¿Por qué decir el nombre “Jehová”? ¿No existen también otras formas del mismo nombre, reflejados por algunas versiones de la Biblia? Efectivamente, además de la forma Jehová que encontramos en la Reina Valera y en la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras, existen otras variantes que se pueden testimoniar por otras versiones de la Biblia misma, por ejemplo: Jehováh (en la Reina Valera Actualizada de 19891), Yahvé (Biblia de Jerusalén), Yavé (La Biblia Latinoamérica), Yahveh (Sagrada Biblia Cantera-Iglesias), Yahweh (La Biblia Peshita en español), YHWH (La Biblia textual).
Respecto a estas variantes, lo que diré por ahora, es que representan esfuerzos
distintos por reproducir de la mejor manera el tetragrama hebreo (las clásicas cuatro consonantes “YHVH” o “YHWH” que sirven de base al sagrado y nombre propio del Dios de Israel.
El asunto se torna problemático ya que ni siquiera en cuanto a la transliteración de las cuatro consonantes se ha podido lograr un consenso. Quizás la transliteración más popular del tetragrama es YHWH. La otra transliteración que compite y que tal vez, podríamos decir que se está imponiendo es YHVH.
Todo esto demuestra que los intentos por reproducir fonéticamente el valor de las cuatro consonantes hebreas así como ofrecer una adecuada traducción del nombre sagrado no han sido pocos, y los resultados han sido muy diversos.
Toda esta problemática exige que una explicación de la misma que tenga aspiraciones de ser adecuada y consistente, tiene que tomar y considerar seriamente la historia del texto hebreo del Tanaj, el llamado “Antiguo Testamento” y sus posteriores traducciones al griego y al arameo.
Breve historia del texto hebreo del AT (Tanaj)
Aunque el texto hebreo del AT muestra en la actualidad una serie de puntos y rayas al lado, debajo y encima de las letras hebreas, lo cierto es que por muchos años el texto hebreo se conservó y transmitió sin estas características.
Etapas del texto hebreo
Stephen Pisano en su artículo “El texto del Antiguo Testamento”, en la obra “Metodología del Antiguo Testamento, afirma: “Es posible hablar de cuatro etapas en el desarrollo del texto hebreo. La primera etapa sería la de la producción escrita (y oral) del texto, que se remonta a lo «autores originales» o a los «textos originales». La segunda etapa es la de la forma más antigua (o de las formas más antiguas) a las que podemos remontarnos a través de los testimonios existentes, tantos directos como indirectos. Ordinariamente es ésta la etapa en la que se concentra la aplicación de la crítica textual. La tercera etapa es la del texto hebreo consonántico, que se hizo normativo a finales del siglo I de nuestra era. Puesto que es el que aceptaron los masoretas y sobre el que trabajaron, se puede llamar a esta etapaza «proto-masorética». La cuarta y última etapa sería la del texto masorético, el texto con la vocalización escrita y con el conjunto de observaciones elaboradas por los estudiosos del texto (los masoretas y los soferím [escribas] antes de ellos), que se encuentran en los manuscritos hebreos a partir del siglo X de nuestra d.C.” (Página 46).
Ahora bien, respecto la primera etapa, quiero hacer algunas observaciones. En primer lugar, que no existe copia alguna de un tipo de texto hebreo que sea anterior al exilio del año 587-586 a.C. En segundo lugar, que las formas más antiguas que podemos conocer del texto hebreo son posteriores al exilio. Este tipo de texto pone de manifiesto un texto hebreo con caracteres cuadrados a semejanza del arameo (evidencia concreta de la influencia de la cultura e imperio persa en la forma del alfabeto hebreo). En tercer lugar que, lógicamente, no poseemos copia alguna de los textos surgido en esta primera etapa, la de los llamados “autógrafos”, es decir, los manuscritos originales que salieron directamente de las manos de sus autores.
Respecto de la segunda y tercera etapas, haré las siguientes observaciones. En primer lugar, que los manuscritos del Mar Muerto, los manuscritos de Qumrán, vienen a ser los únicos y mejores testigos de la segunda etapa del texto hebreo, así como los únicos representativos de la tercera etapa del texto hebreo, la del texto consonántico, aunque algunas décadas antes de que se estableciera definitivamente como normativo.
