Conclusiones finales y recomendaciones
Conclusiones:
1) No existe un texto bíblico que establezca en forma de mandato que la designación de “Sacramentos” es la que debe emplearse en las iglesias cristianas.
2) No existe un texto bíblico que establezca en forma de mandato que la designación de “Ordenanzas” es la que debe emplearse en las iglesias cristianas.
3) No existe un texto bíblico que establezca en forma de mandato el nombre con que se ha de designar el “sacramento” u “ordenanza” de la “Eucaristía” o “Cena del Señor”.
4) El nombre “Eucaristía” se sustenta en el uso del verbo “eujaristéo” (dar gracias, agradecer, estar agradecido) en los relatos que explican el origen de la llamada “Santa Cena”, a pesar de que ciertamente no hay un texto bíblico que ordene u obligue llamarla así.
5) El nombre “Cena del Señor” se basa en un único texto en toda la Biblia, a saber, 1 Corintios 11.20: “Cuando, pues, os reunís vosotros, esto no es comer la cena del Señor;” si bien no hay un texto bíblico que ordene u obligue llamarla así.
6) El nombre “Santa Cena,” a diferencia de “Eucaristía” y “Cena del Señor”, y, a pesar de ser muy popular, no cuenta; sin embargo, ni siguiera con un texto bíblico que demuestre su uso en el NT.
7) No existe un texto bíblico que establezca en forma de mandato que se debe incluir el lavatorio de los pies en el contexto de la celebración de la “Eucaristía” o “Cena del Señor”, ni siquiera fuera de dicho contexto. Ni en los sinópticos (en los relatos de la llamada “última Cena”), ni en la fórmula paulina este elemento estuvo presente.
8) No existe siquiera un texto bíblico que establezca en forma de mandato la frecuencia con que se debe celebrar el “sacramento” u “ordenanza” de la “Eucaristía” o “Cena del Señor”. Pero no es menos cierto que el ejemplo que encontramos en el NT mismo y en la historia de la fe cristiana, es que en tiempos del NT ésta se celebraba semanalmente, cada primer día de la semana, cada domingo.
9) A pesar de la evidencia bíblica, hoy tenemos posturas muy diversas (y argumentos encontrados) en lo relativo a la frecuencia de la celebración de la “Eucaristía” o “Cena del Señor”.
10) Los argumentos empleados por las congregaciones que se resisten a una celebración de la “Eucaristía” o “Cena del Señor” con la frecuencia con que se celebró en tiempos del NT, carecen de valor ante la postura asumida por las comunidades cristianas precisamente en los tiempos del NT. Ciertamente la preocupación por la “relajación” de esta ceremonia, por lo frecuente de su celebración, no parece que estuviera en el horizonte de las comunidades cristianas del NT.
11) Han sido las distintas comunidades lectoras cristianas (comunidades hermeneutas y de fe), con la autoridad que a sí misma se atribuyen, las que han decidido, y no el texto bíblico en sí, el celebrar la “Eucaristía” o “Cena del Señor”, ya sea semanal, mensual, cuatrimestral, bianual, o anual. ¿Prueba esto el “Sola Escritura”? Entonces, ¿es cierto que nuestras iglesias sólo asumen y practican aquello que aparece como un mandato bíblico?
Al respecto, Walter Brueggemann afirma: “No existe exégesis sin premisas. Las premisas que rigen la exégesis, ocultas o reconocidas, surgen de la comunidad en la que y para la que se lleva a cabo la interpretación. Así, en la práctica, la autoridad de la Escritura está íntimamente unida a las reclamaciones de la comunidad interpretativa, una realidad no fácilmente aceptada en el protestantismo” (Teología del AT, página 18).
12) El mejor texto griego de Romanos 14.6 no permite deducir la especie de relajamiento que exhibe dicto texto en la versión Reina Valera de 1960, respecto a la observancia de un día es especial en la semana.
13) El mejor texto griego de Romanos 14.6 realmente dice: “El que se preocupa por el día, para el Señor lo hace, y el que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios. Y el que no come para el Señor no come y da gracias a Dios”.
14) Las versiones de la Biblia que reflejan el mejor texto griego de Romanos 14.6 son todas aquellas que no incluyen la frase «y el que no distingue el día, para el Señor no lo hace».
15) El argumento y enfoque de Pablo en Romanos 14 es distinto cuando aborda la problemática de la distinción entre los alimentos, y cuando aborda la problemática de la observación de un día especial en la semana.
16) A pesar de que pudiera involucrar ciertos aspectos del paganismo, parece más verosímil sostener que la disputa entre los “fuertes” y los “débiles” que Pablo enfrenta en Romanos 14, tenía que ver más bien con la observación de algunos aspectos de la Toráh mosaica.
