Mi reacción personal a la argumentación adventista basada en Hechos 10.28 (véase la publicación anterior), va en la siguiente línea
1) Es cierto que la interpretación adventista parece ser legítima a la luz de lo afirmado en Hechos 10.28; sin embargo, me resulta muy curioso que la argumentación adventista ignore a propósito los siguientes factores.
2) Que el centro de la problemática judío-gentil no es un problema antropológico, sino dietético. Es decir, el judío no asumía que los gentiles fueran una especie de raza inferior, es más, según su teología de la creación se entiende que tanto el judío como el gentil fueron hechos por el mismo Dios (Elohím, según Génesis 1, y por YHVH Elohim, según Génesis 2), y por igual, a su imagen y semejanza (Génesis 1.26-28).
Luego, a la luz de la antropología del Génesis (en hebreo “Bereshit”), tenemos que concluir que los judíos consideraban “inmundos” (no puros ceremonialmente) a los gentiles, precisamente porque los gentiles ingerían alimentos que la cultura, tradición y religión judías entendían que eran “inmundos”, “no aptos” para su consumo humano.
3) Que sólo una vez que se entendiera que los alimentos no eran “inmundos de por sí” (Romanos 14.14, compárese Mateo 15.16-19; 1 Corintios 6.13 ), las personas que no asumieran la clásica distinción judía, tampoco habrían de considerarse “inmundas”.
4) Que a pesar de lo que plantea Hechos 10.28, también hay que tomar en serio la evidencia que aporta la respuesta del mismo Pedro a la pregunta: “¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos?” (Hechos 11.3)
5) Pero antes de pasar a la respuesta del mismo Pedro, quiero llamar la atención sobre el hecho de que la pregunta que le plantean a Pedro los líderes de la comunidad cristiana de Jerusalén, no sólo supone que Pedro llegó a la conclusión de que los gentiles no eran “inmundos”; sino también, y de manera más específica, que como los alimentos no eran “inmundos” de por sí, en primer lugar, podía comer de ellos (como en efecto lo hizo, hecho que subyace en la pregunta, y factor sin el cual dicha pregunta no tendría sentido); y en segundo lugar, asumió una visión positiva de los gentiles, de que no eran “inmundos” a pesar de no observar la distinción judía entre “alimentos puros” (aptos, ceremonialmente, para el consumo humano) y “alimentos inmundos” (no aptos, ceremonialmente, para el consumo humano).
6) Por otro lado, de hecho, Pedro no niega que hubiera comido de la dieta gentil, tampoco se queja de que la acusación sea falsa, más bien y, de buena gana, con buen ánimo, pasa a explicar el porqué hizo lo que hizo, por qué entró a la casa de un gentil se juntó con él, y comió de su mesa:
“Entonces comenzó Pedro a contarles por orden lo sucedido, diciendo: 5Estaba yo en la ciudad de Jope orando, y vi en éxtasis una visión; algo semejante a un gran lienzo que descendía, que por las cuatro puntas era bajado del cielo y venía hasta mí. 6Cuando fijé en él los ojos, consideré y vi cuadrúpedos terrestres, y fieras, y reptiles, y aves del cielo. 7Y oí una voz que me decía: Levántate, Pedro, mata y come. 8Y dije: Señor, no; porque ninguna cosa común o inmunda entró jamás en mi boca. 9Entonces la voz me respondió del cielo por segunda vez: Lo que Dios limpió, no lo llames tú común. 10Y esto se hizo tres veces, y volvió todo a ser llevado arriba al cielo. 11Y he aquí, luego llegaron tres hombres a la casa donde yo estaba, enviados a mí desde Cesarea. 12Y el Espíritu me dijo que fuese con ellos sin dudar. Fueron también conmigo estos seis hermanos, y entramos en casa de un varón” (Hechos 11.4-12)
7) Que no podemos perder vista cómo la experiencia de la visión, y lo vivido y experimentado en la casa de Cornelio, capacitó a Pedro para hablar de la siguiente manera en la asamblea de Jerusalén:
“Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto. 7Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. 8Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; 9y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. 10Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? 11Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos” (Hechos 15.6-11).
8) Tampoco se puede perder de vista cómo el punto de vista de Pedro (después de su referida experiencia) y de Pablo y Bernabé (igualmente con los gentiles), impactó de manera decisiva la conclusión final de la asamblea de Jerusalén (que no contempló exigirle a los gentiles precisamente la observación de la distinción judía de los alimentos):
“Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: 29que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis. Pasadlo bien” (Hechos 15.28-29)
¡Hasta mañana si así Dios nos lo permite!
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