Son pertinentes aquí las palabras de Florentino García Martínez, cuando habla de los manuscritos descubierto en el año 1947: “El estudio paleográfico primero y el análisis mediante el carbono 14 después establecieron rápidamente que todos los manuscritos habían sido copiados entre el siglo III a.C. y la primera mitad del siglo I d.C. Las excavaciones arqueológicas de la distintas cuevas y de las ruinas de Qumrán dejaron igualmente claro que todos los manuscritos habían sido depositados en las cuevas antes de la destrucción de ocasionada por el ejército romano durante la primera guerra judía de los años 66-74 del siglo I d.C. Todos los textos, pues, provenían de una período especialmente importante en la evolución y en el desarrollo de las ideas religiosas, un período anterior a la canonización definitiva del texto de la Biblia hebrea anterior sobre todo a la formación del judaísmo rabínico y el nacimiento del cristianismo” (Los manuscritos del Mar Muerto, balance de hallazgos y de cuarenta años de estudios, página 24).
Ahora bien, antes de los descubrimientos del Mar Muerto, el texto más antiguo del que se disponía era el papiro Nash (siglo II a.C.), una combinación de los preceptos de Éxodo 20 y Deuteronomio 5 con el añadido de la Shemá” (Masora, la transmisión de la tradición de la Biblia hebrea, página 24).
Con relación a la cuarta etapa, la del texto masorético vocalizado, traigo a colación las palabras de Julio Trebolle Barrera: “Hasta inicios de la Edad Media el texto bíblico se transmitió únicamente en caracteres consonánticos, sin anotación vocálica alguna. El tratado Soferim del Talmud de Babilonia hace referencia a múltiples aspectos de la actividad de los escribas, pero no menciona todavía la existencia de un sistema de vocalización” (La Biblia judía y la Biblia cristiana, página 296).
Pero, ¿por qué se le llama “texto masorético” al texto hebreo vocalizado?
La palabra “masorético” es un adjetivo que significa “relativo a los masoretas”. ¿Pero quiénes fueron los masoretas?
El origen de la palabra “masoreta” tiene dos explicaciones básicas: 1) hay quienes la ha derivado de una raíz “’asar” que significa “amarrar”. Con esta raíz se sugiere que la “Masora” es una especia de defensa que protege la escritura. 2) La otra derivación es la raíz “msr” que significa “transmitir”, concibiendo la “masora” como “tradición”.
Los masoretas fueron los continuadores de los “soferím”. Entonces se impone que digamos algo sobre estos. “La mayoría de los autores coinciden en reconocer a los soferím (escribas) los discípulos de Esdras el escriba, como los primeros en trabajar en la preservación del texto bíblico. Ellos son considerados los antecesores de los masoretas… La actividad de estos escribas parece haber finalizado en torno al siglo I d.C., cuando se produjo la estandarización del texto bíblico y comenzó otra fase de la historia del mismo… Su labor está atestiguada en el Talmud, la Mishná y los midrashim” (Masora, la transmisión de la tradición de la Biblia hebrea, páginas 51-52).
“La actividad de los soferim o escribas profesionales se enmarca dentro de la tarea de fijar el texto bíblico con exactitud. Los soferim se ocuparon de indicar en el texto una serie de alteraciones ortográficas (letras grandes y pequeñas, puntos extraordinarios, letras suspendidas, etc.) y fueron los encargados de dividir la Biblia hebrea en secciones litúrgicas (sedarím y parashot)” (Masora, la transmisión de la tradición de la Biblia hebrea, página 52).
Respecto a los masoretas, la recién citad obra nos dice: “La actividad de los masoretas, continuadores de lo soferim, se data en torno al siglo II d.C., aunque el período propiamente masorético se sitúa entre los años 500 y 1000, cuando las noticias que habían sido transmitidas oralmente se consignan por escrito en los códices. El propósito de la Masora «tradición» era la transmisión fiel e inalterable del texto normativo, asegurándose de que no se cambiara nada, ni siquiera errores o detalles, por pequeños que fueran. El carácter sagrado de la Biblia hacía imprescindible que el texto se copiara de forma precisa y exacta” (página 28).
Ahora bien, cuando a partir del siglo VI d.C. los masoretas comenzaron a experimentar con los signos diacríticos para indicar las vocales y los acentos, esto dio como resultado tres sistemas básicos de puntuación: el babilónico, el palestinense y el tiberiense (o tiberiano).