17) A pesar de lo muy popular que ha venido a ser en la tradición cristiana la expresión “día del Señor” para hacer referencia al domingo, el primer día de la semana; lo cierto es que sólo hay un texto en todo el NT que la usa con ese sentido, a saber, Apocalipsis 1.10.
18) A pesar de la resurrección de Jesús en domingo, las comunidades cristianas en tiempos del NT siguieron observando el sábado, el séptimo día, como el único y verdadero día de reposo. Esta verdad también lo fue para Pablo, aunque ciertamente muestra un cierto alejamiento de la religión hebrea (particularmente farisea) en su peculiar interpretación del Tanaj y de otros aspectos de la religión hebrea.
19) No existe en el NT un mandamiento que revoque el sábado como el día de reposo, según lo establecido en el decálogo.
20) No existe en el NT un mandamiento que establezca el domingo, el primer día de la semana, como día del Señor, ni como día de reposo.
21) El llamado AT por los cristianos (el Tanaj hebreo) es propiamente un cuerpo literario hebreo, no es cristiano. Este hecho tiene serias implicaciones para su traducción, exégesis y aplicación.
22) Es la comunidad lectora la que decide qué toma y qué no, qué asume como suyo y qué no, de la tradición y religión hebreas, la religión del Tanaj (el AT para los cristianos). Por ejemplo, mientras que la Iglesia Adventista del Séptimo Día encuentra argumentos válidos para asumir, para hacer suyo el sábado hebreo como “día de reposo”, y la clásica distinción hebrea de “alimentos puros” y “alimentos impuros”; no obstante, al mismo tiempo también halla base suficiente para no asumir, para no hacer suya la circuncisión física, elemento de importancia todavía en el judaísmo clásico.
23) Es la comunidad lectora cristiana con su particular lectura e interpretación, la que decide qué elementos considera que habrá de tener en común con la religión hebrea de Tanaj (el llamado AT por los cristianos).
24) A pesar de hallar y explicar sus orígenes en el contexto de la religión y cultura hebreas, y de pretender hacer suya la herencia religiosa del pueblo hebreo, el Cristianismo es una religión gentil.
25) El NT es en sí un cuerpo literario propiamente cristiano, no judío.
26) La lectura cristiana del Tanaj (el llamado AT por los cristianos) en clave cristológica es una de las principales causas de tensión y disputas entre cristianos y judíos.
27) Un estudio adecuado y consistente de la relación entre el cristianismo y la esencia de la religión hebrea, debe ponderar con el mismo rigor tanto la continuidad (o las pretensiones de) y la discontinuidad que, ciertamente, existe entre estas dos religiones que comparten unos textos básicos (el Tanaj) si bien los asumen, leen, interpretan y aplican de una manera contradictoria e irreductible.
28) Una pretendida lectura e interpretación del NT en clave hebrea o judía, es tan problemática y cuestionable como un lectura del Tanaj en clave cristológica.
29) La experiencia de la visión que tuvo Pedro antes de visitar a Cornelio y su posterior experiencia en la casa del mismo Cornelio, explican la forma en que Pedro habló en la asamblea de Jerusalén (considérese Hechos 15.6-11).
30) La experiencia de Pedro, Pablo y Bernabé, la conclusión a la que llegó la asamblea de Jerusalén, así como la argumentación paulina en Romanos 10.4-5; Romanos 14 y Gálatas; explica y hasta justifica la toma de distancia que históricamente ha mostrado y ha asumido el Cristianismo frente a la herencia religiosa y cultural hebreas, y en su interpretación particular del Tanaj (el llamado AT por los cristianos).
31) La conclusión final de la asamblea de Jerusalén no contempló exigirle a los gentiles precisamente la observación de la distinción judía de los alimentos:
“Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: 29que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien” (Hechos 15.28-29)
32) El uso de la palabra “ley” en el vocabulario cristiano para hacer referencia a la Toráh hebrea, está marcada por la forma en que la Septuaginta (el AT en griego) tradujo por lo general la palabra hebrea “toráh” (instrucción) con “nómos” (ley). Esta situación también ha marcado las versiones latinas y castellanas de la Biblia en su forma de traducir, también influenciada por la Septuaginta, la palabra hebrea “toráh” en el AT mismo.
33) Una forma de destacar el tipo y nivel de distanciamiento y reinterpretación que asume Pablo frente a la herencia cultural y religiosa hebreas, es sustituyendo la presencia de la palabra “ley” por “Toráh” en Romanos 10.4-5; Gálatas 3.10-14; 19-29.
Al llegar a este punto, quizás podríamos decir que, por un lado, el Cristianismo es una especie judaísmo (¿raro?) con Cristo (con Jesús de Nazaret como el Mesías), pero sin la Toráh; y por el otro, que el judaísmo mesiánico, es una especie de Cristianismo (¿raro?) con Cristo (con Jesús de Nazaret como el Mesías), pero con la Toráh.
