Licinio, traducidas del latín al griego.
Con relación al edicto de Galerio y el edicto de Constantino y Licinio, el historiador cristiano Justo L. Gonzáles afirma: “Tras la batalla del Puente Milvio se reunió en Milán con Licinio, con quien selló una alianza. Parte de esta alianza era el acuerdo de que no se perseguiría más a los cristianos, y que se les devolverían sus iglesias, cementerios y otras propiedades que habían sido confiscadas. Este acuerdo, que recibe el título poco exacto de “Edicto de Milán”, se señala frecuentemente como el fin de las persecuciones (313 d.C.), aunque lo cierto es que el edicto de tolerancia de Galerio fue mucho más importante, y que aún después del “Edicto de Milán” Maximino Daza siguió persiguiendo a los cristianos. Por fin, tras una serie de pasos que corresponden a otro capítulo de esta historia, Constantino quedó como el único emperador, y la iglesia gozó de paz en todo el Imperio” (Historia del cristianismo, tomo I, páginas 123 y 124).
Otros detalles y una versión más completa del edicto de Milán la cito a continuación, tomada de la Enciclopedia Virtual de Cervantes:
“Por su parte Licinio, pocos días después de la batalla, tras hacerse cargo y repartir una parte de las tropas de Maximino, llevó su ejército a Bitinia y entró en Nicomedia. Allí dio gracias a Dios con cuya ayuda había logrado la victoria y el día 15 de junio del año en que él y Constantino eran cónsules por tercera vez, mandó dar a conocer una carta dirigida al gobernador acerca del restablecimiento de la Iglesia y cuyo texto es el siguiente:
«Yo, Constantino Augusto, y yo también, Licinio Augusto, reunidos felizmente en Milán para tratar de todos los problemas que afectan a la seguridad y al bienestar público, hemos creído nuestro deber tratar junto con los restantes asuntos que veíamos merecían nuestra primera atención el respeto de la divinidad, a fin de conceder tanto a los cristianos como a todos los demás, facultad de seguir libremente la religión que cada cual quiera, de tal modo que toda clase de divinidad que habite la morada celeste nos sea propicia a nosotros y a todos los que están bajo nuestra autoridad. Así pues, hemos tomado esta saludable y rectísima determinación de que a nadie le sea negada la facultad de seguir libremente la religión que ha escogido para su espíritu, sea la cristiana o cualquier otra que crea más conveniente, a fin de que la suprema divinidad, a cuya religión rendimos este libre homenaje, nos preste su acostumbrado favor y benevolencia. Para lo cual es conveniente que tu excelencia sepa que hemos decidido anular completamente las disposiciones que te han sido enviadas anteriormente respecto al nombre de los cristianos, ya que nos parecían hostiles y poco propias de nuestra clemencia, y permitir de ahora en adelante a todos los que quieran observar la religión cristiana, hacerlo libremente sin que esto les suponga ninguna clase de inquietud y molestia.
Así pues, hemos creído nuestro deber dar a conocer claramente estas decisiones a tu solicitud para que sepas que hemos otorgado a los cristianos plena y libre facultad de practicar su religión. Y al mismo tiempo que les hemos concedido esto, tu excelencia entenderá que también a los otros ciudadanos les ha sido concedida la facultad de observar libre y abiertamente la religión que hayan escogido como es propio de la paz de nuestra época. Nos ha impulsado a obrar así el deseo de no aparecer como responsables de mermar en nada ninguna clase de culto ni de religión. Y además, por lo que se refiere a los cristianos, hemos decidido que les sean devueltos los locales en donde antes solían reunirse y acerca de lo cual te fueron anteriormente enviadas instrucciones concretas, ya sean propiedad de nuestro fisco o hayan sido comprados por particulares, y que los cristianos no tengan que pagar por ello ningún dinero de ninguna clase de indemnización. Los que hayan recibido estos locales como donación deben devolverlos también inmediatamente a los cristianos, y si los que los han comprado o los recibieron como donación reclaman alguna indemnización de nuestra benevolencia, que se dirijan al vicario para que en nombre de nuestra clemencia decida acerca de ello.