Con respecto a estos tres sistemas de puntuación, Julio Trebolle Barrea nos dice: “A) El sistema babilónico, desarrollado en el siglo VIII d.C., es supralineal; los signos vocálicos se escriben sobre las consonantes. Aparece utilizado todavía en algunas ediciones del targúm y en textos yemeníes. La secta de los qaraítas contribuyó de modo decisivo al perfeccionamiento del sistema babilónico así como también del palestino. B) El sistema palestinense fue utilizado entre los años 700 y 850, y evolucionó hasta dar el paso al sistema tiberiense. C) El sistema tiberiense es el utilizado en las ediciones actuales de la Biblia hebrea. El período de florecimiento de la escuela de Tiberíades abarca desde el 780 al 930 d.C. Durante este tiempo se sucedieron seis generaciones de la familia más famosa de masoretas, los Ben Asher. El representante más conocido y autorizado de la familia es el último de la serie, Aaron ben Asher, quien editó un texto completo de la Biblia hebrea con vocales, acentos y la correspondiente masora (tradición)” (La Biblia judía y la Biblia cristiana, página 296).
De todos modos, una advertencia importante es que estos tres sistemas de vocalización no reflejan, en lo esencial, pronunciaciones diversas del texto consonántico, sino maneras distintas de representar la pronunciación de las palabras (Masora, la transmisión de la tradición de la Biblia hebrea, página 33).
No quiero cerrar esta sección sin decir que el origen y aplicación de los signos gráficos inventados por los masoretas fue objeto de gran discusión entre algunos círculos judíos. Parte de la discusión era hermenéutico teológica, pues se discutía si en verdad los signos gráficos masoréticos eran tan sagrados como las consonantes.
En 1538 Elías Levita publicó un comentario sobre la Masora en el que mostraba que ni el Talmud, ni el Midrash conocían el sistema masorético de vocalización, por lo que sugirió que estos eran posteriores a dichas obras. También puso de relieve el origen babilónico y arameo de los nombres de los puntos masoréticos, por lo que habrían surgido con posterioridad al destierro a Babilonia.
Por otro lado, en 1620 Johannes Buxtorf intentó demostrar el origen divino de los puntos vocálicos, queriendo demostrar que no eran una simple invención de los masoretas, sino que tenían la misma autoridad divina que las consonantes.
Al final, y, de todos modos, los puntos vocálicos masoréticos fueron determinantes en el resurgir del idioma hebreo moderno, y lo cierto es que las distintas ediciones modernas de la Biblia hebrea o Tanaj reproducen un texto vocálico, un texto masorético.
El texto de la actual Biblia hebrea
En los años 1516 y 1517 Daniel Bomberg publicó en Venecia la primera edición de la llamada «Biblia rabínica», que fue preparada por el judío converso Félix Pratensis. La segunda edición de la «Biblia rabínica» se publicó entre los años 1524 y 1525, pero bajo la dirección de Ben Hayyim (Jacob ben Chayim). Fue tal el reconocimiento que tuvo esta edición que por un tiempo se la consideró como el verdadero «texto masorético». Es más, se afirma que la segunda edición de la «Biblia rabínica» se convirtió en el «textus receptus» de la Biblia hebrea tanto para judíos como los cristianos por más de cuatrocientos años (400).
Las dos primera ediciones de la llamada «Biblia hebraica de Kittel» (editada por Rudolf Kittel) reprodujeron el texto de la segunda edición de la «Biblia rabínica». Pero a partir de su tercera y última edición (año 1936-37) la «Biblia hebraica de Kittel» reproduce el manuscrito B19a de Leningrado. Este manuscrito abarca toda la Biblia hebrea. Es el códice completo más antiguo. Según consta en su colofón es de los años 1008-1009. Este manuscrito pertenece a la tradición tiberiense o tiberiana. No fue vocalizado por el propio Ben Asher, sino que su puntuación fue copiada de códices corregidos según Ben Asher. Se encuentra en la Biblioteca nacional de Rusia, en San Petersburgo.
Se afirma que la importancia del códice de Leningrado consiste en que es el más antiguo manuscrito conocido de la Biblia hebrea completa, basado en la tradición Ben Asher.
La llamada «Biblia Hebraica Stuttgartensia» publicada en el año 1977 y que vino a sustituir la tercera edición de la «Biblia hebraica de Kittel», también tiene como base textual el códice de Leningrado.
Ahora bien, a pesar predominio del llamado texto masorético, a suya familia pertenece el códice B19 de Leningrado, y que es el texto hebreo prácticamente de todas las actuales ediciones de la Biblia hebrea, los hallazgos del Mar Muerto ponen en evidencia la existencia de una notoria pluralidad textual todavía en el primer siglo de nuestra era. “Se puede establecer con bastante seguridad que entre los siglos I y II d.C. se impuso un determinado tipo textual. De manera que este hecho no fue el resultado de una decisión adoptada en un momento determinado, sino un proceso gradual en el que un texto se fue imponiendo sobre los demás. Durante algún tiempo el texto masorético coexistió con textos divergentes, como lo demuestran algunas disposiciones del Talmud que aluden a la necesidad de eliminar aquellos manuscritos bíblicos que no hubieran sido corregidos de acuerdo con el texto normativo. A partir de este momento el texto bíblico apenas experimentó cambios” (Masora, la transmisión de la tradición de la Biblia hebrea, páginas 27 y 28). En consecuencia, el texto masorético del que actualmente disponemos nunca fue el único que existió, sino el único tipo de texto que sobrevivió.
