Otro ejemplo más del alejamiento (en el NT mismo) por parte del judeocristianismo, de algunas concepciones vitales para la religión hebrea del Tanaj (el AT, según los cristianos)
El segundo ejemplo de alejamiento judeocristiano de algunas concepciones vitales para la religión y cultura judías en el Nuevo Testamento mismo, lo encontramos en Pablo (Romanos 10.4-5 y Gálatas 3), en la forma en que interpreta la función de la Toráh a la luz del acontecimiento Cristo:
“Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. 11Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. 13Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), 14para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu” (Gálatas 3.10-14)
“Entonces, ¿para qué sirve la ley? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador. 20Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno. 21¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley. 22Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes. 23Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. 24De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. 25Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, 26pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; 27porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. 28Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. 29Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” (Gálatas 3.19-29)
“Porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree. Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas” (Romanos 10.4-5)
Una forma de hacer resaltar la radical oposición y alejamiento que Pablo está planteando de algunos aspectos vitales de la religión judía (decisivos hasta el día de hoy), es sustituyendo la palabra “ley” por la palabra “Toráh” en cada versículo en que aparece la primera. Pero haremos este ejercicio después de analizar un poco el concepto hebreo de la “Toráh”.
Me es preciso destacar que la palabra “ley” tan manoseada por los cristianos, no es muy acertada, pues comunica un sentido que no es precisamente el que domina en el contexto de la religión hebrea, ni en el texto hebreo (el llamado AT sólo por los cristiano), en el uso de la palabra “Toráh”. El uso frecuente de la palabra “ley” se debe a la influencia de la Septuaginta, como fuente y vía de acceso al texto del AT de los primeros cristianos y de los autores mismos del NT.
Consideremos algunos ejemplos de la traducción en la Septuaginta de la palabra “toráh” en algunos textos importantes del Tanaj (AT). Esta traducción es la que también explica la presencia de la palabra “ley” en muchas de las versiones castellanas de la Biblia.
Éxodo 13.9 “Y te será como una señal sobre tu mano, y como un memorial delante de tus ojos, para que la ley de Jehová esté en tu boca; por cuanto con mano fuerte te sacó Jehová de Egipto.”
Reina Valera 1960: “ley”
Texto hebreo: “toráh”
Septuaginta: “nómos”
Deuteronomio 28.58 “Si no cuidares de poner por obra todas las palabras de esta ley que están escritas en este libro, temiendo este nombre glorioso y temible: JEHOVÁ TU DIOS.”
Reina Valera 1960: “ley”
Texto hebreo: “toráh”
Septuaginta: “nómos”
Josué 23.6 “Esforzaos, pues, mucho en guardar y hacer todo lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés, sin apartaros de ello ni a diestra ni a siniestra.”
Reina Valera 1960: “ley”
Texto hebreo: “toráh”
Septuaginta: “nómos”
1 Crónicas 22.12 “Y Jehová te dé entendimiento y prudencia, para que cuando gobiernes a Israel, guardes la ley de Jehová tu Dios.”
Reina Valera 1960: “ley”
Texto hebreo: “toráh”
Septuaginta: “nómos”
Esdras 7.26 “Y cualquiera que no cumpliere la ley de tu Dios, y la ley del rey, sea juzgado prontamente, sea a muerte, a destierro, a pena de multa, o prisión.”
Reina Valera 1960: “ley”
Texto hebreo: “dat” (tanto en la expresión “ley de tu Dios” como en “ley del rey”)
Septuaginta: “nómos” (tanto en la expresión “ley de tu Dios” como en “ley del rey”).
Salmo 19.7 “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.”
Reina Valera 1960: “ley”
Texto hebreo: “toráh”
Septuaginta: “nómos”
Un caso sumamente interesante y especial lo constituye el Salmo 119 (un himno a la Toráh). En este salmo, la palabra “ley” se encuentra en veinticinco (25) ocasiones, en la manera siguiente: Salmo 119.1, 18, 29, 34, 44, 51, 53, 55, 61, 70, 72, 77, 85, 92, 97, 109, 113, 126, 136, 142, 150, 153, 163, 165, 174. Ahora bien, estas veinticinco (25) ocasiones en que la Reina Valera de 1960 aparece la palabra “ley”, el texto hebreo tiene la palabra “toráh”, y la Septuaginta la palabra “nómos”.
Como se puede ver, es la influencia de la Septuaginta la que explica tanto la forma en que las versiones y traducciones castellanas de la Biblia han empleado la palabra “ley” (cuando el hebreo emplea la palabra “toráh”) y la forma y presencia de la palabra “ley” en el Nuevo Testamento mismo, en textos y contextos en los cuales en el pensamiento hebreo subyacía el concepto de la “toráh”.