Todos estos locales deben ser entregados por intermedio tuyo e inmediatamente sin ninguna clase de demora a la comunidad cristiana. Y como consta que los cristianos poseían no solamente los locales donde se reunían habitualmente, sino también otros pertenecientes a su comunidad, y no posesión de simples particulares, ordenamos que como queda dicho arriba, sin ninguna clase de equívoco ni de oposición, les sean devueltos a su comunidad y a sus iglesias, manteniéndose vigente también para estos casos lo expuesto más arriba (...) De este modo, como ya hemos dicho antes, el favor divino que en tantas y tan importantes ocasiones nos ha estado presente, continuará a nuestro lado constantemente, para éxito de nuestras empresas y para prosperidad del bien público.
Y para que el contenido de nuestra generosa ley pueda llegar a conocimiento de todos, convendrá que tú la promulgues y la expongas por todas partes para que todos la conozcan y nadie pueda ignorar las decisiones de nuestra benevolencia».
LACTANCIO, De mortibus persecutorum (c.318-321). En M. Artola, Textos fundamentales para la Historia, Madrid, 1968, p. 21-22.
III) El edicto del emperador romano Teodosio, el famoso edicto de Tesalónica del año 380 d.C.
Teodosio fue emperador del imperio romano entre los años 378-395 d.C., otros en cambio, que fue entre 379-395 d.C. Paso a citar lo que la enciclopedia libre Wikipedia registra sobre Teodosio:
Teodosio I el Grande (Flavio Teodosio) (n. Cauca, (hoy Coca, Segovia), Hispania, h. 346 - Milán, 17 de enero de 395), Emperador romano de Oriente (379-395) y de Occidente (394-395), impulsor del catolicismo como religión oficial.
Adquirió experiencia militar combatiendo en Gran Bretaña bajo el mando de su padre, el general romano Flavio Teodosio (Teodosio el Viejo); luego él mismo fue dux de Mesia (actual Serbia) en el 374, defendiendo eficazmente aquella provincia fronteriza frente a los sármatas. Pero se retiró a sus dominios en la actual Coca, tras la ejecución de su padre. Y allí estaba en el 378, cuando le llamó el emperador Flavio Graciano para encargarle la defensa de Mesia frente a la invasión de los godos. Así, en el 379 fue nombrado augusto con potestad en Oriente, comenzando su reinado sobre aquella parte del Imperio.
Venció a los visigodos y pactó con su rey Atanarico la instalación de este pueblo germánico en Mesia como federados del Imperio (es decir, aliados bárbaros a los que se encomendaba la defensa de la frontera). Luego transmitió el título de augusto a su hijo Arcadio, con lo que estableció una nueva dinastía imperial, que de momento reinaría sólo en Oriente.
Mientras tanto, en Occidente Graciano fue destronado por otro militar hispano, Magno Clemente Máximo; pero su poder fue disputado por el hermano de Graciano, Valentiniano II. Teodosio, que había reconocido inicialmente la autoridad de Máximo, se alió luego con Valentiniano, e incluso emparentó con la familia imperial de Occidente, al casarse con Gala (hermana de Valentiniano y de Graciano) en el 387. Al año siguiente venció a Máximo en la batalla de Aquileya, extendiendo su autoridad a todo el Imperio, si bien mantuvo formalmente en el Trono occidental a Valentiniano II (388).
Teodosio era cristiano católico, es decir, fiel a la doctrina de Atanasio, adoptada como línea ortodoxa desde el Concilio de Nicea del 325. Fue él quien adoptó el catolicismo como religión del Imperio, prohibiendo el arrianismo (doctrina cristiana de los seguidores de Arrio, muy extendida en Oriente) por el Edicto de Tesalónica (380). No obstante, su actitud inicial fue más conciliadora hacia los paganos, pues trató de mantener un equilibrio en su administración entre cristianos y paganos, al tiempo que se resistía a los intentos del clero cristiano por imponer su supremacía.
Su actitud cambió después de ser excomulgado por el arzobispo de Milán, san Ambrosio, a causa de la represión de la revuelta de Tesalónica, en la que murieron unas 7.000 personas (390). Teodosio hizo penitencia pública para obtener el perdón y, desde entonces, se convirtió en instrumento político de la intolerancia eclesiástica: prohibió los cultos paganos en Roma (391), medida que luego extendió a todo el Imperio (392).