En este mismo sentido, Julio Trebolle Barrera nos dice: “Los manuscritos de Qumrán han venido a demostrar que, en contra de lo que se solía pensar anteriormente, muchas de las variaciones del texto de la versión de los Setenta (la Septuaginta) respecto al texto hebreo tradicional no son el producto de cambios introducidos en el texto por los traductores griegos. Se deben más bien al hecho de que la traducción fue realizada sobre originales hebreos, cuyo texto difería de del conservado en la tradición masorética” (Los manuscritos del Mar Muerto, balance de hallazgos y de cuarenta años de estudios, páginas 84 y 85).
Finalmente, es cierto que los descubrimientos de los manuscritos del Mar Muerto en el año 1947 vinieron a confirmar en cierta forma la calidad del texto masorético. Lo que ocurre es que para antes de este descubrimiento, los manuscritos hebreos (de la Biblia hebrea) más antiguos con que contábamos eran los códices tiberienses de la escuela Ben Asher: Or 4445; profetas de El Cairo, Alepo y Leningrado (1008 y 1009 d.C.), así como algunos fragmentos encontrados en la Genizá de El Cairo (siglos VI-VIIId.C.) y códices bíblicos incompletos procedente de Egipto y Palestina (datados entre los años 900 y 1100 d.C.) pertenecientes a la colección Firkovich” (Masora, la transmisión de la tradición de la Biblia hebrea, página 24).
Ahora, pienso que algunas personas se preguntarán del porqué traigo a colación toda esta información aquí. Pues bien, lo hago para dar una idea de que las cosas nunca han sido tan simples como muchas personas imaginan, sino mucho más complicadas. Por otro lado, pues, me servirán más adelante para mostrar el porqué de lo inadecuado de ciertas afirmaciones.
Análisis y explicación lingüística y gramatical del tetragrama
Lingüísticamente la etimología del tetragrama está ligada a dos verbos hebreos que significan lo mismo: ser, existir, estar. Estos verbos son “hayáh” y haváh”. La apelación a estos dos verbos se plantea casi como obligatoria por lo que encontramos textualmente en Éxodo 3.13-15, texto que explica el origen del sagrado y nombre propio del Dios de Israel. Una traducción que refleja bien el sentido del texto hebreo de Éxodo 3.14 es: “Dios le respondió a Moisés: Yo seré el que seré. También le dijo: así le dirás a los hijos de Israel: Yo seré me ha enviado a ustedes”.
Es obvio que esta traducción que personalmente he hecho de Éxodo 3.14 difiere de la conocida a través de la Reina Valera. La razón es que yo he seguido el texto hebreo, pero la Reina Valera y otras han seguido el texto de la Septuaginta, que dice: “Y respondió Dios a Moisés: Yo soy el que soy: También le dijo: Así dirás a los hijos de Israel: Yo soy me ha enviado a ustedes”.
Con relación al significado y rigen del nombre, el Diccionario Teológico Manual del AT, citando a Gerhard Von Rad afirma: “únicamente en Éxodo 3.14 y dentro de una interpretación teológica relativamente complicada, se da un significado al nombre de Yahvé; ahora bien, prescindiendo de si, etimológicamente es correcto o no, debe señalarse que este significado es válido sólo para un grupo de israelitas. (Tomo I, pagina 969). Con relación al origen del nombre Yahvé, la misma obra citada también afirma que hasta el momento no se han podio presentar pruebas irrefutables de que el nombre Yahvé haya sido empleado fuera de Israel y antes de Moisés.”
