El que hoy tengamos distintas lecturas de la misma Biblia, una católica, luterana, anglicana, adventista, reformada, pentecostal, bautista, wesleyana, calvinista, etc., pone en evidencia que el principio emblemático de los reformadores, el de “Sola Escritura,” no pasó de ser una mera ilusión.
La Reforma Protestante pretendió liberar la Biblia del magisterio eclesiástico, pero lo que logró fue la multiplicación de tales magisterios; y esto, en verdad, no es esencialmente negativo.
Cada iglesia o movimiento que halla su origen en la Reforma Protestante ha venido a constituir, igual que la Iglesia Católica, su propio magisterio eclesiástico, bajo la orientación del cual se ha de practicar una lectura de la Biblia que se considere legítima y válida (¿sólo para dicho grupo?).
A la luz de esta realidad, el común método de acercamiento a la Biblia y de hacer reflexión teológica es el siguiente: Por un lado, la Biblia es fuente y, aparente materia prima, del sistema teológico, sus premisas y conclusiones; pero por otro lado, la Biblia es leída sólo a la luz de las premisas y conclusiones de dicho sistema.
Por tal razón, cuando una corriente o expresión del cristianismo protestante va a exponer su propio punto de vista respecto de una determinada doctrina (principalmente en los casos de doctrinas y posiciones teológicas que no han logrado un total consenso, como el tema de la predestinación, los grandes temas escatológicos, el lavatorio de pies, la frecuencia de la santa cena, el uso de los dones, la ordenación de la mujer, etc.); se nota que la lista de pasajes bíblicos que usa dicha corriente teológica para fundamentar su punto de vista es diferente a la lista que usa la escuela (¿iglesia?) que le adversa.
Es más, en la mayoría de las veces parecería que están usando Biblias diferentes (cánones diferentes), a pesar de que uno sabe que casi siempre (por no decir todas las veces) están empleando la misma Biblia (el mismo canon, aunque sí utilicen distintas versiones de la Biblia).
Entonces, la conclusión lógica es que sólo se es coherente y bíblico si alguien lee la Biblia desde la perspectiva de una corriente determinada y se concluye en ese análisis bíblico validando las suposiciones, premisas y conclusiones de dicha corriente.
Lo penoso es que este matiz caracteriza, por lo general, a toda corriente de pensamiento teológico. Por eso es que insistimos en que la Biblia no fue escrita desde la perspectiva de las corrientes teológicas conocidas y surgidas con posterioridad a los textos bíblicos mismos, como el calvinismo, el arminianismo, el pentecostalismo, el presbiterianismo, el catolicismo, etc. (movimientos que también se originaron con posterioridad a la Reforma Protestante).
Podemos decir que todavía hoy, como para el 31 de octubre de 1517, la Biblia se resiste a ser encasillada y esclavizada en una lectura excluyente como si los autores bíblicos hubieran escritos teniendo como telón de fondo algunas de las corrientes teológicas y eclesiales que más bien se desarrollaron posteriormente.
En verdad ningún autor o redactor de la Biblia escribió como católico, luterano, calvinista, adventista, anglicano, episcopaliano, bautista, o pentecostal, etc. ¿Por qué es tan difícil que muchos (as) entiendan esto?.
Seguimos mañana. Bendiciones!
Cada iglesia o movimiento que halla su origen en la Reforma Protestante ha venido a constituir, igual que la Iglesia Católica, su propio magisterio eclesiástico, bajo la orientación del cual se ha de practicar una lectura de la Biblia que se considere legítima y válida (¿sólo para dicho grupo?).
A la luz de esta realidad, el común método de acercamiento a la Biblia y de hacer reflexión teológica es el siguiente: Por un lado, la Biblia es fuente y, aparente materia prima, del sistema teológico, sus premisas y conclusiones; pero por otro lado, la Biblia es leída sólo a la luz de las premisas y conclusiones de dicho sistema.
Por tal razón, cuando una corriente o expresión del cristianismo protestante va a exponer su propio punto de vista respecto de una determinada doctrina (principalmente en los casos de doctrinas y posiciones teológicas que no han logrado un total consenso, como el tema de la predestinación, los grandes temas escatológicos, el lavatorio de pies, la frecuencia de la santa cena, el uso de los dones, la ordenación de la mujer, etc.); se nota que la lista de pasajes bíblicos que usa dicha corriente teológica para fundamentar su punto de vista es diferente a la lista que usa la escuela (¿iglesia?) que le adversa.
Es más, en la mayoría de las veces parecería que están usando Biblias diferentes (cánones diferentes), a pesar de que uno sabe que casi siempre (por no decir todas las veces) están empleando la misma Biblia (el mismo canon, aunque sí utilicen distintas versiones de la Biblia).
Entonces, la conclusión lógica es que sólo se es coherente y bíblico si alguien lee la Biblia desde la perspectiva de una corriente determinada y se concluye en ese análisis bíblico validando las suposiciones, premisas y conclusiones de dicha corriente.
Lo penoso es que este matiz caracteriza, por lo general, a toda corriente de pensamiento teológico. Por eso es que insistimos en que la Biblia no fue escrita desde la perspectiva de las corrientes teológicas conocidas y surgidas con posterioridad a los textos bíblicos mismos, como el calvinismo, el arminianismo, el pentecostalismo, el presbiterianismo, el catolicismo, etc. (movimientos que también se originaron con posterioridad a la Reforma Protestante).
Podemos decir que todavía hoy, como para el 31 de octubre de 1517, la Biblia se resiste a ser encasillada y esclavizada en una lectura excluyente como si los autores bíblicos hubieran escritos teniendo como telón de fondo algunas de las corrientes teológicas y eclesiales que más bien se desarrollaron posteriormente.
En verdad ningún autor o redactor de la Biblia escribió como católico, luterano, calvinista, adventista, anglicano, episcopaliano, bautista, o pentecostal, etc. ¿Por qué es tan difícil que muchos (as) entiendan esto?.
Seguimos mañana. Bendiciones!
Correo: benjamin.olea30@gmail.com
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