Introducción: Génesis ¿Uno o dos relatos de la creación?
¿Uno o dos relatos de la creación? ¿Qué dice el libro de Génesis? ¿Qué dice el resto de la Biblia? ¿Qué implicaciones tiene esta problemática para la antropología bíblica o teológica y su forma de concebir y describir la relación entre el hombre y la mujer?
Como reconozco que el tema que nos ocupa involucra toda una serie de preconcepciones sobre la naturaleza de la Biblia, la paternidad literaria del Pentateuco, las posibles fuentes del mismo, su unidad, diversidad, su forma más primitiva, hasta el proceso histórico que le ha dado al Pentateuco la forma final y definitiva en que ha llegado hasta nosotros, etc. Por todo lo anteriormente dicho, me he propuesto arrojar un poco de luz sobre algunas de las principales presuposiciones, a fin de preparar a las lectoras y lectores para el desarrollo de un análisis serio y lo más objetivo posible del tema que nos hemos planteado.
A lo que realmente aspiro es a que, a pesar de las pasiones que envuelve el tema que nos ocupa, las lectoras y lectores de este trabajo puedan estar preparados para darle al mismo una lectura sobria, pausada, y la debida ponderación.
Puntualizaciones importantes con relación al Pentateuco I
Las iglesias e intérpretes cristianos más conservadores entienden que el afirmar que en Génesis 1 y 2 hay dos relatos distintos de la creación (aunque en cierto sentido se consideren complementarios, y hasta contradictorios en otros), es un síntoma negativo que supone varias cosas, tales como: 1) Que no se cree en lo sobrenatural. 2) Que no se asume que el Génesis y, quizás bien el Pentateuco como tal, venga de la mano de un solo y mismo autor (Moisés u otro). 3) Que el intérprete se adhiere radicalmente a la llamada “hipótesis documentaria”.[1]
Frente a estas tres especies de objeciones podemos reaccionar de la manera siguiente: 1) No es cierto que el afirmar que en Génesis 1 y 2 hay dos visiones distintas de cómo surgió lo creado implique necesariamente que no se crea en lo sobrenatural. 2) La probabilidad de que el Génesis, y el Pentateuco como tal, vengan de la mano de un solo y mismo autor, o de varios; es un asunto que hay que visualizarlo y considerarlo a la luz del texto mismo, y no imponiéndolo al texto, desde afuera.
Si bien comúnmente se ha pensado que Moisés fue el único autor del Pentateuco y que éste lo escribió por completo, excepto el relato sobre su muerte; la verdad es que la historia del Pentateuco es mucho más compleja y complicada. De todos modos, posiblemente la mayoría de los conservadores reconocen que, en el caso de que Moisés haya sido el único autor del Pentateuco, no sería él, el que escribió el último capítulo (el 34) de Deuteronomio.
En verdad, teóricamente, podemos decir que: 1) La visión distinta que comunican los dos relatos de creación de Génesis 1 y 2 puede ser el reflejo de que el autor (o autores) del libro de Génesis haya (hayan) tenido a la mano documentos originalmente distintos e independientes que, al mismo tiempo, comunicaban perspectivas diferentes sobre el origen de lo creado. 2) Puede ser el reflejo de la persistencia de dos hipótesis diferentes en cuanto a lo creado, pero a nivel de la tradición oral. 3) Pueden ser la obra deliberada de un mismo y único autor que, por razones que no conocemos, presentó en dos relatos distintos, con perspectivas un poco distintas, y hasta con objetivos distintos, el origen de lo creado.
Antes de entrar en el análisis comparativo de los relatos de Génesis 1 y 2, quiero presentar algunas evidencias que confirman que la forma final del Pentateuco es el resultado de un largo proceso histórico que involucró más de una mano (no se sabe cuantas). Ciertamente el texto mismo del Pentateuco manifiesta un largo proceso de desarrollo y de redacción hasta alcanzar su forma definitiva en una época posterior a la monarquía y el exilio. [2]
Para ilustrar este punto voy a citar, no a los críticos más radicales, sino a unos autores que podemos considerar un tanto conservadores, que no se muestran hipercríticos; pero que tampoco rayan en un conservadurismo excesivo, como el que muestra, por ejemplo, el autor del libro “Reseña crítica de una introducción al Antiguo Testamento” (publicada por Editorial Portavoz), Gleason L. Archer.