Finalmente, lo dicho en Éxodo 6.2-3 (Habló todavía Dios a Moisés, y le dijo: Yo soy JEHOVÁ. 3Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente, mas en mi nombre JEHOVÁ no me di a conocer a ellos), significa tres cosas: 1) Que redactor de este relato no parece conocer toda la historia que presenta el libro de Génesis. 2) Que muy posiblemente este relato una existencia independiente, y que ahora nos llega junto al resto del Pentateuco. 3) Que muy probablemente el Pentateuco no comenzó por donde ahora comienza, en la forma final en que hemos recibido el Pentateuco. Una lectura detenida demuestra que para cuando se viene a dar la explicación del sagrado nombre en Éxodo 3 y 6, ya el libro de Génesis estaba repleto del uso del tetragrama (sólo en Génesis encontramos el tetragrama alrededor de 143 veces). De todos modos hay algunos comentaristas que ante esta dificultad plantean que no se trata simplemente del nombre, sino de su sentido, “no les hice comprender” (véase comentario a Éxodo 6 en la Biblia del peregrino de estudio”.
El uso del tetragrama en el texto masorético
Ahora bien, con relación a las distintas transliteraciones que hemos mencionado y
que nos han llegado a través de las distintas versiones de la Biblia, lo primero que tenemos que hacer es preguntarnos si lo que procede es una traducción del tetragrama, según la intención expresada por la vocalización del mismo en la tradición masorética, o la simple transliteración del tetragrama.
Pero antes de seguir creo que debemos tener bien claro que el nombre “Jehová” está ligado a la etapa del texto hebreo vocalizado. Respecto del texto consonántico nada puede aportar en esta discusión. Por eso, decir que los descubrimientos del Mar Muerto de 1947 confirman la antigüedad de dicho nombre, carece de todo fundamento. Lo que sí puede decirse es que hay en dichos manuscritos ejemplos del uso del tetragrama, pero esto no es lo mismo.
No olvidemos que los textos encontrados en Qumrán datan de hasta dos siglos antes de Cristo, pero que el texto hebreo consonántico de la Biblia hebrea no fue vocalizado por los masoretas sino con posterioridad por lo menos al siglo V de nuestra era. En conclusión: no hay en Qumrán ejemplos de manuscritos vocalizados, pues son anteriores a la etapa de los masoretas. Por otro lado, no hay ejemplos en Qumrán de manuscritos que confirmen la presencia del tetragrama con una vocalización que confirme por lo menos la transliteración “Jehová”.
Pero de nuevo, está latente la pregunta: Jehová, ¿traducción o transliteración? ¿Qué intención tenían los masoretas al vocalizar el tetragrama en la forma en que lo encontramos en el texto masorético?
Como transliteración, hay evidencias que apuntan a que probablemente la más antigua vocalización es “Yahvéh”. Esta vocalización encuentra apoyo en una transcripción griega, “Iabé”, que según Francisco Lacueva aparece en el Pentateuco griego samaritano (Curso práctico de Teología Bíblica, página 28). A la luz de esta evidencia son comprensibles las siguientes transliteraciones: Yahveh, Yavé, Yaweh, Yahve. Lo penoso es que la vocalización que estaría detrás de la transcripción griega “Iabé” no se la encuentra en el texto masorético. Por lo tanto, la solución o explicación, ajustándonos al texto masorético, tendremos que buscarla por otra parte.
Respecto a la vocalización del tetragrama, diré lo siguiente. Hay evidencias de que en las ediciones impresas de la Biblia hebrea hay dos vocalizaciones muy parecidas, pero distintas en un solo punto.
Por un lado tenemos la vocalización que muestra la Biblia hebreo-español, a saber,
“YeHoVaH”. Esta vocalización ha originado las siguientes transliteraciones: Jehová, Jehová.
Por otro lado, la Biblia Hebraica editada por Rudolph Kittel (1937) y la actual Biblia hebraica Stuttgartensia (1967-77), muestran la siguiente vocalización: “YeHVaH”.
Ahora, la pregunta del millón: ¿se legitima el uso del nombre “Jehová” con la vocalización “YeHoVaH” que muestra la Biblia hebreo-español?
Lo cierto es que a pesar de lo que piensan muchas personas, la vocalización del tetragrama no justifica el uso del nombre “Jehová”. ¿Por qué? Porque con la aparente intención de ocultar la más antigua y posible original pronunciación del sagrado nombre, los escribas emplearon las vocales de otros dos nombres más comunes.
La evidencia que aporta la Septuaginta
En la Septuaginta (traducción griega del AT, en principio sólo el Pentateuco, hecha alrededor de la segunda mitad del siglo III antes de nuestra era) muestra la tendencia de traducir el tetragrama con la palabra “Kúrios” (Señor), no importando su vocalización. Pero no siempre mantuvo esta tendencia. Aquí tenemos que traer a la memoria la posibilidad de que en algunos casos, la Septuaginta refleje un texto hebreo distinto al masorético.