En conclusión, algunas personas probablemente digan que el Cristianismo es una especie de judaísmo (¿raro?) sin la Toráh. Otras, en cambio, quizás prefieran decir que más bien, sin la observancia de algunos aspectos de la Toráh. De todos modos, desde el punto de vista del judaísmo, hay que reconocer que estas dos concepciones son cuestionables, y máxime a la luz de la pretensión de la fe cristiana de ser heredera común del pacto del Dios del Tanaj (YHVH) con Abraham y con la nación de Israel (el pueblo hebreo) como tal, aun a pesar de tener una interpretación muy peculiar de los fundamentos de esa común herencia.
34) El judaísmo (o religión hebrea) nunca ha sido monolítico, sino que ha tenido y sigue teniendo expresiones que compiten, muy distintas, contradictorias y enfrentadas. Por eso en la historia de la misma hay que hablar, en su etapa más antigua y primitiva, de “la religión del padre”, y el “yahvismo”. Luego hay que hablar de un judaísmo versión samaritana, un judaísmo fariseo (luego, rabínico), un judaísmo saduceo, un judaísmo esenio, un judaísmo cabalístico (de corte místico y esotérico), un judaísmo caraíta, un judaísmo mesiánico.
35) También se usa la palabra “judaísmo” acompañada de ciertos calificativos o epítetos que expresan algunos matices quizás más específicos, cuando no circunstanciales, de la fe judía, como por ejemplo, un judaísmo talmúdico (de la época talmúdica, siglos I-VIII E.C., expresión que en la práctica es equivalente al judaísmo rabínico), un judaísmo conservador, un judaísmo ortodoxo, un judaísmo liberal, un judaísmo reformado, etc.
36) A la manera de la religión hebrea, el Cristianismo tampoco ha sido, ni es, ni será monolítico, pues en la historia del mismo se han desarrollado en su seno expresiones que compiten, que son muy distintas, contradictorias y enfrentadas.
37) La historia de la religión hebrea y del cristianismo, comenzando por el Tanaj mismo, y por el Nuevo Testamento Griego, nos permite llegar a la siguiente conclusión: el tener y asumir en común los mismos textos sagrados no supone uniformidad en la lectura, asimilación, exégesis o interpretación y aplicación de los mismos. Son precisamente las premisas de cada comunidad lectora, a pesar de los textos comunes, las que imposibilitan el llegar a las mismas conclusiones y extraer de dichos textos las mismas consecuencias.
38) No es cierto que las iglesias cristianas sólo asumen y practican aquello que es un mandato bíblico, o que se pueda demostrar que es un mandato bíblico expreso, explícito o implícito.
39) Ante la falta de un mandato expreso en la Biblia tocante a un determinado asunto, así como por lo general, en lo relativo a la manera en que un texto (o conjunto de textos, libros, etc.) es asumido, interpretado, y aplicado; es la comunidad lectora (la comunidad de fe y hermeneuta) la que juega un papel trascendental y determinante. Es la comunidad lectora la que elige el texto (o los textos), no el texto (o los textos) a la comunidad lectora.
Recomendaciones:
1) Que cada comunidad lectora sea lo suficientemente consciente y humilde para reconocer que asume, lee, interpreta y aplica los textos sagrados a la luz de sus propias y particulares premisas (premisas que de seguro no serán compartidas del todo, por las demás comunidades lectoras).
2) Que al margen de la autoridad que la comunidad lectora le confiere a los textos sagrados, es la comunidad lectora la que al fin y al cabo es determinante en la manera en que se asumen, explican y aplican los textos bíblicos; es ella la que también decide si asume como normativo o descriptivo un determinado texto o conjunto de textos.
3) Que cada comunidad lectora exponga su formulación doctrinal reconociendo que la Biblia, según su lectura, da apoyo o no a una determinada conclusión.
4) Que cada comunidad lectora comprenda que en la manera en que decide asumir, explicar, y aplicar los textos sagrados, concuerda y toma distancia con relación al resto de comunidades lectoras que comparten con ella cierto núcleo básico.
Una reflexión final que en nuestro caso debieran tener en cuenta los seguidores de la religión hebrea (en todas sus corrientes o expresiones), y los seguidores del Cristianismo (en todas sus corrientes o expresiones), es la que comparto a continuación: “El que cada religión presuma de tener la verdad absoluta, de ser ella la única verdadera, y el que aun las distintas corrientes (o expresiones) dentro de una misma religión se auto legitimen y descalifiquen a todas las demás como caminos equivocados; ha conllevado el que muchas personas sospechen de la falsedad de todas.”
¡Hasta aquí nos ayudo el Señor!
Bibliografía:
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10) Distintas y variadas versiones de la Biblia.
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12) Elsa Tamez. Diccionario Conciso Griego-español del Nuevo Testamento. Alemania, Sociedad Bíblica Alemana. Sociedades Bíblicas Unidas, 1978.
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