Un grupo de hermanos y hermanas en la fe han decidido asumir la estrategia de darle siete vueltas a algunos edificios donde funcionan ministerios o instancias del estado o gobierno dominicano. El objetivo de estas vueltas es, emulando lo relatado por el libro de Josué, provocar el derribamiento de varios tipos de muros actuales, como por ejemplo, el de la corrupción en la administración pública.
Ahora bien hay que precisar que en el relato del libro de Josué, realmente fueron trece vueltas, no siete (Josué capítulo 6). De todos modos, el que este recurso jamás fuera puesto en práctica por la nación hebrea en toda su historia posterior, ni haya en el NT un ejemplo de su aplicación, debería ser tomado en cuenta (y muy en serio) por nuestros hermanos y hermanas antes de persistir con el uso de dicha estrategia.
No negamos el valor simbólico de esta estrategia, pero a la verdad uno se pregunta si esta es la mejor manera en que la comunidad evangélica puede expresar su inconformidad con el estado actual de las cosas (el statu quo), y si en verdad esta es la mejor manera en que se puede expresar el testimonio cristiano y su compromiso con la justicia y la procura de un verdadero estado de derecho donde no haya complicidad ni impunidad.
Por otro lado, lo penoso es, además, el que de nuevo se vuelve a poner en evidencia la incapacidad de la comunidad evangélica (y su fragmentación), para llevar a cabo ciertas acciones en conjunto, y que muestren cierto grado de consenso, en cuanto a la persecución de objetivos comunes y en cuanto a la definición de los medios y métodos a emplearse a fin de lograrse los objetivos propuestos.
No olvidemos que después de darle las siete vueltas al congreso (el pasado miércoles 29 de septiembre) se aprobó la recién estrenada nueva Junta Central Electoral, a pesar de una oposición prácticamente nacional. ¿Y….?
Entonces cabe esperar y preguntarse qué será lo que ocurrirá en el Palacio Nacional, qué medida o medidas se aprobaran allí y que probablemente demuestren que las cosas siguen igual (o peor) a pesar de las siete (y hasta las trece) vueltas de este martes 12 de octubre.
Tampoco hay que dejar de considerar la manera en que la comunidad evangélica se proyecta hacia la sociedad dominicana (aun cuando lo haga un pequeño segmento de la misma) con el uso y empleo de este recurso. Sin embargo, esto es algo que probablemente estos hermanos y hermanas no han evaluado seriamente y, muy probablemente nunca lo harán. De todos modos, me parece que la idea que se haga la sociedad dominicana de este grupo, incluirá también al resto de la comunidad evangélica, afectándola a toda ella por igual.
Insisto, el que este recurso jamás fuera puesto en práctica por la nación hebrea en toda su historia posterior, ni haya en el NT un ejemplo de su aplicación, debería ser tomado en cuenta (y muy en serio) por nuestros hermanos y hermanas antes de persistir con el uso de dicha estrategia.
¿Y qué del principio, que de seguro enseñan y asumen estos hermanos y hermanas, con relación a que no es un procedimiento correcto de interpretación bíblica el hacer doctrina de un solo pasaje?
Ahora bien, de seguro habrá los que me digan, hermano Benjamín, ¿y qué de la mención que de este hecho hace el escritor de la carta a los Hebreos (Hebreos 11.30? Y mi respuesta será siguiente: Una cosa es la mención y el recuerdo hasta estimulador de un hecho, y otra cosa es el que se ponga en práctica (o se considere y recomiende necesaria su puesta e práctica). El escritor de la carta a los Hebreos ciertamente destaca el papel de la fe en este hecho, sin embargo no lo consideró normativo, ni recomendable (pues ciertamente no lo recomienda) para su propio contexto y situación histórica.
Finalmente, no dejo de reconocer el valor simbólico del empleo de esta estrategia, pero concluyo en que hará falta mucho más que eso, para que caigan ciertos muros, incluso dentro y a lo interno de la propia comunidad evangélica. (HBOC)
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