Para demostrar lo que estoy diciendo, voy a tomar a Génesis capítulo 4, un pasaje donde encontramos la presencia del nombre “Jehová” en diez ocasiones en la Reina Valera de 1960. En este capítulo encontramos el nombre “Jehová” en los siguientes versículos: 1, 3, 4, 6, 9, 13, 15 (dos veces), 16 y 26.
En todos estos versículos el texto masorético tiene el tetragrama con la vocalización “Yehvah”.
La Biblia hebreo español, en cambio, tiene el tetragrama con la vocalización “Yehovah” (pero traduce como “el Eterno”)
Lo interesante es que en la Septuaginta la situación es más complicada, lo que nos obliga a ir versículo por versículo.
Versículo 1) “tu theú”, forma de “theós” (Dios)
Versículo 3) “tu kuríu”, forma de “júrios” (Señor)
Versículo 4) “jo theós” (Dios)
Versículo 6) “kúrios jo theós” (Señor Dios)
Versículo 9) “jo theós” (Dios)
Versículo 13) “ton kúrion”, forma de “kúrios” (Señor)
Versículo 15) “kúrios jo theós” (Señor Dios), las dos veces.
Versículo 26) “kuríu tu theú” forma de “kúrios” y “theós” (Señor y Dios)
Se nota de nuevo la falta de uniformidad en que la Septuaginta traduce el tetragrama, tomando como referencia el texto masorético. Obviamente, no es imposible aquí la lectura por parte de la Septuaginta de un texto hebreo distinto al masorético.
Pasemos ahora a considerar dos expresiones que aparecen en la Reina Valera: “Jehová Dios” y “Señor Jehová”. La expresión “Jehová Dios” se la encuentra en el AT en la Reina Valera de 1960 en 665 veces en 613 versículos bíblicos. La expresión “Señor Jehová” se la encuentra en 42 veces en 41 versículos bíblicos.
Como es imposible ser exhaustivo aquí, lo que voy a hacer es considerar algunos casos a manera de ejemplo.
La expresión “Jehová Dios”
Para analizar la forma en que esta expresión es traducida por la Septuaginta, lo que voy a hacer es tomar un pasaje en particular, a Génesis capítulo 2, donde encontramos la frase “Jehová Dios” en cuatro once (11) ocasiones: versículos: 4, 5, 7, 8, 9, 15, 16, 18, 19, 21 y 22.
En estos once (11) versículos, el texto masorético tiene la expresión “Yehvah elohím”.
La Biblia hebreo-español “Yehovah elohim” (pero la traduce “Dios, el Eterno”)
La Septuaginta, por su lado, muestra la siguiente situación:
Versículo 4) “jo theós” (Dios)
Versículo 5) “jo theós” (Dios)
Versículo 7) “jo theós” (Dios)
Versículo 8) “kúrios jo theós” (Señor Dios)
Versículo 9) “jo theós” (Dios)
Versículo 15) “kúrios jo theós” (Señor Dios)
Versículo 16) “kúrios jo theós” (Señor Dios)
Versículo 18) “kúrios jo theós” (Señor Dios)
Versículo 19) “jo theós” (Dios)
Versículo 21) “jo theós” (Dios)
Versículo 22) “kúrios jo theós” (Señor Dios)
Se nota de nuevo la falta de uniformidad en que la Septuaginta traduce el tetragrama, combinado ahora con la palabra “elohim” (Dios), tomando de nuevo como referencia el texto masorético. Tampoco se puede descartar en este caso la Septuaginta haya tenido como base un texto hebreo distinto al masorético.
La expresión “Señor Jehová”
El sintagma “Señor Jehová” se lo encuentra en la Reina Valera 1960 cuarenta y dos veces (42) en cuarenta y un versículo (41). De estas 42 veces, es la traducción del hebreo “Adonay Yehvih” (o “Adonay Yehovih”) en treinta y seis (36). En cinco ocasiones es la traducción del hebreo “Ha-Adón Yehváh” (o “Ha-Adón Yehováh”). Y en una ocasión es la traducción de la hebrea “Yehváh Elohím” (o “Yehováh Elohím”), en Jeremías 2.19.
Para analizar la forma en que esta expresión es traducida por la Septuaginta, lo que voy a hacer es tomar un pasaje en particular, a Isaías capítulo 10, donde encontramos la frase “Señor Jehová” en cuatro ocasiones: versículos: 16, 23, 24 y 33.
De estas cuatro menciones, el texto masorético no tiene una expresión uniforme. En los versículos 16 y 33, el texto masorético tiene la expresión “Ha-adón Yehvah”; pero en los versículos 23 y 24, la expresión “Adonay Yehvih”.