Ahora, la pregunta lógica es: ¿Es “ley” el sentido primario de la palabra hebrea “toráh”?
El “Diccionario del Judaísmo” de Johann Maier y Peter Schafer, publicado por Verbo Divino en 1996, habla de la toráh en la siguiente forma:
“El significado básico de Toráh va en la línea de «instrucción» o «doctrina». Traducir el término simplemente por «ley» como hicieron las versiones latina (lex) y griega (nomos), cubre sólo un aspecto menor del significado, y entraña un reduccionismo que puede dar lugar a diversos malentendidos.
Para el judaísmo talmúdico, la futura era mesiánica no supondrá la abolición de la Toráh ni su sustitución por otra nueva -como se afirma en la carta a los Romanos (Romanos 10.4)-, sino que producirá su plena y más exacta comprensión, puesto que ahora, en el presente, está oscurecida por sus inevitables confrontaciones (Esdras 8.7).
En la época moderna, el judaísmo ortodoxo mantiene con la mayor firmeza la absoluta inmutabilidad de la Toráh, mientras que el judaísmo reformado se inclina a prescindir de bastantes conceptos tradicionales relacionados con la interpretación y la comprensión de la Toráh” (páginas 396-397).
Una realidad que hay que tomar en cuenta es que el judaísmo, como el cristianismo nunca ha sido monolítico, por lo tanto dependiendo la corriente del judaísmo de que se trate, los conceptos e ideas que se asocien a la palabra Toráh pueden cambiar, ser muy diversos y hasta inaceptables para las otras corrientes. Por ejemplo, mientras que el judaísmo rabínico de corte fariseo asume y maneja el concepto de “Toráh Escrita” y “Toráh Oral” (así también el judaísmo calabalístico; esto explica la importancia que tiene, por ejemplo, el Talmud, la Mishná y la Tosefta para el judaísmo rabínico; y el Zohar para el judaísmo cabalista, en sus reflexiones teológicas, como obras de referencia prácticamente obligatoria); por su parte, el judaísmo caraíta no lo acepta, como tampoco lo aceptaron previamente los saduceos. Por otro lado, el judaísmo cabalista de corte místico y esotérico habla de la Toráh en la siguiente forma:
“Un apodo adicional de la Cabalá es: Nishmeta de Oraita (el alma de la Torá). La misma posee una personalidad viva dueña de un cuerpo y un alma. La mayoría de las enseñanzas tradicionales tales como la Mishná, la Guemará y la Halajá se ocupan del “cuerpo”, del aspecto revelado de la Torah; (las halajot principalmente son apodadas en la Mishná como “gufei Torá” o sea los cuerpos de la Torá), en cambio en la Cabalá se descubre la parte oculta que hay en ella.
Ambos puntos de vista de la Torá no sólo expresan estratos diferentes de ella misma sino que también se dirigen a distintos estratos de nuestro ser interior.
La parte externa o “jitzoniut ” está dedicada en su mayor parte a la rectificación de la vida a nivel del aspecto revelado de la realidad: antes que nada la vida en la práctica, y por extensión también la vida del alma existente en los estratos espirituales relativamente revelados.
La Cabalá, por otro lado, está dedicada al arreglo y corrección de los niveles ocultos y más profundos del hombre y desnuda los procesos más profundos del mundo y del alma. Nos posibilita entonces experimentar esas capas y hacerlas crecer” (fuente: http://www.dimensiones.org/)
De todos modos, un concepto bastante popular y prácticamente común a todas las versiones del judaísmo, incluyendo al judaísmo mesiánico, es la Toráh para referir especialmente al código mosaico, los escritos atribuidos a Moisés (los primeros cinco libros del AT, y primera sección del Tanaj). Este uso peculiar de la palabra Toráh es al que por lo general la tradición cristiana ha señalado comúnmente con la palabra griega “Pentateuco”, precisamente por la influencia de la Septuaginta.
Este uso de la palabra Toráh es tan vital para la fe hebrea, que son muchos los que dentro de la religión judía piensan que el resto de los libros del Tanaj (los neviím y los ketuvím) no son más que explicaciones y comentarios de la Toráh de Moisés. Es más, creo que no podemos perder de vista aquí el hecho de que los samaritanos y los saduceos (a diferencia de los fariseos, esenios, caraítas y otros), sólo aceptaban como textos sagrados y normativos, el conjunto de los libros que componen la Toráh de Moisés.