Pues bien, a los autores a los que hago referencia son: William Sanford Lasor, David Allan Hubbard y Frederic William Bush; autores de la conocida obra “Panorama del Antiguo Testamento”, mensaje, forma y trasfondo del Antiguo Testamento; publicada por Libros Desafío.
Con relación a la paternidad literaria del Pentateuco en general, afirman: “En primer término, el Pentateuco es una obra anónima. En ninguna parte se hace referencia a un autor. No se menciona, en ese sentido, a Moisés ni nadie. Cabe señalar que este hecho está en consonancia con la práctica veterotestamentaria en particular y con las obras literarias antiguas en general. En el antiguo Cercano Oriente un «autor» no era un creador como en nuestra cultura moderna. Su principal función era la de preservar el pasado, en materia y metodología estaba sujeto a la tradición. La «literatura» no era propiedad individual sino comunitaria” (Panorama del AT, página 60).
“La tradición ciertamente es creíble (nótese, «la tradición») al atribuirle la paternidad literaria del Pentateuco a Moisés, al menos en el sentido de que el núcleo del marco narrativo y del contenido legislativo responde a su impulso literario y refleja con autenticidad tanto las circunstancias como los hechos de la épica que allí se relata. Si bien es poco probable que Moisés escribiera el Pentateuco en la forma definitiva que conocemos, la coherencia y uniformidad de la evidencia confirma que él fue el iniciador, impulsor y figura más importante en la corriente de actividad literaria que lo produjo” (Panorama AT, página 61).
Con relación a ciertas repeticiones, duplicaciones o dobletes que se encuentran en el Pentateuco, afirman “Algunos fervorosos exponente de la teoría de las fuentes documentales han considerado réplicas a algunos pasajes que podrían tener una explicación mucho mas sencilla” (página 58).
Pero no van lejos para reconocer: “Pero el hecho es que algunos de estos casos de reiteración aún no tienen una explicación. Por ejemplo: 1) En dos relatos, Abraham arriesga el honor de Sara haciéndola pasar por su hermana (Génesis 12.10-20 y 20.1-18); nótese también el episodio asombrosamente similar relacionado con Isaac (Génesis 26.6-11). 2) El nombre Beerseba («pozo del juramento») no sólo conmemora el pacto entre Abraham y Abimelec (Génesis 21.22-31), sino también de alianza entre Isaac y Abilemec (26.26-31). 3) En Génesis 28.19 y 35.7 Jacob cambia el nombre de «Luz» por «Bet-el»; pero en 28.10-19 lo hace camino a Padan-aram, cuando se le aparece Yahvéh, mientras que en 35.9-15 lo hace en el camino de regreso de Padan-aram cuando Yahvéh le habla (35.13-15). 4) El pasaje relativo a lo limpio y lo inmundo (Levítico 11.1-47 se reitera en Deuteronomio 14.3-21; y 5) el pasaje sobre los esclavos aparece triplicado en Éxodo 21.1-11; Levítico 25.39-55; Deuteronomio 15.12-18)” (página 59).
[1] Ante las complejidades observadas en el Pentateuco, se han desarrollado varías hipótesis o teorías que han tratado de explicarlas. En primer lugar se encuentra la llamada “hipótesis documentaria”. Esta afirma que el Pentateuco es el resultado de la recopilación de una serie de fuentes escritas o documentos que existían previamente.
La segunda teoría es la llamada “hipótesis fragmentaria”. Esta plantea que el Pentateuco es el resultado de la obra de un editor que fundió en una unidad algo confusa una masa de breves piezas escritas o fragmentos.
También se ha planteado la llamada “hipótesis de los suplementos”. Esta última sugiere que, con relación al Pentateuco, es posible que al principio existiese un único relato consistente y unificado, obra de un solo autor, en el que, por distintas razones escritores posteriores introdujeron añadiduras, distorsionando así la obra original (El Pentateuco, estudio metodológico, por R. N. Whybray, publicada por Desclée De Brouwer, 1995). Al margen de la opinión que se tenga de estas hipótesis, al considerar la forma final en que nos ha llegado el Pentateuco, se está en lo correcto al reconocer que ciertamente es imposible poder establecer cuál fue la extensión y el contenido original del mismo.
[2] R. N. Whybray recalca que hay un acuerdo entre los especialistas de que el Pentateuco, en su forma final, no pudo completarse con anterioridad al siglo VI a.C. (Pentateuco, página 239).
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