La Biblia hebreo-español, en los versículos 16 y 33 tiene la expresión “Ha-adón Yehovah”, pero la traduce “Señor Dios” en el 16, pero “Señor el Eterno” en el 33.
En los versículos 23 y 24, tiene la expresión “Adonay Yehovih”, pero traduce “Señor el Eterno” en el 23, y “Señor Dios” en el 24.
La septuaginta por su parte, vuelve a mostrar falta de uniformidad o inconsistencia en su traducción. En el versículo 16, traduce “kúrios” (Señor); en el versículo 23, traduce “jo theós” (Dios); en el versículo 24, traduce “kúrios” (Señor); y en el versículo 33, traduce “kúrios” (Señor).
Consideremos además a 2 Samuel 7.18, 19, 20, y 22
“18Y entró el rey David y se puso delante de Jehová, y dijo: Señor Jehová, ¿quién soy yo, y qué es mi casa, para que tú me hayas traído hasta aquí? 19Y aun te ha parecido poco esto, Señor Jehová, pues también has hablado de la casa de tu siervo en lo por venir. ¿Es así como procede el hombre, Señor Jehová? 20¿Y qué más puede añadir David hablando contigo? Pues tú conoces a tu siervo, Señor Jehová… 22Por tanto, tú te has engrandecido, Jehová Dios; por cuanto no hay como tú, ni hay Dios fuera de ti, conforme a todo lo que hemos oído con nuestros oídos.”
En estos cuatro pasajes, la situación es la siguiente. El los versículos 18, 19 y 20, lo que la Reina Valera ha traducido “Señor Jehová” es la expresión hebrea “Adonay Yehvíh”. Pero en el versículo 22, la traducción “Jehová Dios” corresponde a la misma expresión hebrea “Adonay Yehvíh” que tradujo “Señor Jehová” en los versículos 18, 19 y 20.
En la Biblia hebreo-español, la situación es esta: En los versículos 18, 19, y 20, tiene en el texto hebreo la expresión “Adonay Yehovíh”, y la traduce “Dios Eterno”. Pero en el versículo 22, la expresión hebrea es “Yehováh Elohim”, y la traduce igualmente “Dios Eterno”.
La Septuaginta, por su parte, tradujo de manera consistente con una misma expresión, la única expresión que tiene el texto masorético en los cuatros pasajes en cuestión. La traducción de la Septuaginta es “Kúrie mu kúrie”, que significa “Señor mi Señor”.
Finalmente, en Deuteronomio 9.26, la expresión “Señor Jehová” es la traducción del la expresión “Adonay Yehovíh” del texto masorético. La Biblia hebreo-español tiene en el texto hebreo la expresión “Adonay Yehovíh”, pero la traduce simplemente “Señor”. La Septuaginta tradujo con la expresión “Kúrie kúrie”, que debe traducirse “Señor señor”.
La combinación “Yehváh Elohim” y la combinación “Adonay Yehvíh”
La combinación “Yehváh Elohím” o “Yehováh Elohím” la encontramos en el texto masorético 35 veces en 33 versículos bíblicos, a saber: Génesis 2. 4, 5, 7, 8, 9, 15, 16, 18, 19 21, 22; 3.1, 8, 9, 13, 14, 21, 22, 23, ; Éxodo 9.30; 2 Samuel 7.25; 2 Reyes 19.19; Salmo 72.18; 80.4, 19; 84,8, 11; 1 Crónicas 17.16, 17; 28.20; 2 Crónicas 1.9; 6.41, 42. La Reina Valera 1960 tradujo esta combinación como “Jehová Dios”. Sólo en Génesis 3.23 se apartó, traduciendo sólo con “Jehová”.
La traducción de la Septuaginta en estos 35 versículos no fue consistente, observemos: con sólo “jo theós” (Dios) en Génesis 2. 4, 5, 7, 9, 19, 21; 3.1, 22. Con sólo “Kúrion” (Señor) en Éxodo 9.30. Con “Kúrios jo theós” (Señor Dios) en Génesis 2.8, 15, 16, 18, 22; 3.9, 13, 14, 21, 23; Salmo 72.18; 84.11; 1 Crónicas 28.20. Con “Kúrie jo theós” (Señor Dios) en 2 Reyes 19.19; Salmo 80.4, 19; 84.8; 1 Cónicas 17.16, 17; 2 Crónicas 1.9; 6.41. 42. Con “Kuríu tu theú” (Del Señor Dios) en Génesis 3.8. Y con “Kúrie mu kúrie” (Señor mi Señor) en 2 Samuel 7.25.