Notemos este uso de la palabra Toráh (apuntando específicamente a la Toráh de Moisés), en un pasaje del Nuevo Testamento en el cual encontramos la palabra “ley” en la traducción castellana, y en el griego la palabra “nómos:
“Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley (Toráh) de Moisés, en los profetas (neviím) y en los salmos (ketuvím)” (Lucas 24.44).
Otro pasaje del Nuevo Testamento que muestra este uso característico de la palabra Toráh es:
“29Y Abraham le dijo: A Moisés (la Toráh de Moisés) y a los profetas (neviím) tienen; óiganlos. 30Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. 31Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés (la Toráh de Moisés) y a los profetas (neviím), tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (Lucas 16.29-31)
Ahora bien, quedándonos en su uso bíblico, como “instrucción”, “enseñanza”, y núcleo vital de la religión del “Tanaj” (el llamado AT sólo por los cristianos), como la primera y más importante sección del Tanaj, podemos entender el salto que da Pablo y sus dimensiones. Este salto o alejamiento es claro cuando Pablo habla de la “Toráh” en unos términos que difícilmente acepte y comparta del todo, corriente alguna del judaísmo.
Como ya dije, una forma de hacer resaltar la radical oposición y alejamiento que Pablo está planteando de algunos aspectos vitales de la religión judía (decisivos hasta el día de hoy), es sustituyendo la palabra “ley” por la palabra “Toráh” en cada versículo en que aparece a continuación:
“Porque todos los que dependen de las obras de la Toráh están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la Toráh, para hacerlas. 11Y que por la Toráh ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12y la Toráh no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. 13Cristo nos redimió de la maldición de la Toráh, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), 14para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu” (Gálatas 3.10-14)
“Entonces, ¿para qué sirve la Toráh? Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa; y fue ordenada por medio de ángeles en mano de un mediador. 20Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno. 21¿Luego la Toráh es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la Toráh dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la Toráh. 22Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado, para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes. 23Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la Toráh, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. 24De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. 25Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, 26pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; 27porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. 28Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. 29Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa” (Gálatas 3.19-29)
“Porque el fin de la Toráh es Cristo, para justicia a todo aquel que cree. Porque de la justicia que es por la Toráh Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas” (Romanos 10.4-5)
En versión popular, Romanos 10-4-5, dicen: Porque la Toráh llega a su término con Cristo, y así todos por la fe pueden llegar a ser justos. 5De la justicia basada en la Toráh, Moisés escribió esto: “La persona que cumpla la ley, vivirá por ella.”
Finalmente, otra forma de distanciamiento cristiano (¿judeocristiano?) la encontramos testimoniada en la Didaché, en la disputa entre cristianos y judíos respecto a los tradicionales dos días de ayuno, cuando dice:
“Pero no hagas que tu ayuno sea con los hipócritas, porque ellos ayunan en el segundo y quinto día de la semana. Más bien, ayuna en el cuarto y sexto día” (8.1).
Al respecto el historiador Justo L. González afirma: “Era costumbre entre los judíos más devotos ayunar dos días a la semana, y los primeros cristianos (¿judeocristianos?) seguían la misma costumbre, aunque muy temprano comenzaron a observar dos días distintos. Mientras que los judíos ayunaban los lunes y los jueves, los cristianos ayunaban los miércoles y viernes, probablemente en memoria de la traición de Judas y la crucifixión de Jesús” (Historia del Cristianismo, tomo I, página 37).
En conclusión, algunas personas probablemente digan que el Cristianismo es una especie de judaísmo (¿raro?) sin la Toráh. Otras, en cambio, quizás prefieran decir que más bien, sin la observancia de algunos aspectos de la Toráh. De todos modos, desde el punto de vista del judaísmo, hay que reconocer que estas dos concepciones son cuestionables, y máxime a la luz de la pretensión de la fe cristiana de ser heredera común del pacto del Dios del Tanaj (YHVH) con Abraham y con la nación de Israel (el pueblo hebreo) como tal, aun a pesar de tener una interpretación muy peculiar de los fundamentos de esa común herencia.
Debiera ser algo muy claro el que esta particular visión de la Toráh que conserva el, y caracteriza al Cristianismo, comenzando por el Nuevo Testamento mismo, respecto de las distintas expresiones de la fe judía; tiene serias y decisivas implicaciones al momento de determinar qué se entiende como un mandato bíblico y qué no. Qué debe ser una obligación cristiana, y qué no.
¡Hasta mañana si así Dios nos lo permite!
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