Si bien el cristianismo encuentra su génesis en un ambiente judío, ciertamente el cristianismo no es una religión judía. Podemos decir que el cristianismo incipiente tenía en común algunos puntos de vista con los distintos grupos judíos que gravitaban en la sociedad judía del primer siglo E.C. Quizás la gran diferencia la tuvo con el grupo conocido como los zelotas (o celotas), ya que éste representaba un grupo de resistencia armado y violento[1]. Luego, persiste la pregunta: ¿Qué rasgos comunes tiene el cristianismo incipiente con las distintas facciones del judaísmo del primer siglo? Tomando la evidencia que encontramos en el NT mismo y en otras fuentes externas, hallamos las siguientes:
Con los esenios y fariseos: la creencia en el más allá, en la esperanza de la resurrección de los muertos, la creencia en la existencia de los ángeles, creer en la venida de un Mesías, admitir como sagrados las tres secciones del Tanak, pertenecía a las clases sociales media y baja, y con los Esenios sobre todo, compartían el cultivar un ambiente apocalíptico y escatológico. Con los saduceos: el afecto por el culto en el templo[2], la idea de sustituir una comunidad de rango sacerdotal (compárese 1 Pedro 2.10; Apocalipsis 5.10[3]). Fue precisamente para después del año 64 con el incendio a Roma, y la rebelión judía del 66 que a la postre provocó la destrucción de Jerusalén y del templo, que el cristianismo logró el reconocimiento por parte del imperio Romano de su peculiaridad con relación a los demás grupos judíos[4].
Como ya hemos dicho, el cristianismo no es una religión judía, si bien tiene sus principales raíces en el ambiente judío. Por evidencia que encontramos en el NT mismo, podemos ver que la literatura que compone el conjunto de libros sagrados o canónicos de mismo NT tiene un origen primordialmente gentil. En este tenor, hay principalmente dos cosas que quiero resaltar: En primer lugar: El nombre cristiano, que en su origen haya sido peyorativo o no, surge en un ambiente gentil[5] (considérese Hechos 11.26). En segundo lugar, en cuanto al conjunto de obras o escritos que componen la literatura canónica del NT, podemos decir que tuvo su origen en su mayor en un ambiente gentil.
Por ejemplo, el origen de los evangelios generalmente se ubica fuera de Palestina (Mateo en Antioquía, Marcos en Roma, Lucas en Grecia, Siria o Roma, Juan en Éfeso o Siria); las epístolas paulinas (el corpus paulino, al margen de la discusión sobre su extensión[6]) también se ubica fuera de Palestina. Con relación a las epístolas católicas, generales o universales, también en este segmento predomina el origen gentil. Las tres cartas de Juan se ubican generalmente en Éfeso, aunque hay los que prefieren Siria. Las dos cartas de Pedro en Roma. En suma, los únicos escritos de los cuáles se reconoce con mayo probabilidad un rigen palestino son: Hebreos, Santiago y Judas[7]. ¿Qué nos decir esto? Podemos decir con propiedad que para mucho antes del año 70 E.C. el cristianismo tenía todos los elementos de una religión gentil, aunque con un fuerte trasfondo judío[8].
[2] Aunque se reconoce que la liturgia cristiana tiene sus antecedentes más bien en la liturgia de la sinagoga que en la del templo. Al respecto, Everett F. Harrison afirma: “Es evidente por el testimonio de Justino Mártir (Apología 67) que los principales ingredientes del culto cristiano en el segundo siglo eran la lectura de las Escrituras, la exposición y la oración, como en la sinagoga” (Introducción al NT, página 18).
[3] No “reyes y sacerdotes” como en la Reina Valera de 1960, sino como el griego “los hiciste para nuestro Dios, un reino y sacerdotes”. Así también la Versión Popular Dios Habla Hoy: “De ellos hiciste un reino, hiciste sacerdotes para nuestro Dios”.
[4] Justo L. González afirma: “Los primeros cristianos no creían pertenecer a una nueva religión. Ellos habían sido judíos toda su vida, y continuaban siéndolo. Esto es cierto no sólo de Pedro y los doce, sino también de los siete, y hasta del mismo Pablo” (Historia del cristianismo, tomo I, página 37.).
[5 A diferencia del nombre que recibieron los cristianos de Jerusalén, “los del camino” (véase Hechos 9.2; 19.9, 23; 22.4; 24.14, 22)
[6] Tradicionalmente se le asignaban a Pablo 13 carta, y 14 si se incluía a Hebreos. Posteriormente según el avance de los estudios especializados en el NT, se sacó a Hebreos del corpus paulino, y ha sido objeto de discusión la paternidad literaria de Efesios, Colosenses y de las llamadas epístolas pastorales. En consecuencia, podemos encontrar hoy tres corrientes.
La más conservadora le asigna a Pablo la paternidad literaria de Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 y 2 Tesalonicenses, Filemón, 1 y 2 Timoteo y Tito (trece cartas, ejemplo, Everett F. Harrison). Una corriente menos conservadora sólo le reconoce 9 cartas, todas las anteriores menos Efesios y las pastorales. La línea más crítica sólo reconoce la autenticidad de la paternidad literaria paulina de siete cartas: Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Filipenses, 1 Tesalonicenses, y Filemón (Antonio Piñero Sáenz).
[7] Con relación a Hebreos, Raymond Brown concluye: “La argumentación de Hb basada en la liturgia y el sacerdocio judíos han hecho de Jerusalén o de Palestina un candidato con mayor peso. Sin embargo, la presentación de la liturgia en Hb refleja un conocimiento de los LXX más que una presencia física en el templo de Jerusalén, nunca mencionado por el autor” (obra citada tomo II, página 897). Con relación a Santiago: “La atmósfera judía de la carta se corresponde igualmente con una autoría por parte del dirigente de la iglesia jerusalemita” (jerosolimitana). Sin embargo, argumenta que: “El griego utilizado por St es fluido, incluso elocuente, y muestra un estilo cultivado; hay pocas posibilidades de que se trate de un traducción del hebreo o arameo y que la lengua materna del autor fuera semítica.
La Escritura utilizada es la versión de los LXX, no la Biblia hebrea” (obra citada, tomo II, página 955). En lo relativo a Judas: “Jds no cita al AT al pie de la letra, pero sus alusiones parecen depender de un conocimiento de las Escrituras hebreas más que de un uso de los LXX (muy al revés que en la mayoría del NT, incluyendo St), y esto proporciona una baza a Palestina por encima de otros centros cristianos de lengua griega” (obra citada tomo II, página 974).
[8] Hay que reconocer que este trasfondo ya había sufrido mucho antes la influencia y el toque gentil: los cristianos leyeron, citaron y comentaron el AT con base al texto griego de los LXX y no de las escrituras hebreas. Y por este mismo camino se redactaron los libros del NT y elaboraron su teología (considérese las obras: “El AT en el NT”, y “El recurso a la escritura”).
Seguiremos mañana. Dios les bendiga más!
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