La combinación “Adonay Yehvíh”
La combinación “Adonay Yehvíh” o “Adonay Yehovíh” se la encuentra en el texto masorético en 284 veces en 278 versículos bíblicos. Expresión que, como ya vimos, es traducida en treinta y seis ocasiones como “Señor Jehová” en la Reina Valera de 1960.
Por razones obvias sólo consideraremos ocho casos representativos: Génesis 15.2; Deuteronomio 3.24; Josué 7.7; Jueces 16.28; 1 Reyes 2.26; Ezequiel 11.8; Amós 7.5 y 6.
En estos ocho casos, la traducción de la Septuaginta fue la siguiente:
Génesis 15.2 “Déspota” (forma de “despótes”, Señor, amo, dueño)
Deuteronomio 3.24 “Kúrie kúrie” (Señor, señor)
Josué 7.7 “Kúrie” (Señor)
Jueces 16.28 “Kúrie kúrie” en el texto A, traducción “Señor, señor”. Pero en el texto B, “Adonaie kúrie” (Señor, señor”). La palabra “Adonaie” es una transliteración griega de la hebrea “Adonay”. Una observación más es que el texto masorético tiene esta vez la vocalización “Yehovíh”, y no “Yehvíh” que es la que sobresales.
1 Reyes 2.26 “Kuríu” (del Señor). Aquí volvemos a observar en el texto masorético la vocalización “Yehovíh”, y no la usual, “Yehvíh”.
Ezequiel 11.8 “Kúrios” (Señor)
Amós 7.5 “Kúrie kúrie” (Señor, señor)
Amós 7.6 “Kúdios” (Señor)
Pero, ¿qué tienen en común las combinaciones “Yehváh Elohim” y la combinación “Adonay Yehvíh”?
1) Que al vocalizar el tetragrama con las vocales de “Adonay” (Señor), ya sea “Yehváh” o “Yehováh” los masoretas sugerían la lectura (traducción, no transliteración) “Adonay” (Señor), cuando va acompañado del sustantivo “Elohim” (Dios), la lectura de la expresión “Yehváh o Yehováh Elohím” sería “Señor Dios”.
2) Que al vocalizar el tetragrama con las vocales de “Elohím” (Dios), ya sea “Yehvíh” o “Yehovíh”, cuando va acompañado del sustantivo “Adonay”, también sugiere por igual, que la combinación “Adonay Yehvíh o Yehovíh” debe leerse “Señor Dios”.
Procediendo de esta manera, en ambos casos, se evitaba el pleonasmo “Señor Señor” y “Dios Dios”. Esta evidencia también nos invita a considerar las combinaciones “Yehváh Elohím” (o Yehováh Elohím) y “Adonay Yehvíh (o Adonay Yehovíh) como sinónimas.
Es pertinente decir aquí que esta vocalización sigue la tendencia de vocalizar el tetragrama con las vocales de “Adonay” (Yehváh o Yehováh) cuando éste está sólo.
Ante estos resultados podemos decir que en términos generales la vocalización masorética del tetragrama viene a confirmar la tendencia de la Septuaginta, como ya he mostrado. Precisamente son valiosas aquí las palabras de Francisco Pérez Castro, cuando dice: “Actualmente una fuerte corriente de opinión científica mantiene que, del mismo modo que los masoretas no introdujeron innovaciones artificiales en las formas gramaticales-aunque en gran parte estuvieran ya en desuso- y supieron mantener las antiguas al vocalizar el AT, tampoco se propusieron reflejar su propio modo de entender y pronunciar el texto, sino que transmitieron la lectura y la comprensión tradicionales del mismo… De modo que, si bien es cierto que los masoretas inventaron los signos gráficos para leer debidamente el texto consonántico, no crearon esa forma de lectura. El modo de leer el texto consonántico se transmitió oralmente de maestros a discípulos en una cadena escolástica sin solución de continuidad. Lo que hicieron, pues, los masoretas en el aspecto vocálico sería recoger esa tradición de escuela tan fidedigna y segura como la del texto consonántico” (Citado por Elvira martín Contreras y Guadalupe Seijas de los Ríos Sarzosa en «Masora, la transmisión de la tradición de la Biblia hebrea», página 34).
Esta sospecha de la que nos habla Francisco Pérez Castro parece más verosímil cuando constatamos que la vocalización masorética concuerda en líneas generales con la Septuaginta en nuestro tema en cuestión, a pesar de que la Septuaginta es anterior al texto masorético en más de cinco siglos.
¡Hasta mañana con el favor de Dios!
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