Introducción: Un error muy común cometido por las personas que se acercan a la Biblia es que piensan que ésta, más bien los libros que la componen, se escribieron en un contexto histórico y sociocultural idéntico al suyo, al nuestro.
Este error lleva a las personas a leer los textos bíblicos como si estos se hubieran escritos bajos la perspectiva suya, y como si los textos bíblicos hubieran surgido en unos contextos socioculturales que tuvieran en común con nosotros, la forma básica de organizar su mundo, la familia, la sociedad, y la forma de concebir la relación hombre-mujer, tanto en el plano del compromiso de pareja, como en sentido general.
Comparto este comentario basado en el Salmo 127.3, dando por sentado que nosotros, para nuestro análisis, no ignoraremos los grandes abismos que existen.
Por ejemplo, Henry A. Virkler menciona cuatro “abismos” en su obra titulada “Hermenéutica” (Publicada por Editorial Vida, 1980, páginas 16 y 17), a saber: 1) el abismo histórico; 2) el abismo cultural; 3) el abismo lingüístico; 4) el abismo filosófico. El primero tiene ver con la separación entre las circunstancias históricas en las que surgieron los textos bíblicos, y en las que nos encontramos nosotros (as). El segundo apunta a las grandes diferencias que existen entre los ambientes en que surgieron los textos bíblicos y el mundo del lector (a). El tercero refiere a que los textos bíblicos originalmente surgieron en idiomas muy distintos a los nuestros. Finalmente, el cuarto se relaciona con las diferencias que tenemos nosotros (as) con las de los textos bíblicos y sus autores, en cuanto a los conceptos de la vida, la naturaleza, la vida, la muerte, la existencia misma y, en general, con las formas de ver y organizar nuestro mundo.
Siendo así las cosas, iniciemos, pues, nuestra aventura.
I) La expresión “herencia de Jehová son los hijos” en algunas versiones de la Biblia.
Vale aclarar, que para nuestro análisis, no será importante el cómo la versión hace al sagrado nombre, si Jehová, Jehová, Yahvé, Yavé, Yahveh, Yahweh, YHWH, Señor, el Eterno, Hashem, etc. Lo que nos interesa es la expresión “son los hijos”.
Reina Valera 1909 "He aquí, heredad de Jehová son los hijos"
Reina Valera 1960 "He aquí, herencia de Jehová son los hijos"
Reina Valera 1995 "Herencia de Jehová son los hijos"
Versión Popular Dios Habla Hoy "Los hijos que nos nacen son ricas bendiciones del Señor"
Nueva Versión Internacional “Los hijos son una herencia del Señor"
Santa Biblia, Palabra de Dios para todos “Los hijos son la herencia que nos da el Señor”
La Biblia de las Américas “He aquí, don del Señor son los hijos”
Biblia de Jerusalén “La herencia de Yahvé son los hijos”
La Biblia de Jerusalén Latinoamericana "La herencia de Yahvé son los hijos”
La Sagrada Biblia traducida de la Vulgata Latina “Sabedlo: don del Señor son los hijos”
La Nueva Biblia Española “El Señor como herencia te dará hijos”
Esta breve comparación pone de manifiesto que, por lo menos las versiones aquí citadas, han coincidido en traducir de una forma un tanto ambigua e imprecisa, induciendo a error al lector (a) común de la Biblia.
Por un lado, es cierto que en nuestra cultura hispánica y latinoamericana es muy común, quizás demasiado común (en un uso sexista de la lengua), el que usemos la expresión “los hijos” para hacer referencia, sin distinción a nuestros nacidos y nuestras nacidas. Pero la pregunta es, ¿ocurre lo mismo en el contexto hebreo en que surge el texto en cuestión? ¿Estaba pensando el autor o autores del Salmo 127 sólo en los hijos varones, o estaba (n) pensando también, de manera inclusiva, en varones y hembras, en los hombres y en las mujeres?
Desde ya, les digo que este es el centro de la problemática que me he propuesto analizar en este artículo: ¿Hace referencia el Salmo 127.3 sólo a los hijos varones o por igual a los hijos y a las hijas?
No hay comentarios:
Publicar un comentario