El descontento creado por la persecución del paganismo provocó la revuelta del usurpador Eugenio, quien, con apoyo del jefe de la milicia de Occidente -el franco Arbogasto- se adueñó de las Galias, Italia y África, dio muerte a Valentiniano II y se hizo proclamar emperador de Occidente (392). Teodosio estaba en Constantinopla, como era su costumbre, absorbido por los problemas de la frontera oriental, en donde acababa de negociar la paz con los persas y el reparto de Armenia.
En cuanto pudo regresar a Italia, se enfrentó a Eugenio, le venció y le dio muerte cerca de Aquileya, y restableció momentáneamente la unidad del Imperio, pues se proclamó oficialmente emperador de Oriente y de Occidente, (394). Pero las diferencias culturales, económicas y políticas entre los territorios occidentales (controlados desde Roma) y los territorios orientales (controlados desde Constantinopla) era ya demasiado grandes como para que resultara viable la unidad.
Cuando murió al año siguiente, Teodosio reconoció esta realidad dejando la herencia imperial dividida entre sus dos hijos: Arcadio (con 17 años) en Oriente y Honorio (un niño de 11) en Occidente, bajo la tutela de Estilicón. La división fue irreversible y permitió que, mientras el Imperio Romano de Occidente sucumbía después de ochenta años de crisis y penetración de los bárbaros, en Oriente se consolidara un Imperio Bizantino que habría de durar hasta 1453.
A continuación el texto del edicto de Teodosio (El edicto de Tesalónica 28 de febrero 380 d.C)
Los emperadores Graciano, Valentiniano y Teodosio Augustos: edicto al pueblo de la ciudad de Constantinopla.
“Es nuestra voluntad que todos los pueblos regidos por la administración de nuestra clemencia practiquen esa religión que el divino apóstol Pedro transmitió a los romanos, en la medida en que la religión que introdujo se ha abierto camino hasta este día. Es evidente que esta es también la religión que profesa el profeta Dámaso, y Pedro, obispo de Alejandría, hombre de apostólica santidad; esto es que, de acuerdo con la disciplina apostólica y la doctrina evangélica debemos creer en la divinidad una del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo con igual majestad y bajo /la noción/ de la Santa Trinidad.
Ordenamos que aquellas personas que siguen esta norma tomen el nombre de cristianos católicos. Sin embargo, el resto, que consideramos dementes e insensatos, asumirán la infamia de los dogmas heréticos, sus lugares de reunión no obtendrán el nombre de iglesias y serán castigados primeramente por la divina venganza, y, después, también /por justo castigo/ de nuestra propia iniciativa, que tomaremos en consonancia con el juicio divino.
Dado en el tercer día de las Calendas de Marzo (28 de Feb.), en Tesalónica, en el año quinto del consulado de Graciano y del primer consulado de Teodosio Augustos”.
Conclusión: La común que hay entre los dos primero edictos, el de Galerio del año 311 d.C. y el de Constantino y Licinio del año 313 d.C., es que ambos fueron edictos que toleraron al cristianismo; pero que no la instituyeron religión del imperio romano (como religión del estado). Sería más bien con el edicto de Teodosio del año 380 d.C., el edicto de Tesalónica, con que llegaría el cristianismo a constituirse en verdad en la religión del imperio romano.
Bibliografía:1. Enciclopedia Virtual de Cervantes (en la Internet).
2. Enciclopedia libre Wikipedia (en la Internet).
3. Henry H. Halley. Compendio Manual de la Biblia. Texas, USA: Casa Bautista de Publicaciones, 1985 (sexta edición).
4. Jesse Lyman Hurlbut. Historia de la iglesia cristiana. Miami: USA: Editorial Vida, 1999.
5. Justo L. González. Historia del Cristianismo Tomo I. Miami, USA: Editorial Unilit, 2003.
6. Microsoft Encarta 2006. Microsoft Corporation.
No hay comentarios:
Publicar un comentario